OPINIÓN CARNAVAL
Que no pueda aguantarme la risa
La vida se mueve rápido en torno a la fiesta, la fiesta que te pide más fiesta, la verdad que te pide más verdad

La risa entrando por cada una de las ventanas de esta casa, colchones por el suelo, maletas abiertas, coloretes marcados en el corazón de cada uno de los amigos que pasan en estos días de gloria para celebrar con la copa de vino llena. Las coplas corriendo por los rincones de la ciudad borracha de gente, borracha de alegría, borracha de pasión, borracha de deseo. Las azoteas preñaítas de tipos tendidos al socaire de las torres miradores. En las casapuertas se esconde un amor extraño y pasajero que late al compás de los nudillos, detrás de los bidones corren ríos de agua sucia, la ciudad tiene las medias rotas y tiembla como una adolescente asustada en la resaca primera. La vida se mueve rápido en torno a la fiesta, la fiesta que te pide más fiesta, la verdad que te pide más verdad: el amor a una tierra que acoge a cada uno de sus hijos en la comunión de la gente cantando, como dijo nuestro eterno Capitán Veneno.
Sabemos que nuestro final de popurrí os ha llegado hasta lo más profundo del corazón. 💙
— la CHIRIGOTA del BIZCOCHO (@ChirigotaBizc8) February 9, 2024
Una forma de ver la vida, para vivir... y morir.
Es por eso que queremos compartir con todos vosotros ese bonito momento en que nuestro @bizcoch0 nos presenta la guinda del repertorio. 😍 pic.twitter.com/ckCdIKfMqk
Aquí se mezclan las raíces nuevas con las viejas para conformar un árbol frondoso y desmelenado que da cobijo a todos los visitantes. Cada uno vive su carnaval, cada quien con su risa y pena, cada quien con su misterio y su plegaria precisa, su oración perfecta.
Dice Antonio Álvarez «Bizcocho» en la última cuarteta de su chirigota «La última y nos vamos»:
«Yo, si voy a morir,
pretendo que me arrope la brisa,
por si me quedo a medio camino,
que no pueda aguantarme la risa
al recordar lo que fuimos.«
Cada día de la semana grande de esta ciudad hemos muerto todos un poquito sin poder aguantarnos la risa. Y yo al menos quiero acordarme siempre de lo que somos, de lo que fuimos. La calle sigue ardiendo de coplas y la gente sigue estando encendida.