CARNAVAL DE CÁDIZ
La cuna de la libertad
«¿Para qué, si luego nadie sabe qué hacer con ella?»
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«Libertad, ¿para qué, si luego nadie sabe qué hacer con ella?»
Así rezaba el popurrí de Noches de Bohemia, y es un verso al que siempre recurro cuando la libertad y la dignidad entran en conflicto.
Cádiz es la cuna de las libertades, pero todos hemos llegado a la inevitable conclusión de que no queremos verla convertida en un parque de atracciones sin alma y vacío de gaditanos. Incluso mis paisanos más liberales y fieles escuderos del capitalismo se están sumando a la causa.
El Carnaval, por su lado, es la fiesta de las libertades y, del mismo modo, los carnavaleros nos negamos a tener que soportar cada año a miles de energúmenos pisoteando nuestro patrimonio y vomitando sobre las calles que nos vieron crecer.
¿Por qué nos cuesta tanto, entonces, poner límites que aseguren el respeto y la dignidad de nuestro concurso?
El mal llamado COAC (para mí siempre será «er Falla») nunca ha sido libre. Ningún concurso lo es. Cualquier competición tiene una serie de normas que aseguran su correcto desarrollo, la igualdad de condiciones y unos criterios que permitan al jurado deliberar.
No podemos cantar a la vez 17 personas en una comparsa, no podemos tocar un violín en el pasodoble y no podemos repetir tipo o seremos automáticamente descalificados. Entonces, si ya existen normas para todo eso, ¿por qué no poner límites a la falta de respeto y a la utilización de nuestra cultura como un patio de recreo?
He leído a algún compañero decir que sería traicionar el sentido mismo del concurso, ya que la conquista del teatro por las clases trabajadoras fue el triunfo de esta fiesta. Me pareció interesante, pero no me convence del todo. Yo no pido pedigrí para concursar aquí. Me da igual tu patrimonio, tu nombre o tu apellido. Solo quiero respeto por nuestra cultura. Que vengas aquí con trabajo a la espalda, con intención de sumar y de hacer más grande nuestra fiesta. Este grito de auxilio que el propio concurso lanza no es elitista, es pura supervivencia.
Nuestro concurso no tiene en su mecanismo una herramienta que impida que un challenge de TikTok llene esto de grupos que nada entienden de lo nuestro y que solo quieren «vivir la experiencia». ¿Qué hacemos si un año se presentan 300 grupos siguiendo una moda en redes sociales? ¿Empezamos el concurso en septiembre?
Yo me niego a ensayar en verano, qué tenemos mi mujer y yo muchos juegos de PlayStation para hacernos el platino.