OPINIÓN CARNAVAL
Un respeto a Cádiz
Aquí, desde chiquititos, lo único que hacemos en Carnaval, en la calle, es escuchar con atención las coplas de las agrupaciones ilegales
Anda el pueblo en Cádiz alborotado porque resulta, según publican los periódicos, que hay gente que se organiza para venir a la ciudad durante los fines de semana de Carnaval a hacer botellón. ¡Botellón! Pero bueno, ¿qué es esto? ¿Qué está pasando con el mundo? ¿Nos hemos vuelto locos o qué? La gente de Cádiz, por supuesto, hemos puesto el grito en el cielo, porque aquí nunca hemos sido de beber en la vía pública. Aquí, desde chiquititos, lo único que hacemos en Carnaval, en la calle, es escuchar con atención las coplas de las agrupaciones ilegales. Ya cuando llega la adolescencia y en nuestra juventud, especialmente en nuestra primera juventud, vivimos la fiesta desde la espiritualidad, con la mente puesta en el inicio de la Cuaresma. Por eso, desde el Miércoles de Ceniza, ni una copita de moscatel nos tomamos. Yo creo que es lo normal y estoy casi seguro de que en otros sitios no pasa eso de los botellones ni el tráfico de condones. Un año fui a Pamplona por San Fermín, y daba gusto ver a la gente disfrutando, mejor dicho, venerando al Santo Patrón y madrugando para disfrutar de los encierros. Para qué hablar de otro año que fui a las Fiestas del Pilar en Zaragoza. Qué pechá de misas y de ofrendas florales, qué cosa más bonita. La gente joven de allí también está muy concienciada y saben que hay muchas formas de divertirse sin necesidad de beber ni de disfrazarse de mamarracho. Yo, como buen gaditano, nunca me he disfrazado de animadora ni con un mono de Astilleros, ni de ninguna porquería de esas. Aquí nos reconocemos entre nosotros porque vamos todos de piconeros. Qué complicidad más hermosa. Algo hay que hacer para acabar con esta lacra. Se me ocurre que podríamos hacer como en la Feria de Sevilla, que también he ido (por puro interés antropológico). Deberíamos poner unas casetas para que la gente de Cádiz podamos disfrutar de lo nuestro como nos gusta, con recogimiento, escuchando coplas en silencio mientras degustamos un caldito de puchero, que en febrero hace mucho frío. Y si la cosa se va de madre, hasta nos pegaríamos nuestros bailes por tanguillos, fíjate tú qué arrojo y que age. Pero que se entre por invitación, eh. No vaya a colarse un Bizcocho de esos. Así le quitaríamos a la gente las ganas de venir a mancharnos las calles. A pasarlo bien a otro sitio, ¡hombre ya! Un respeto a Cádiz.