COAC 2024
Antonio 'Bizcocho': «El humor negro hay que usarlo con quien se lo merece, y se está pasando del chiste al bullying»
El autor sevillano desgrana pasado, presente y futuro de su agrupación,'La última y nos vamos', tras el rotundo éxito de 'Los mi alma'
«Creo que la acogida del año pasado de 'Los mi alma' ha afectado a gente que enarbola un discurso de gaditanismo cerrado. Pero en esas olas se han subido grupos de Cádiz y de fuera»
Antonio Álvarez 'Bizcocho' es de los pocos autores, quizás el único, que puede 'presumir' de haber dado dos pelotazos y no haberse comido nunca un primer premio. ¿Compensa? Y tanto. Duele al momento, como un coscorrón, pero el aficionado frota hasta que desaparece el daño y por arte de magia emerge la alegría y la satisfacción total.
El sevillano viene este domingo después de 'Los mi alma'. Impresionante la experiencia. No había quien no supiera tararear por las callejuelas de Cádiz y municipios de Andalucía esa melodía de 'Son de sol': «Soy mi alma, que se aparece en forma de fantasma...». A la alturá del difunto Manué y su 'No te vayas todavía'. Ni el propio autor se decanta por elegir la que tuvo más repercusión. «No sabría decirte. La conciencia de Manué era nueva al ser la primera vez. Y con los fantasmas ha sido muy cansado porque hemos cantado mucho. Ha habido semanas en las que ensayábamos una chirigota y cantábamos otra, y me explotaba la cabeza. El fenómeno fan lo he visto igual, pero ya te digo que eso no va conmigo», asegura.
Además, era una idea que él no terminó de ver, no le gustaba, temía el batacazo, hasta «que pegó en el ensayo general. Era algo transgresor, y tenía que entrar la puesta en escena. Una vez que la gente entró en la película nos subimos a esa ola y fue la chirigota del pueblo». Como una ola. Magnífica ilustración. «Sí, pero esa ola se critica, y no es justo cuando no es algo provocado. A ella se han subido los Molina, Puerto Real, los Daddy y también la chirigota del peaje de Cascana. Por eso cuando sale una chirigota diciendo que 'hay que barrer para casa'... quizás el jurado, pero el público es soberano y la gente irá detrás de lo que quiera escuchar».
La agrupación del Bizcocho es 'mainstream', favorita de la mayoría, pero con sólo bucear en sus 15 años de Carnaval (sí, no nació con Manué), uno comprende que se ha ido levantando de varios babuchazos y apostando siempre por lo que le gusta. Por lo que cree. Su 'estigma' es que es de fuera, de fuera de Cádiz. «Creo que la acogida del año pasado de 'Los mi alma' ha afectado a gente que enarbola un discurso de gaditanismo cerrado. El Carnaval nos da mucho, y si vez que la gente está con otra agrupación que además es de fuera, pues al cerrado le da coraje. No es una cuestión de estilos porque de puerta tierra para adentro también hay chirigotas modernas».
Aunque no lo comparte, se pone en la piel. «Yo soy muy sevillano, y en una ciudad en la que estás acostumbrado a una cosa, tiene que impactar que ahora pase otra. Pero el público es soberano, no es ultra. Habrá que darle una vueltecita, digo yo». Esta vez no se quedó sin final, pero con un cuarto premio que supo a poco pues se desmarcó como gran favorito. «Me afecta muy poco porque es muy subjetivo y pienso que no es el baremo real. No creía en ello tampoco cuando no estaba en competición con los grandes. He aprendido que no me importe tanto».
El límite del humor
El pasado queda atrás. En Carnaval nadie, absolutamente nadie vive de las rentas. Cada año se empieza de cero. Y el Bizcocho sufre en estas horas previas la anarquía que tanto le gusta y que se agradece luego en el escenario. «Yo el repertorio siempre lo tengo abierto y si un día antes pasa algo, le hago una letra, sin problema. Es peor el tema del tipo, del vestuario y los complementos, porque eso sí llega a última hora».
Con 'La última y nos vamos', buscan «que lo que haya en la escena complete al repertorio. Lo contextualice». Es una «idea fetiche que tenía en mente, pero no lo había sacado porque salió hace unos años, aunque no tuvo mucha repercusión. Entonces pensé que se le podía sacar mucho partido. Ahora no me importa. Yo no entiendo a los que imitan algo que ha salido y funcionó bien, pero esto tenía más recorrido».
Posee un sello singular pero varía el estilo en cada Concurso. «Depende del tipo se hace un humor de una manera u otra. Por ejemplo, si es una idea más negra, que este año también lo es, pues te sale un humor negro. Pero no es polémico, y con lo que se está viendo este año, mi chirigota es blanquita, muy suave».
Entramos en terreno pantanoso. Este año hay chirigotas jugando al límite. «Se está viendo descaro». No obstante, «el humor negro hay que usarlo con quien se lo merece, y se está pasando del chiste al bullying, atacando a gente que no lo está pasando bien y cuya única broma es el insulto. No hay un giro en la broma, no hay un chiste. Y yo no voy a esa guerra. En la vida, y más en el Carnaval, todo tiene un porqué».
Aporta algunos ejemplos pero no quiere criticar a un grupo o un autor en concreto. «Si hablas de Daniel Sancho, pues vale, que no hubiera matado a nadie. Pero lo de Manolín, no lo termino de ver para chiste. No digo que no se tenga que hablar, pero cuanto más delicado es el asunto, más calidad debe tener el humor». Lamenta que «el insulto que se escuchaba en la calle se ha colado en el Teatro. Hay que saber tocar algunos temas, como las personas que han fallecido. No me vale, pero es sólo mi absurda opinión».
Advierte esa tendencia, y es que «ha habido años de crisis, donde no llegaban buenas ideas, y ahora los autores están haciendo chirigotas muy arriesgadas. Se han pasado de frenada y yo tendría cuidado a la hora de valorarlo porque si lo premias, ya sabes lo que viene luego. Eso sí, que cada uno haga lo que quiera, cada cual tiene sus armas, como yo en su momento decidí hacer humor negro».
Asegura notar el cansancio en estos meses aunque «este año he escrito más cosas que ningún otro». 'La última y nos vamos' (palabra de bar) no adquiere mayores connotaciones ni contiene un doble sentido. «Pero yo soy muy místico, todo pasa por algo y a ver qué depara el destino. De momento ni me lo planteo. Yo no puedo dejar el Carnaval porque me gusta mucho y me lo paso bien». Su chirigota es su refugio, «es seguir en la pandilla. Todo aquel a quien no le haga feliz una actividad fuera de su trabajo, no tiene vida. Esta afición además nos une a los buenos amigos, que estamos juntos y compartiendo tiempo. Como si fuéramos niños todavía».
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