CARNAVAL DE CÁDIZ
La jartible infiltrada: Midiendo las palabras
Se echan en falta coplas que nos hagan reflexionar y sentirnos orgullosos de nuestra identidad
Mi admirado Alex O´dogherty está empezando a girar por España con su nuevo espectáculo, «Midiendo las palabras», y viendo el titulo, me vino a la cabeza nuestro carnaval. O más bien, el carnaval que vivimos en los tiempos que corren. Cada año que pasa, me hago más vieja y más nostálgica, pensando en cómo hemos cambiado.
Siento que cada año se viven concursos más encorsetados, más planos y más medidos, donde ya casi no queda espacio a la improvisación. Quizá porque es la moda actual genérica, quizá para gustar a un publico más amplio y/o porque el «pescaíto en blanco» style se está imponiendo, como en tantos ámbitos de nuestra sociedad.
Si hablamos del concurso, cada vez hay menos letras localistas, de temas que duelen al gaditano, de personajes de la ciudad y más letras escritas para ser entendidas por cualquier persona en cualquier punto de la geografía española. Y más allá. Sí, todo cambia, todo avanza, pero ¿dónde quedó nuestro sello de identidad?. Me da la sensación que todos los que formamos parte de esto medimos, demasiado, las palabras para gustar pero tampoco señalar, tanto autores, prensa y público.
El otro día, sin ir más lejos, veía atónita en el teatro, la actuación del cuarteto llegado desde Ciudad Real, que según ellos habían llegado a Cádiz para salvar la modalidad. Iba avanzando la actuación y en el teatro un silencio sepulcral. Creo que esto me sorprendió más que lo que estaba viendo en escena. Cuando ya llevaban muy avanzado el repertorio, se intuía un pequeño murmullo en el gallinero y en un par de ocasiones un espontaneo soltó un par de tonterías, que fue lo mejor de la media hora de escena. En ese momento pensaba, una vez más, todo lo que hemos cambiado. Que no digo yo que lo que vivíamos en el teatro, en los años 90, fuera lo correcto, porque a veces los gritos de guerra correspondían a fanáticos, que en muchas ocasiones reventaban actuaciones, como pasaba en las previas a las actuaciones del recordado Juan Carlos Aragón, pero ahora, muchas veces, da la sensación de que el teatro se ha quedado sin alma. Incluso las palmas, el recuerdo, en comuna, de coplas antiguas, incluso el hacer la ola, solo surge cuando es orquestada, por ejemplo, por Pepito el caja, cuando sube para crear contenido para nuestra televisión local.
Nos hemos convertido en un Carnaval donde medimos tanto las palabras que nos hemos olvidado de decir lo que sentimos, donde se echan en falta coplas que nos hagan reflexionar y sentirnos orgullosos de nuestra identidad. La libertad de expresión parece que vive horas bajas en nuestra fiesta. Al fin y al cabo, ¿no es de eso de lo que se trata el carnaval?
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