LA JARTIBLE INFILTRADA

La Canalla

La prensa es solo un grupo de trabajadores que, en muchas ocasiones, ha sido ninguneado y maltratado por la fiesta

NACHO FRADE

Alicia Pérez Fopiani

Querido lector,

Sí, así, como se presentaría Lady Whistledown en Los Bridgerton, pero sin trampa ni cartón, vengo a reivindicar el trabajo de uno de los colectivos más castigados de nuestra fiesta, que a mi modo de ver suele quedar relegado, en muchas ocasiones, a una posición ingrata: Los compañeros de la prensa.

Me siento con la potestad de hablar de ellos, ya que yo, aunque no soy periodista de profesión, llevo su pasión en mis venas y compartiendo concursos en este otro lado desde 2016, los cinco últimos como colaboradora del equipo de COPE Cádiz.

Y hoy quiero poner en valor la labor y trabajo intenso de mis compañeros. Me encantaría que, por un día, pudierais verlos, un poquito, con los ojos que yo los veo. Ellos son, ni más ni menos, como tú y como yo. Personas normales con sus vidas, sus aventuras, desventuras, alegrías y tristeza, que por encima de todo, aman nuestra fiesta con todo su ser. Creo que nadie podría formar parte de esto, si realmente no eres un «picaíto». Semanas de esfuerzo, de horas sin dormir, de noticias sin tregua. Un concurso vivo donde la improvisación es el sino de cada jornada. Y la prensa es solo un grupo de trabajadores que, en muchas ocasiones, ha sido ninguneado y maltratado por la fiesta.

Yo, que lo veo desde fuera y a la vez desde dentro, siento que son la pieza clave de este engranaje perfecto que es el COAC, donde cada uno de los perfiles participantes es importante. Ellos son la voz de todo lo que pasa. Son ese familiar que está al día de todo y lo cuenta al mundo, sin filtros, con pasión y además, con el criterio de la experiencia.

Y así, durante más de un mes convivimos en ese templo de ladrillos coloraos, donde hemos formado una gran familia. Miguelete, Reyna y el pequeño Raúl, contando la vida con imágenes. Tamara, poderosa y sensible, libreta en mano, se cuela en cualquier recoveco para contar esa historia con su pluma mágica. Álvaro teclea serio y concentrado, hasta que llega ese figurante que le obliga a esconderse en su teclado para reírse sin remordimientos e incluso saltar de la silla para ir a hacerse una foto y seguir ampliando su álbum personal. Jose Mari y su templanza. Por el contrario, Morillo y su defensa de causas imposibles. Mirian, la reina, desde su palco, iluminando todo el teatro. Laura y Rubén, haciendo malabares para conciliar su vida familiar, trabajando ambos en el concurso. Rocío, sección Janda. Ali y su «ahe» espontaneo. Acordes de Eternidad y Alex. Jesús ¡mal!. Jotipedia. Con Esther arreglo el mundo. Ana y nuestros bailes final de popurrit en la trasera. El señor mayor. Pepe El Caja y su inseparable Raúl. Brugal, experto en «el veneno». Y todos los demás.

A mi, ellos son los que me mantienen enganchada al carnaval cada año. Bendita terapia. Bendita amistad. Bendita juntiña de gente buena, de gente sana. Que sigan los ataques de risa. Las miradas cómplices. Me siento una privilegiada de compartir, al fin y al cabo, la vida con ellos.

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