CARNAVAL DE CÁDIZ
La censura chirigotera
Este año, en el concurso, estamos de enhorabuena en la modalidad de la chirigota por el tan importante aumento en la participación de la misma. En el COAC 2025 contamos con 52 chirigotas inscritas, un gran salto con respecto a las 34 que participaron el pasado 2024.
Son muchos los autores reconocidos de esta modalidad los que vuelven a las tablas después de un descanso. Sin embargo, es recurrente por parte de muchos de estos autores la queja sobre las limitaciones que sienten a la hora de crear letras para el repertorio, ya que «hoy en día no se puede decir na», y otorgan a esto la causa de los cada vez más empobrecidos repertorios de la modalidad. Todo esto me ha llevado a reflexionar sobre ese «na» y de dónde proviene.
El humor, de base, se define como una forma de representar la realidad de forma irónica, cómica, ridícula y crítica. Surge como necesidad de expresar la disconformidad con algo, haciendo burla sobre ello, exagerándolo, ironizándolo… He aquí la clave, ¿qué es lo que ironizamos cuando hacemos humor? ¿de qué nos burlamos? ¿qué exageramos?
Históricamente, los repertorios de chirigotas del concurso (hasta ahora todas con autoría y en su 99,9% integradas por hombres blancos heterosexuales) han basado sus bromas en una gran mayoría en ridiculizar a la suegra, los gays y las lesbianas, las «parientas», la vecina Carmeluchi o a las personas con algún tipo de discapacidad o racializadas. Si lo analizamos, estas personas representan más de dos tercios de la población gaditana actual, y son sectores discriminados, en situación de vulnerabilidad, con menos derechos y sufriendo mucha desigualdad. La integración de estos grupos sociales no se da de forma natural y, por desgracia, se tratan como a una clase más baja.
Afortunadamente, gracias a la educación y las políticas sociales que se están aplicando en los últimos años, la sociedad está un poco más concienciada de esta discriminación. El concurso es libre y la autoría puede hablar de lo que le plazca, pero, ¿entonces por qué «no se puede decir ya na»? El público aplaude y condena lo que le parece que está de más o de menos y parece que este tipo de humor no es ya tan bien recibido. Es por ello que los autores se ven obligados a cambiar de estrategia y se quedan vacíos de ideas evitando estos temas, en lugar de interesarse y aprender a acatarlos con un humor ascendente. Con humor ascendente me refiero a señalar y ridiculizar a «quien está arriba», quien tiene el poder, quien pisotea, quien discrimina, quien ningunea y maltrata.
En mi opinión, al ridiculizar a personas que «están abajo» en la pirámide social, no ejercemos humor, sino violencia. El humor se lleva a cabo cuando se reivindica algo injusto y, precisamente el Carnaval de Cádiz se basa en eso, una clase social baja (por índole económica) reivindica sus derechos, alza la voz para luchar contra la opresión y llevamos esta energía por bandera pero, no sólo debe ser así cuando los afectados somos nosotros o nosotras, sino que deberíamos usarlo como herramienta social transformadora para darle la vuelta a la tortilla.
Quizás no es que no se pueda decir nada, sino que no estamos lanzando la flecha del humor en la dirección correcta. En las callejeras, donde casualmente el humor chirigotero tiene últimamente más prestigio y reconocimiento que el del propio concurso, hay más conocimientos y formación en las autoras y los autores y encontramos un humor ascendente, de calidad y actualizado. Es un buen espejo al que mirar, no sólo en las cupletinas, sino también en la forma que tienen de ver el Carnaval de Cádiz, como parte del mundo, mirando hacia fuera y no sólo hacia dentro.
Desde la retransmisión mediática del Carnaval de Cádiz por todo el mundo a través de las redes sociales, hacer carnaval no es solo un arte popular, es una responsabilidad social, así que «si no sabes de qué hablar, cómprate un libro, Juan.»