pan y circo
Primer aviso
'El Cádiz cometió ante el Zaragoza un sinnúmero de errores infantiles que pusieron en bandeja la victoria a los visitantes'
Semana confusa, convulsa, dura, ensombrecida por los más negros presagios, la que ha vivido el cadismo tras la goleada sufrida en casa frente al Zaragoza. Un partido que, a modo de bienvenida a la nueva categoría, no está nada mal, y que se puede resumir a modo de advertencia rotunda y esclarecedora: 'esto es lo que os espera si seguid por el mismo camino'. Y lo peor del caso es que ese camino que ha emprendido el Cádiz, no parece que cuente con muchas veredas, con reales alternativas que puedan rectificar su dirección.
Casi la misma plantilla que fracasó con estrépito la pasada temporada, goza de continuidad en la presente, al tiempo que agota el límite salarial. Con lo cual, la posibilidad de refuerzo con nuevas incorporaciones queda completamente anulado, salvo que se pongan con éxito en el mercado los elementos más cotizados del plantel. A ello hay que añadir una caótica planificación que ha generado una plantilla absolutamente desequilibrada, en la que sólo se cuenta con un lateral izquierdo, tres son los hombres disponibles en calidad de centrales y, en la decisiva zona de vanguardia, únicamente contamos con Roger y Chris Ramos, cuyos niveles de acierto con el marco contrario son en extremo preocupantes.
Ante este panorama, emprender así la ardua, larguísima, exigente andadura por la Segunda División se antoja demasiado arriesgado, iluso y temerario. El primer aviso serio lo tuvimos la noche del pasado viernes, en la que, al margen de todo lo demás, el equipo cometió un sinnúmero de errores infantiles que pusieron en bandeja la victoria a los visitantes. Todos los goles encajados fueron perfectamente evitables, pues vinieron precedidos de fallos garrafales, en conjunto algunos, individuales otros, pero enojosamente impropios del fútbol de élite.
Puestos a ser optimistas, a querer entrever una ráfaga de luz entre tanta oscuridad, nos podemos quedar con esos veinte minutos de la segunda parte en la que el Cádiz encerró al rival en su área y hasta circuló con criterio el balón, que siempre acababa en los pies de un inspirado y desequilibrante Ocampos.