El Alfiler
Paciencia y un purito
Paco López anda mareado y podría decirse que aún ni ha llegado, pero si el cadismo quiere disfrutar alguna vez debe olvidar la clasificación y blindar a su equipo en casa en aras de la mejoría
Podría decirse que Paco López anda tan mareado en la nave cadista que habría hasta que considerar que aún no ha llegado pese a haber firmado en el pasado mes de julio. Obvio que tantos meses tirados a la basura son más que motivos apremiantes para poner en duda y pedir explicaciones al entrenador de Silla, que por otro lado da y se le agradece. Pero no, no vale que el atasco mental de sus jugadores sea puesto como excusa porque son esos jugadores, según sus palabras, los que él ha querido que estuviesen a sus órdenes dándole el visto bueno al club para que consiguiera la continuidad de todos ellos. Como si en las puertas de Carranza hubiera habido una legión de clubes en fila india presentando ofertas a cascaporro... Y no, nada de eso ocurrió porque estos jugadores están en el Cádiz y en Segunda porque el año pasado dieron claras muestras de ser de Segunda, categoría a la que han vuelto salvo otros que tampoco dieron muchas razones para seguir en las distintas elites en las que siguen Conan Ledesma, Robert Navarro, Machis, Ousou, Javi Hernández, Meré y Sergi Guardiola.
Por eso, es de lo más normal que el cadismo esté de uñas con todo. El juego del equipo sigue siendo un insulto, pero lo más grave es que antes se sabía a qué se jugaba, que no era otra cosa que a hacer el ridículo. Ahora, en cambio, se sigue haciendo, pero con el extra de que se hace en una categoría inferior, con una plantilla superior y con un entrenador 'top' que venía para practicar un fútbol que por aquí ni se recuerda. Por tanto, el ridículo es aún mayor.
Todo lo que rodea al club tampoco ayuda. Es cierto que parece que el siempre combativo discurso del Manuel Vizcaíno parece haberse instalado en una calma chicha que refleja a la perfección lo que despide una entidad a la que si se le frota un poco es muy probable que salgan manchas por todos lados. Como los problemas de Fali con su contrato, o la situación del preparador de porteros Lolo Bocardo, que no viajó a Huesca y que no tiene muy claro su futuro en el club, o la relación del vestuario con la directiva después de una barbacoa que se iba a dar en El Rosal y que finalmente no se dio por el posible plantón al presidente de los jugadores...
El ambiente está más que calentito y lo único que puede detener esta sangría de preocupaciones son las victorias de un equipo que anda con la cabeza en otro sitio. Y no por dejación de funciones, sino, y aquí la gran preocupación, porque parece estar dando la sensación de que la situación le supera, que la camiseta le pesa y que el estadio Carranza se ha convertido en su peor enemigo.
Por todo ello, se necesita más que nunca a una afición madura, que valore lo que quiere este año y los siguientes. La fina raya que separa a un gran equipo de otro vulgar y machacado se está apreciando claramente en este Cádiz CF, que cuenta con el peor entrenador posible en un momento de lo más delicado. Y claro que Paco López no es un mal entrenador. De hecho, era el preferido de todos este verano. El caso que se ponga como se ponga y que pretenda hacer lo que no puede hacer, le va a resultar muy complicado conseguirlo con una defensa tan adelantada como lenta y unos porteros que podrían crecer abismalmente con un equipo que los proteja y no con uno que deja atrás más espacios que una playa en diciembre. Es sencillo.
Este negocio está montado como está y Vizcaíno sabe de él un rato grande. En estos momentos, el club no tiene pensado dar un brusco giro de timón y se confía en Paco López pese a que ni los resultados ni el juego gusten al presidente. La confianza es plena, pero en esto del fútbol lo que hoy es negro mañana ya es blanco. Y más con Álvaro Cervera paseándose por Cádiz agitando en el entorno un debate que tampoco une a todo el mundo. Es evidente que un entrenador aferrado a tesis elementales mejoraría la defensa, alejaría los fantasmas del descenso en un par de meses y pondría a caminar a este Cádiz CF a los 'play off' de ascenso con casi total seguridad. Pero, ¿harían faltas esas alforjas para un viaje de vuelta al pasado? Ahí de nuevo la pregunta.
Este mensaje no es tanto para el presidente como para la afición. ¿Qué quiere? ¿Volver a ganar con un juego soso, ramplón y destructivo o hacer el camino más largo? Ese que abriría un sendero donde igual de aquí a un tiempo Carranza pueda disfrutar con un juego de acción y no de reacción; más creativo, más imprevisible, más divertido, mejor. Indudablemente, como en todos los senderos los pasos no serán sencillos. Es más, puede que hasta resulten peligrosos y que se resbale por un desfiladero. Pero no hay que ser pesimista, ojo, tampoco tirar de un ingenuo optimismo cuando nada se ha visto. El equipo está por los suelos y aún no sabe casi que ni gatear. Da pena verlo, pero una cosa no debe evitar que se vea otra: hay equipo para no pasarlas canutas. Tampoco para ascender en estos momentos, he ahí la consigna idónea que ha de entrar en la mollera del cadismo. Hoy por hoy, pensar en ascender es un quimera. Y no solo eso, traducir ese exigente objetivo con pitos en el estadio haría un flaco favor a jugadores que en estos momentos no son más guiñapos a los que se les está pidiendo que se monten en un monociclo con una bandeja en una mano y haciendo malabares con tres naranjas en la otra.
Por todo ello, Carranza, en aras de un futuro buen fútbol, debería tener paciencia con este equipo por mucho que no se le merezca; dejarlo crecer hasta un enero que traiga refuerzos defensivos y no atosigarle con la media de puntos que debería tener un recién descendido. Llevaba razón Paco López con eso del contexto en el que se encuentran unos jugadores que llevan impregnada la idea durante muchos años de jugar al pelotazo mientras se ordenaban en defensa. Asimilar nuevos y arriesgados conceptos en pos del divertimento va a ser muy complicado, seguro. E imposible si se cuenta con la airada protesta de un público que en vez de jalear y blindar a los suyos los defenestran. Por mucha razón que se lleve en el cemento, ahora mismo lo que se intenta en el verde no es más que agradar a pesar de todo lo que se está viendo, que es nada.
Libre se es de tomarse el fútbol como se quiera desde el respeto, pero no estaría de más ir a Carranza con la filosofía de alguien mesurado, tranquilo y disfrutón. Quién sabe si es la mejor receta para que de aquí a un tiempo poder decir mientras se disfruta un fútbol vistoso en Primera: 'Yo vi jugar a este Cádiz cuando daban ganas de llorar, pero al que respetamos en su edad más mala'. Paciencia y un purito.