Cádiz CF

Un año después

Cervera recaló por nuestra ciudad, donde apenas nadie apostaba un duro por su éxito

Cervera, en el banquillo local de Carranza, en el partido ante el UCAM de la temporada pasada, donde comenzó a ver detalles positivos.

A falta de sólo ocho jornadas para la conclusión del campeonato, ya nos encontramos prestos y dispuestos para disfrutar de las fuertes emociones que deparará este inminente final de temporada . Trepidante conclusión del ejercicio, a cuyas emociones y sobresaltos nos ha conducido la óptima campaña llevada a cabo por el equipo.

De la defenestración en los oscuros laberintos de la Segunda B hemos pasado, en el solo transcurrir de un año, a vivir inmersos en la ilusionante pelea por el ascenso a la máxima categoría. Un año, el tiempo que dista de la penumbra y el pesimismo en que vivía inmersa esta afición a la luminosidad y el optimismo con que ahora contempla esperanzada su futuro. Un año, justo el tiempo que el vestuario amarillo viene siendo dirigido por la batuta prodigiosa, milagrosa y proverbial de ese auriga del cadismo que es Álvaro Cervera.

Tan bajo se encontraban los ánimos y tan lejana se adivinaba la posibilidad de subir a Segunda División cuando el mallorquín recaló por nuestra ciudad, que a penas nadie apostaba un duro por el éxito del nuevo míster. El escepticismo y la guasa gaditana, tan ahíta de fracasos y tan proclive a lo surreal, incluso gestó inmediatos chistes y chascarrillos sobre el nuevo inquilino del banquillo cadista.

Así, algunos identificaron directamente el rostro y la anatomía del reciente entrenador fichado por el Cádiz CF con las de un esforzado profesor de catequesis. Otros, en cambio, coincidían en adjudicar tales facciones a las de ese señor que siempre manda guardar silencio en las bibliotecas. O sea, que se le aventuraba más futuro en cualquier actividad anónima y mundana que para lo que vino a este equipo y a esta ciudad, que no era otra cosa que ascender al Cádiz CF a la división de plata del fútbol español. Propósito que felizmente conseguiría dos meses después, tras saber imponer, sobre la marcha, su talante sencillo y directo, su estilo diáfano y simple, tan alejados de esa retórica afectada, prolija y hueca que tan en boga está entre los técnicos de postín.

  

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