Pan y circo
Ominoso VAR
'Su alevosa actividad se ha reducido a desvirtuar y enmarañar el normal desarrollo del juego'
![Pepe Reyes: Ominoso VAR](https://s3.abcstatics.com/media/canal-amarillo/2023/01/18/v/1200px-VAR_System_Logo.svg-kIzC--1248x698@abc.png)
Si para algo servía ese siniestro, aséptico, fantasmal artefacto denominado VAR, era para trazar inapelables geometrías y otorgar su omnímodo dictamen en la siempre complicada observación del fuera de juego. El resto de su alevosa actividad se ha reducido a desvirtuar y enmarañar el normal desarrollo del juego, inventando un reguero de faltas inexistentes y elevando hasta cotas sperpénticas el ya ininteligible mundo de las manos en las áreas. El fútbol es un acontecimiento dinámico, fluido, de permanente contacto, por lo que resulta totalmente improcedente dictaminar lo que es o no punible desde la distante, engañosa perspectiva de una imagen congelada. Ni todos los roces fortuitos entre rivales pueden señalarse como faltas, ni todos los pequeños e involuntarios pisotones se han de castigar con tarjetas ni cualquier rocambolesco rebote en un brazo puede ser penalizado. En esta inaudita hipérbole del desquiciamiento estábamos cuando acabamos de descubrir una renovada faceta en el ominoso proceder del VAR, una insólita variante que lo convierte, aún, en más imprevisible y pernicioso: desde esta última jornada ha quedado instaurado el ya insondable concepto de la discrecionalidad, a la hora de proyectar o no las pertinentes líneas que aclaren un fuera de juego. Si pensábamos que esa fría, distante maquinaria se ponía en marcha de manera mecánica y en igualdad de condiciones para todos, equivocados estábamos. Adiós a la inocente credulidad en la justicia unánime y ecuánime, aquella que emanaba y se impartía desde la atalaya impersonal de una infalible tecnología. Para bien o para mal, habíamos asumido el dictamen igualitario notificado por unas rayas de colores que, asistidas de milimétrica precisión, policromaban de súbito la pantalla y proclamaban la indiscutible exactitud de un outside. Pero todo consistía en un ingenuo espejismo, nada es lo que parecía ni como nos lo contaron. Pues todo queda supeditado al arbitrario albur de una decisión humana. Para tan corto y decepcionante viaje no necesitábamos las grandilocuentes alforjas de tanto VAR y su cohorte de angostos sanedrines, ungidos de misterio, distanciamiento y autoridad. Esto ya lo conocíamos: los errores deciden y siempre ocurrirán en casa del débil.