Pan y circo

Monótona perfección

'Qué lejos queda aquel fútbol que conocimos en comparación con el actual'

algunas de las estrellas de la Eurocopa multidese.
Pepe Reyes

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Esta sucesión de partidos de alto nivel que contemplamos a diario con motivo de la Eurocopa ha venido a confirmar el estandarizado carácter que el espectáculo futbolístico ha adquirido y en lo que, poco a poco, se ha convertido: un juego muy distinto del que fue. Una maquinaria ajustada a la perfección, un engranaje exhaustivo, unos movimientos tan elaborados, tan estudiados, tan entrenados y tan bien aprendidos que pareciera que los jugadores constituyesen meras piezas casi infalibles que escenifiquen sobre el césped milimétricos conceptos preestablecidos.

Sobre la imprescindible base de una esmeradísima condición física, rayana en su rigor a la del más exigido atleta de élite, el fútbol se desliza hacia un juego robotizado , repetitivo, previsible, ajustado para evitar el error y en el que se ha restringido, cuando no privado del todo, la chispa, la inspiración, el arrebato individual, el deleite inesperado que brota de un soplo de genialidad.

Nadie asume riesgos en el campo, casi nunca se ve encarar en busca del desborde con un regate. Los centrocampistas juegan a mantener su posición y a no perder el balón bajo ninguna circunstancia, ya no se giran, ya no amagan para buscar un desplazamiento óptimo y los pases en profundidad casi siempre lo evitan, pues priva la monótona posesión al riesgo de un lanzamiento entre líneas.

Es tal este culto al juego de toque sin progresión que a veces los partidos parecen que se fragmentaran, que se dividieran en pequeños partidos de fútbol sala repartidos por todas las zonas del campo. Mucha presión, mucha combinación en corto pero nada de encontrar cuanto antes la espalda del contrario, objetivo básico de toda jugada de ataque.

Qué lejos queda aquel fútbol que conocimos, en el que los encuentros se decidían según dictaminara la balanza de los diez duelos individuales de mutuo marcaje que se establecían a lo largo y ancho del terreno. Era todo un despropósito táctico, pero elevaba al regate como arma primordial y permitía la apertura de huecos donde lanzar y correr. Hoy todo es medido y perfecto. Pero la perfección es muy aburrida.

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