Pan y circo

Estío

'Cuánto se añoran las tardes de fútbol, en las que se olvidaba el resto de asuntos'

El Cádiz ya ha comenzado a trabajar. A. V.

Qué largo es el verano. Qué pereza y qué hastío provocan las calendas del estío. Estos obligados meses sin fútbol condenan al aficionado a un deambular errante por un inhóspito desierto, a caminar por un páramo abisal donde no crece la hierba de la incertidumbre ni la tensa arboleda de las emociones. Ayuno de balompédicas pasiones, este prolongado paréntesis estival pareciera eternizarse en un duro, áspero transcurrir, en el que la vida se atasca y el ánimo se desmorona entre la viscosa espesura de actividades fútiles.

Los fines de semana, otrora cúspides del ardor y el entusiasmo, carecen ahora de sentido, gobernados por un caótico limbo de intrascendencias, convertidos en un territorio yermo, compuesto por irrelevantes, inacabables jornadas, ahítas de la más absurda nimiedad. La existencia, aturdida y extraviada, reducida a la nada, porque sin pálpito competitivo hasta el pulso parece desvanecerse. Cuánto se añoran las tardes de fútbol, en las que se olvidaba el resto de asuntos y todo se preparaba para lo prioritario: acudir, presto, a la cita en el estadio para ver al equipo u organizar domésticamente la estancia vespertina para contemplarlo por televisión. Aún transitamos desorientados por los albores de julio y es como si hubiera pasado un lustro desde que sufrimos y gozamos con esa trepidante última jornada en Vitoria, coronada de gloria con la rúbrica triunfante del gol de Lozano. Un horizonte de renovadas ilusiones se nos abría ese día, con las expectativas puestas en el regocijo de una nueva temporada en primera división. Entusiasmados con el nuevo Cádiz que veremos, esperanzados en que la venidera sea una campaña placentera para el cadismo, pródiga en logros, triunfos y proezas, sólo nos queda aguardar la llegada de un, aún lejano, 14 de agosto para retomar la verdadera vida en nuestro teatro de tragedias, alegrías y pasiones que es el viejo Carranza. Entretanto, sobrellevemos de la mejor manera este absurdo y obligado tránsito canicular. Que sólo ha venido a confirmar lo que ya intuíamos: que la vida sin fútbol es un error, una tarea inútil.

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