Pan y circo

Desahogo baldío

'Como era previsible y como mucho nos temíamos, volaron los tres primeros puntos de la temporada'

Mabil debutó con el Cádiz ante la Real. Francis Jiménez

Como era previsible y como mucho nos temíamos, volaron los tres primeros puntos de la temporada en nuestro feudo. Puntos que tendrán el mismo valor que los que se disputen a lo largo de la campaña con las plantillas rematadas e incluso que aquellos que se pongan en juego en esas jornadas postreras y decisivas de la competición. Punto que vuela se convierte en un punto que jamás retornará. El aspecto positivo de que esto ocurra en los albores de la liga reside en que aún existe amplio margen de mejora y mucho tiempo para reaccionar. Y cierto es que se perdió, que se dio cierta imagen de impotencia ofensiva, pero el equipo no dio sensación de hacer el ridículo en ningún momento. Al contrario, compitió con denuedo y amor propio a lo largo de todo el duelo y nunca fue un juguete en manos de la Real, conjunto armadísimo, compacto y plagado de grandes jugadores, que, salvo en los minutos de prolongación y en la pifia que propició el gol, apenas pudo generar ocasiones de verdadero peligro. Sólo tenemos que recordar cómo se desarrollaron los partidos en casa frente a este mismo equipo en las dos citas precedentes, para valorar en su justa medida el esfuerzo realizado y el serio trabajo desarrollado por los nuestros. Partido en el que se hubo de presentar un once de circunstancias, plagado de bajas y con varios hombres, como Fali, Arzamendia y Perea, ubicados en posiciones inhabituales. Pero urgen los refuerzos. El tiempo corre, las jornadas se consumen de manera presurosa y la experiencia dicta que hay que presentarse más armado para transitar con opciones en esta máxima categoría. Y, al margen de manifestar esta exigencia de nuevos y buenos futbolistas, la afición también debe de estar a la altura del momento y brindar más calor e incondicional apoyo al equipo. No basta con pedir a coro la dimisión del presidentes. Actitud esta, que desde que los clubs se convirtieron en sociedades anónimas, no deja de constituir un desahogo de rustraciones, tan baldío como estéril.

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