Pan y circo
Demasiada ansiedad
'Tiempo es ya de sobreponerse a tantas amarguras e ignominia'
Tras la estupefacción y el desencanto del aciago desenlace del partido frente al Getafe, tiempo es ya de sobreponerse a tantas amarguras e ignominias y no enredarnos demasiado en premoniciones fatalistas ante tan pertinaz reiteración de agravios. Parece que debemos asumir que cada vez que el Cádiz arribe a la finalización de un encuentro con ventaja en el marcador, estemos condenados a padecer una prórroga añadida de, al menos, diez minutos, hayan existido o no circunstancias que la motiven.
Parece, también, que ese ominoso artefacto denominado VAR es un artilugio que sólo se pone en funcionamiento para escudriñar con alevosa minuciosidad cualquier lance del juego que pueda afectar gravemente los intereses amarillos. Nunca o casi nunca se ha utilizado para favorecernos. Lo cual puede que sólo responda al inocente resultado de una casualidad. Pero no debemos olvidar que, por regla general, las casualidades no existen. Y si alguna vez existen es porque estuvieron muy bien preparadas.
Toda esta carga de pesares sobrevenidos no pueden ocultarnos otra realidad, que sí está en nuestra mano modificar: con 2-1 a favor, con un futbolista más y a falta de pocos minutos, es imposible gestionar peor el juego que como lo hizo el Cádiz. En lugar de aprovechar la superioridad numérica para controlar y esconder el balón, mover al rival de banda a banda y dejar que pasara el tiempo, el equipo pareció entrar en pánico. Lo que se presumía, por fin, un final de encuentro más o menos placentero, se convirtió en un inesperado cúmulo de nervios, de ansiedad y de precipitaciones, de pelotazos sin ton ni son, de incapacidad, en suma, de poner el temple necesario para guardar el preciado botín de la victoria. Propósito al que poco ayudó también la entrada al campo de José Mari, de cuya recuperación todos nos alegramos, pero la tensión y ritmo de partido le sobrepasaron de tal manera que varias pérdidas suyas nos condenaron a acular la defensa sucesivamente en nuestra área. Estado de general excitación que tuvo su nefasta prolongación con unas agresiones que tanto nos van a pesar.