Pan y circo

Como decíamos ayer

'Las cosas pueden cambiar, sí, pero con la única finalidad de que se mantengan igual'

la afición ha vuelto a su casa 17 meses después. f. j.
Pepe Reyes

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Dicen que la vida no es más que eso que pasa mientras dilucidamos qué hacer con ella. Del mismo modo, se puede concluir que un año y medio en la vida de un cadista es sólo ese intervalo inútil, baldío, nebuloso, que media entre la última ocasión que presenciaba a su equipo en Carranza y lo volvía a hacer, diecisiete meses después, y aún siendo el mismo sitio, en el Nuevo Mirandilla.

El tiempo pasa, el mundo cambia, los usos cambian , el fútbol y hasta los nombres cambian, pero lo único perdurable es la pasión, la entrega incondicional y el amor de una afición por su equipo. Con el sereno estoicismo de Fray Luis de León, 'como decíamos ayer…', como si hubieran transitado por el ingrávido hilo de un paréntesis inadvertido, las huestes cadistas retornaban a su añorado templo para iluminarlo con el ardiente pálpito de sus vivos colores, para rendir renovada pleitesía al Cádiz de sus alegrías y pesares. Al que una tarde de invierno vieron en Segunda y otra tarde de verano, pero del siguiente año, lo ven en Primera.

En el entretanto, una temporada maravillosa en la máxima categoría, que la afición hubo de conformarse con seguirla desde la ominosa diáspora del aislamiento televisivo.

Porque todo es un permanente fluir sobre la apariencia de continuidad, las cosas pueden cambiar, sí, pero con la única finalidad de que se mantengan igual. Extremo que la afición cadista pudo confirmar cunado advirtió el desenvolvimiento de los futbolistas en el campo y la consiguiente entrega que del balón y el juego al contrario ejercían los amarillos. Circunstancia que adquiría síntomas de creciente preocupación cuando se veía que cada vez costaba más robar, se erraban pases sencillos, el contragolpe no existía y el rival merodeaba con progresivo peligro el área de los locales. Y, para que todo se encauzara según pautas tradicionales, un arreón de pundonor y una notable mejora en la ubicación durante la seunda parte bastaron para empatar el encuentro en el último suspiro. Para delirio de la afición y sosegada esperanza en el futuro.

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