Cadiz CF
Noche negra
Vendrán partidos que obliguen a cambiar y no siempre fallaremos tanto ni se mostrarán tan atinados los rivales
Llovía con persistencia, con furia arrebatada en Balaídos. Otoño descarnado de Galicia, agua y viento, charco y nube, crisol desquiciado de inclemencias, que fue fatal emboscada para el cuadro gaditano . Noche aciaga entre chubascos, bajo el catafalco denso de sucesivas borrascas, la tormenta no paraba. Ni en el cielo ni en el campo.
Bastó una febril conjunción cósmica de cuarenta y cinco minutos para que, atribulado bajo la inusitada ira de tantas tempestades, el Cádiz naufragara. Inesperado vendaval de goles, tanto los encajados por Ledesma como los errados en la puerta contraria , cuyo abultado y desiquilibrado cómputo marcaría definitivamente el devenir de un insólito partido.
Con la puntería desafinada, de nada valdría la rápida circulación de balón que se advertía ni las ocasiones creadas, pues del ¡Uy! en una portería se pasaba, de inmediato, al gol en la contraria, que siempre era la del Cádiz. Unas veces por errores propios y otras por magistrales aciertos de ellos, el caso es que cuatro disparos celestes en la primera parte vinieron a significar otras tantos goles recibidos . Inaudita efectividad, que poco a poco desmoralizaba y que acabó por condenar de manera abrupta a los amarillos.
Hasta el tres a cero en el minuto 41, el duelo se advertía bonito, fluido y equilibrado, en el que el marcador aún estaba en el aire y el Cádiz, bien plantado, valiente y ofensivo, no había dicho la última palabra.
Marchar a vestuarios con el cuatro a cero en la espalda supuso un mazazo tan cruel como poco definitorio de lo ocurrido hasta entonces sobre el césped. No se puede hablar de injusticia porque este imprevisible juego nada sabe de equidades, pero se ha de reconocer, al menos, que en esa infausta noche los hados dieron la espalda a los gaditanos.
Tiene razón Cervera cuando exclama que esos riesgos en el juego de ataque se hallan fuera de la labrada identidad del equipo , pero vendrán partidos que obliguen a cambiar y no siempre fallaremos tanto ni se mostrarán tan atinados los rivales. No todas las noches serán tan negras como en Balaídos.
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