Cádiz CF
Todos somos Cala
El futbolista del Cádiz CF es una víctima de toda esta historia. Tanto o más que el propio Diakhaby

No conozco absolutamente de nada a Juan Cala, más allá de que es un defensa central de absoluta garantía para el Cádiz CF que además va bien de cabeza. Goles importantes ha marcado tanto en Segunda como en Primera. El del domingo ante el Valencia, sin ir más lejos. Nada sé de él en su faceta personal, o al menos nada sabía hasta esta semana. Pero sí conozco muy en profundidad toda la polémica vivida desde el pasado domingo a partir de ese fatídico minuto 29 de partido. Junto a la sección de Deportes de esta casa he analizado una y otra vez el vídeo de la jugada, cada uno de los gestos, de las palabras. Hemos hablado con buena parte de los implicados, con especialistas. Es nuestro trabajo: oír, ver y contar. Desde la honestidad y sin dejarnos llevar por el color amarillo de la camiseta del Cádiz en un tema extremadamente serio. Extremadamente delicado. Tras horas de debate, de análisis, la principal conclusión que sacamos, lo único que está absolutamente demostrado, es que Juan Cala ha sido víctima de un bochornoso –y muy peligroso– linchamiento público. Cala es una víctima. Tanto o más que Diakhaby. Incluso desde antes de que el Valencia se retirara al vestuario, ya estaba siendo lapidado en las perversas y ruines redes sociales. Luego ha venido todo lo demás.
Ayer, el lebrijano afirmó con absoluta rotundidad que jamás pronunció la tristemente famosa frase. «Negro de mierda». Personalmente yo sí le creo. Después de todo lo visto, oído, analizado, debatido... yo sí le creo. Quizá usted no lo haga. Perfecto. Pero el ‘quid’ de la cuestión es que da exactamente igual cuál sea mi opinión o la suya. Lo fundamental es que no hay la más mínima prueba, ni por asomo, de que así fuera. La famosa presunción de inocencia. Decenas de cámaras, de micrófonos, y nadie oye nada. Sólo Diakhaby. Si se analiza detenidamente la jugada, se puede ver con claridad que el portero del Valencia, Jaume Domenech, está tan cerca de Cala como el propio jugador francés . Y en ningún momento oye nada.
Especular podemos especular todo lo que usted quiera. Desde que Cala lo dijo a que Diakhaby se lo inventa para provocar una segunda amarilla . O que Cala dice otra cosa y Diakhaby le entiende mal (un francés interpretando a un lebrijano). Mil y una posibilidades. Pero lo que es irrefutable es que no hay pruebas.
El problema es que todo este asunto tiene un germen muchísimo más profundo, que trasciende a Cala y a Diakhaby, al Cádiz y al Valencia, que va mucho más allá del fútbol, aunque sin duda todo lo que rodea al balompié se magnifica de forma exponencial. Obviamente todos debemos combatir el racismo . Es una cuestión tan de perogrullo que no insultaré su inteligencia exponiendo argumento alguno. En cualquiera de sus expresiones, por leve que sea. Si se demuestra cualquier acción racista, en el fútbol o fuera de él, su autor debe ser castigado. Pero insisto, si se demuestra. Y también con proporcionalidad, como todo en la vida. Porque voy más lejos. Aún en el caso de que una persona, de demostrada trayectoria solidaria con colectivos de otras razas, pronunciara en un momento de ‘calentón’ en el contexto de un partido tan lamentable frase, eso no le convierte en racista. Le puede convertir en otras muchas cosas, pero no necesariamente en racista . Lo mismo que si ofende a la madre o a los muertos del rival, a los que con total seguridad ni conoce. Me niego a comprar el discurso populista, infantiloide, ridículo, cobarde, oportunista, bajuno , de todos los que han aprovechado la ocasión para ‘demostrar’ que ellos son los más solidarios, los más comprometidos, los propietarios de la moralidad. Desde el último tuitero que se esconde tras un seudónimo a Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Echenique, Rufián, Kichi o Teresa Rodríguez –no podían faltar– y todos aquellos que de forma más o menos directa no han dudado en echar leña a la hoguera en la que ha ardido Juan Cala.
Al final, y esto también es un hecho demostrado, ha sido la hipocresía de un sector de la sociedad la que ha puesto a un futbolista, a una persona, a un hombre, a los pies de los caballos. Sin piedad. Y volviendo al principio, a lo importante: sin la más mínima prueba. Acusándole de algo tan grave que puede acabar con su carrera profesional. Incluso el propio entorno del Valencia CF, aún siendo más entendible su postura, debería medir más sus palabras. Porque una cosa es apoyar a tu jugador y otra lo que están haciendo.
Mi más profundo respeto a Diakhaby . Mi solidaridad con un joven que, mientras no se demuestre lo contrario, simplemente ha podido creer entender una expresión que nunca se pronunció. Pero exactamente en la misma medida, mi solidaridad con Juan Cala, que es evidente que lo está pasando mal, muy mal, que está pagando los pecados de un país idiotizado, que no encara los problemas, como el del racismo, con verdadero coraje y afán de solucionarlo, sino quedándose en la superficie. En la frase hecha.
Todos somos Cala. O deberíamos serlo.