CÁDIZ CF
A expensas del albur
"Las sensaciones percibidas no invitan a excesivas cotas de optimismo"
Sufrimiento, nerviosismo, desasosiego, tensión. Cada localidad del Carranza, como si de un reservado y emocional potro de tortura se tratase, se erigía el pasado sábado en improvisado habitáculo de tormento para unos aficionados que esperaban, ansiosos, el redentor pitido final. Densos, largos, espesos, los minutos parecían transitar con cadencia perezosa, desesperadamente lenta, angustiosamente trágica.
Generalizada congoja que no supone más que un certero exponente de lo que nos espera hasta final de temporada, de la que aún restan doce taquicárdicas y decisivas jornadas. A pesar de que tan importante partido se saldara con triunfo, las sensaciones percibidas no invitan a excesivas cotas de optimismo ni a entregarse, relajados, al feliz estallido de la euforia. El juego desplegado por el equipo no difirió mucho del que se contemplara en citas precedentes y el resultado, al igual que ocurrió en aquellas, quedó a expensas del albur en el desenlace de jugadas puntuales. En esta ocasión se resolvieron de manera favorable, pero bien pudo haber sucedido todo lo contrario, tal como padecimos frente a Málaga y Sporting.
Como bien reconoce Álvaro Cervera, al conjunto le faltan muchas cosas para que pueda ser catalogado como indiscutible favorito al ascenso. Una vez que nos adelantamos en el marcador frente al Almería, cuando todavía quedaba más de media hora de juego, todo lo confiamos en mantener con uñas y dientes la ventaja, replegar líneas, aplicarnos en tareas defensivas y esperar que corriera raudo el reloj. Pero si carecemos de temple y frescura para retener el balón y éste se entrega de forma sistemática al contrario, el riesgo al que quedamos sometidos se multiplica. Lo que muestra, además, una inconsistencia demasiado palpable para un plantel que cada domingo ha de renovar sus credenciales como favorito.
Tanto tiempo cerrando huecos, corriendo detrás de rivales, despejando pelotas ‘in extremis’, extenúa, desespera y agota. No existe mejor defensa que la ejecutada con la posesión , pues con ella se evita el peligro a la vez que se descansa. Suerte que apenas practicamos y que, en determinadas situaciones, tan necesaria se antoja.
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