CÁDIZ CF

Cambio de careta

El Cádiz CF afronta la recta final de la temporada con la permanencia garantizada y situado en una posición privilegiada

Pepe Reyes

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El Cádiz CF pasa por un gran momento.

Por fortuna, nos estamos acostumbrando a disfrutar del cotidiano regalo que nos deparan las páginas de resultados y clasificaciones de los periódicos. En la incontestable relación jerárquica que marca la tabla clasificatoria, en esa dictadura, aséptica y vertical, que remueve sus elementos cada domingo, hace ya varios meses que el Cádiz CF ocupa una posición excepcional. A falta de trece jornadas para la conclusión de la maratoniana temporada de Segunda División, nuestro equipo se halla situado en la privilegiada tercera plaza , a once puntos del ascenso directo, a siete del séptimo clasificado y a diecisiete del descenso. Números que hablan, por sí solos, del incontestable éxito obtenido en la presente campaña.

Y si las cifras ya determinan la feliz consecución de iniciales objetivos, mayor esperanza depara aún el alto nivel mostrado por una plantilla, que ha sido correctamente apuntalada en el mercado de invierno y cuyo tope de rendimiento todavía se advierte lejano y con amplio margen de mejora. El resultado que se obtenga en los próximos duelos, frente a Girona y Tenerife, marcarán el inmediato devenir de los amarillos, que si fueran capaces de saldarlos de manera positiva, tal vez se verían ya obligados a, como textualmente dijera su propio entrenador, “quitarse la careta”.

Obligada careta de paciente y humilde cordero, cuyo papel estaba obligado a desempeñar en este año del retorno al Fútbol Profesional. Careta que había que colocarse con sumo esmero para que, a las primeras de cambio, no nos partieran el careto. Como, por desgracia, en tantas ocasiones ha ocurrido durante la reciente historia del cadismo. Pero tras los numerosos triunfos obtenidos y los que, con total seguridad, están por llegar, habremos de proceder al ineludible trueque de faz o cambio de careta. Dejaremos la máscara del atemorizado cordero para asumir el rol renovado de un lobo que cree en sus propias posibilidades y que no cejará en su empeño hasta haber alcanzado su objetivo. No el lobo de la bravuconería y de la arrogancia sino el verdadero lobo que nos encarna: el del esfuerzo, la fe y la lucha sin cuartel.

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