Cádiz CF
Al vaivén del oleaje
El Cádiz CF vuelve a parecer que pierde fuelle en el tramo final del campeonato
Con sólo dos aproximaciones al área contraria durante todo el partido, un gol anulado en la primera parte y una jugada individual de Perea en la segunda, pocas opciones de victoria pueden barajarse.
El encuentro disputado en el Martínez Valero resultó un calco de los contemplados tras el confinamiento: incapacidad ofensiva, ideas limitadas y un fútbol previsible y ramplón, cuya permanente falta de dominio provoca que el finísimo límite que separa el triunfo de la derrota dependa de avatares incontrolables de la fortuna. Hados que únicamente resultaron favorables en Soria, donde se ganó mediante jugada a balón parado en tiempo de prolongación, y nos fueron esquivos frente al Tenerife, con el que se perdió sin casi merodear el área rival. El resto, se ha saldado con una sucesión de tablas tan insulsas como improductivas, de cara al pretendido despegue en la clasificación.
Como ocurriera en temporadas precedentes, donde siempre nos quedamos en la recurrente y misteriosa barrera de los 64 puntos, el equipo parece perder fuelle en el tramo final del campeonato, hasta el punto de tirar por la borda el trabajo desarrollado durante toda la campaña.
Acostumbrado a fiarlo todo al orden y a la férrea disciplina táctica sobre el campo, en el momento en que varios futbolistas llegan algo tarde a la presión, todo el engranaje organizativo se desmorona, se obliga a correr tras el balón más de lo asumible y se descubren unos huecos entre líneas que pueden resultar letales. A lo que ha de sumarse una preocupante sensación de impotencia y cansancio en ataque, donde sólo se palpa peligro cuando estalla la genialidad de algún futbolista inspirado.
Y no hay que buscar excusas en la posible cicatería de planteamientos , pues no se recuerda una alineación con más jugadores de buen toque y calidad sobre el campo que la presentada el pasado martes frente al Elche. Como náufrago, que tras tiempo de extravío, atisba por fin la orilla, pero la menguante fuerza de sus brazadas lo condenan al vaivén ingobernable del oleaje, en esos metros ya definitivos y cruciales.