Pan y circo
La hora de ganar en casa
'El Cádiz acostumbra, en lo que llevamos de temporada, a jugar por oleadas'
Las victorias amortiguan el pálpito, tranquilizan situaciones, sosiegan el ánimo y apaciguan incertidumbres. Sofocadoras de nervios e inquietudes, permiten trabajar con mayor relajo y armonía, alejando perturbadores fantasmas y negativos presagios.
Bajo estas favorables circunstancias ha transcurrido una placentera semana para el cadismo, que afronta la jornada venidera con relativo optimismo tras disfrutar del importante triunfo obtenido en Cartagena. Un triunfo que constituyó la mejor noticia que generó el partido, pues igual que se ganó se pudo empatar, e incluso perder. En esta ocasión los azarosos hados balompédicos resultaron favorables, pero no convendría caer en la complacencia ni cegarse con el posible espejismo del benigno marcador final.
El Cádiz acostumbra, en lo que llevamos de temporada, a jugar por oleadas, a cuajar minutos de relativo buen fútbol, de rápido robo de balón y de control del juego. Pero éstos se suelen alternar con otros períodos de despiste generalizado, de falta de tensión, de errores continuados, hasta el punto de desprender una sensación de extrema fragilidad sobre el campo. Algo de ello ocurrió durante bastantes minutos de la segunda parte sobre el césped del Cartagonova, en la que el equipo se vio superado por su rival y, por momentos, en extremo limitado de recursos para aguantar el resultado. Un inspirado Chris Ramos, en feliz estado de gracia con el gol, y esa inquebrantable fe que los amarillos siempre despliegan ante las adversidades, salvaron un duelo cuya resolución final pendía del dramático hilo de la incertidumbre. Con el confortable botín de los tres puntos, sólo cabe esperar que las victorias se encadenen y que por fin se inaugure el hasta ahora desierto capítulo de éstas en casa. Circunstancia que se antoja vital para la necesaria comunión entre equipo y afición, que tan necesitada está de alegrías, de disfrutar con su Cádiz y de verlo ganar en su estadio. Que ya hace demasiado tiempo que por estos lares no se saborea el claro placer de la victoria, ni se puede sentir ese íntimo orgullo de ver al equipo deslumbrar y enamorar por su juego exquisito y primoroso. Pronto llegará.