el alfiler
Enero, enerito...
El mercado de invierno deja reflejado el poco margen de maniobra de un club que navega a la deriva desde que se dio por sentado en verano que había un plantillón
Vaya mes se acaba de marcar don Manuel Vizcaíno. Y con él, el cadismo, que a estas horas debe estar digiriendo sapos y culebras. Todo empezó con algo que jamás tuvo que haber empezado en 2024, la destitución tardía de un entrenador fallido durante toda la campaña. La falta de criterio, planificación y trabajo de base se impuso en la búsqueda de un sustituto que finalmente apareció en Chile después de las negativas de tres entrenadores (Diego Martínez, Rubi y Berizzo) y los problemas contractuales de otros dos (Guille ¿Abascal? y Pablo Machín).
Al final, sin comodines ya, el presidente se dejó convencer por Juanjo Lorenzo, que se sacaba de la manga lo más acertado de este tétrico mercado de invierno. Mauricio Pellegrino se ponía al frente, pero a estas alturas se estará debatiendo entre si ponerse la bata o el chándal para trabajar.
De entrada, el Cádiz ha tirado un mes a la basura. Eso, de entrada. Días y días arrojados por la borda mientras el barco navegaba a la deriva desde la primera jornada. Entonces, craso error, se dio por sentado que se había hecho un plantillón. Y sí, presidente, sí, la prensa y la mayoría del entorno se equivocó de lleno en su diagnóstico, pero fíjese que la afición se dedica a comer pipas y a animar y los medios a publicar e informar. Esos son sus cometidos puesto que ninguno de ellos decide. Es decir, unos y otros pueden errar en el disparo porque sus balas son de fogueo, no así las que se disparan desde dentro de cualquier club.
Regalados los oídos, Vizcaíno y sus adláteres se sintieron satisfechos con el mercado de verano. Y en efecto, el equipo parecía, en sus inicios, coger velocidad de crucero mientras se presentaban proyectos megalómanos que taparon el gran iceberg que se acercaba sin que nadie del club lo advirtiera como sí advirtió, ahora sí, buena parte de esa afición y prensa que anteriormente fueron cegadas por una gran plantilla que resultó ser de atrezo.
La mediocridad de los rivales motivó que el iceberg se ocultase entre brumas de sopor al tiempo que el equipo iba tomando cada vez peor cara. Y llegó enero con un enfermo en la camilla al que había que meterle mano sí o sí. Y se le ha metido, pero muy tarde. Y muy mal. Pellegrino llegaba después de que el club regalase nueve puntos, nueve. Solo un ciego podía no ver que los de Sergio llegaron sin alma ni ilusión al nuevo año.
Ya en descenso y con todo dios firmando jugadores para reforzarse, causaba asombro que solo el Cádiz dejase pasar los días como el que se encuentra en la proa de un barco -daikiri con sombrillita en mano- mientras en la popa hay montado un motín. Así se ha podido ver pasar todo un mes hasta que en el último día de mercado el club presentaba al ex del Al-Riyadh Juanmi y a dos desconocidos más que servidor no ha podido aún retener los nombres.
Solo hay una manera de acertar en este conglomerado de errores por mucho que vayan a vender otra cosa. Como ya se ha dicho en cantidad de ocasiones, el margen de maniobra de este Cádiz CF de Vizcaíno está acotado por propias e interesadas limitaciones. Salvando alguna que otra firma, lo cierto es que el mercado para el club cadista se reduce allí donde llegan los hilos de un presidente enemistado con cantidad de representantes y con dudable influencia en las negociaciones con otros clubes.
Capítulo aparte merece lo de Negredo y José Mari, dos bultos 'made in Vizcaíno' empaquetados a Sergio y con los que Pellegrino no ha querido seguir cargando. Queda una ficha libre, pero a no ser que haya un Maradona de tapadillo por los potreros argentinos que reviva la llama amarilla o mucho habrá que temer en una segunda vuelta que podría hacer saltar por los aires la fabulosa gestión de un presidente enrocado en su propio laberinto.