el alfiler
Callen o aplaudan
Se queda en el Cádiz un jugador que es todo un privilegio para una categoría que se le queda chica tal y como ha demostrado en la Primera a pesar de las muchas y equivocadas críticas que ha recibido

Ojo. Vaya por delante que soy de los que apoyo una pitada, bronca o similar a cualquier jugador que no esté rindiendo bien sobre el verde o que simplemente es muy malo. Sí, no soy de esos cansinos que se quedan ronco diciendo que los de amarillo son los nuestros y demás paparruchas para afear la conducta del que discrepa y tacharlo de mal aficionado y no sé cuántas pamplinas más. No, si un futbolista profesional no está bien se le tiene que hacer saber que, al menos, hay un público crítico que no le va a tolerar su bajada de brazos o nivel porque ha tenido una mala noche, una lesión o lo que sabe Dios que haya tenido. Es más, una afición exigente es lo que hace a un club grande. ¿O han visto acaso aplaudir en Las Ventas lo que se ve aplaudir en plazas de pueblo?
Pues eso. Que si un jugador no merece estar en el campo, por muy del mismo equipo que sea uno, me parece no solo lógico que se le recrimine sino que es de obligado cumplimiento hacerlo para que el entrenador tome nota y, en beneficio del equipo, lo saque del campo puesto que habrá un compañero que en esos momentos estará por la labor de hacerlo mejor.
Ni qué decir tiene que aquel futbolista profesional que no esté preparado para recibir el castigo de la grada se puede ir cambiando de equipo o, más fácil, de profesión. Valga aquí el ejemplo de Chris Ramos, un jugador que aunque no haya recibido estos palos en el campo sí que los ha tenido que aguantar en el entorno. Va en el sueldo que se dice y, aquí, el delantero gaditano, pese a que mucha de la afición no comulga con su juego, ha demostrado tener unas tablas que no todos los jugadores que han defendido su camiseta han podido decir. El halago debilita y las críticas, bien gestionadas, fortalecen.
Viene toda esta chapa como consecuencia a la acertada renovación por dos años del siempre criticado Rubén Sobrino, un jugador 'low cost' que le ha dado al Cádiz goles con sabor a permanencia. Y sí, el manchego no es uno de esos jugadores que con un gesto, una finta o un golpeo es capaz de llenar estadios, no, no lo es. De hecho, en los últimos años puede lo más parecido a jugadores que hicieron historia en el Cádiz siendo un dolor para la estética verlos jugar como bien podrían ser los casos de dos componentes del once de Chapín como Enrique Ortiz y Alejandro Varela, dos hombres que a honestidad en el campo no les ganaba nadie a pesar de ser dos bultos sospechosos con el balón en los pies.
Por eso, por la honestidad, por su rendimiento real, por su manera de hacer vestuario, por su servicio a la causa y por su profesionalidad, la renovación de Sobrino me parece el segundo gran acierto de esta dirección deportiva que comanda Manuel Vizcaíno, quien siempre ha mantenido una excelente relación con Sobrino, un jugador que se quedará en el Cádiz perdiendo dinero.
El pasado curso ha sido horrible. De eso no hay duda, pero culpar a un jugador en particular sería un pecado. Sin embargo, puestos a pecar es imperdonable que se culpara a hombres como Sobrino, Alejo, Chris Ramos o Iza. Todos ellos tienen lo que tienen, dan lo que dan, pero lo dan. No así a los Maxi Gómez, Escalante, Ocampo, Machis o el endiosado Robert Navarro. Por todo ello, y más en Segunda, una categoría donde no llegan todos los focos que muchos quieren para salir relucientes del vestuario y bien peinados, hombres de la catadura moral y profesional de Rubén Sobrino se antojan imprescindibles para recuperar esa disciplina de grupo que Vizcaíno echó en falta la pasada campaña. Así que ya saben, a Sobrino se le critica con el silencio. Él sabe ya de qué va esto.