Cádiz CF

¿Vuelve a ser el Cádiz CF un equipo bronco?

El último choque ante un muy superior Racing evidenció que una de las armas a emplear para frenar al rival de turno son las faltas

El encuentro ante el Racing estuvo muy trabado. francis jiménez

Alfonso Carbonell

Todo comenzó el año pasado, cuando, ya con Sergio, las cosas no salían y el equipo empezó a desquiciarse. Fue entonces cuando el Cádiz CF comenzó a dar una imagen en el césped lastimosa, vergonzante, chuleta, abusona y, muy especialmente, impotente. Hasta esa temporada, bien con Cervera o bien con Sergio, los amarillos habían jugado al fútbol con intensidad, con agresividad bien entendida. En pocas palabras, con deportividad. Pero los malos resultados comenzaron a llegar a mansalva y comenzó a aparecer la falta de ideas y con ella, la antipatía que despertaba en las aficiones y equipos rivales.

Y ojo, no fue la misma antipatía que despertaba ya antes con el autobús que montaba Cervera cada jornada. Esa antipatía era honrada, buscada, meritoria. Despertaba recelos porque así ganaba partidos y adelantaba a rivales en la clasificación Y eso, duele. El Cádiz CF era un hueso duro de roer pero competía con todas las de la ley. Presionaba fuerte, iba al choque y no negociaba la lucha, pero no la mezclaba con el juego fullero y subterráneo que desplegó en la segunda vuelta de la última temporada en Primera. Y ahora, esa impotencia ha vuelto a aparecer y con un entrenador en el banquillo del que se creía que con él llegaba a Carranza un fútbol de otra filosofía más divertida. Pero no. Está siendo todo lo contrario.

Es cierto que dentro de todos los bandazos que está dando el Cádiz CF de Paco López, hasta el pasado domingo frente a un Racing de Santander muy superior no se dejó apreciar un ingrediente nuevo, la rudeza, lo basto, lo feo, lo guarro, lo insoportablemente bronco. Y para colmo, a todo ello se le unió la bronca, la protesta, el pique insano con un rival que demuestra ser mejor.

Porque es cierto que en las nueve jornadas anteriores el Cádiz CF pecó de 'buenismo', de dejar jugar más de la cuenta al rival, de no detener contras con faltas tácticas. Por eso mismo, en este último encuentro afloró a las claras la nueva consigna dada durante la semana de entrenamiento. Todo lo que no se había hecho anteriormente había que ponerlo a funcionar. Apenas se llevaba un minuto de partido cuando Fali, que jugó un buen partido a pesar de su feo a la grada, salió de su área despavorido presionando y atosigando a un rival para marcar el terreno y de paso mandar un mensaje a sus compañeros, el de 'hay que morder'. Y vamos si mordieron, pero muchos de ellos lo hicieron de forma desmedida, desquiciada y totalmente fuera de sí.

Y es que cuando no se entrena con normalidad, cuando no se lleva dentro, cuando no se cree en lo que se hace, cuando algo se aprende de forma rápida y porque sí, lo normal es que pase lo que pasó ante el Racing. Porque el Cádiz CF, efectivamente, ganó en intensidad, pero en una intensidad gestionada de la peor manera posible; llena de precipitaciones, de brusquedad, de airados gestos, de discusiones entre compañeros, de piques infantiles con el contrario y, cómo no, de faltas.

El estado de ansiedad con el que vive el equipo de Paco López es notorio. Ganar solo dos partidos de diez revela una falta de ideas y un estancamiento mental que luego se reproduce en el campo, donde se van sucediendo los fallos de conexión cada dos por tres. Es tal la escasez de recursos futbolísticos que lo más normal es que, a medida que el rival se va creyendo mejor que un equipo en ruinas, los de amarillo comiencen a perseguir sombras. Por tanto, sale la impotencia, el desorden del colectivo, las faltas, llegar tarde al balón y el enfado del que se siente perdido en casa.

La consigna de parar el partido salió a la perfección, pero el caso es que no había motivos para perder tiempo porque desde el minuto 11 de la segunda parte el Racing se puso por delante. Los de Paco López cometieron 28 faltas, lo que significa una media de una cada tres minutos y medio. Una pasada. El silbato del árbitro no descansó para mayor sopor de una afición que veía como, para más inri, los suyos entraban a la gresca con unos y con otros dejando pasar los minutos de añadido como el que está jugando con los sobrinos en la playa. De locos. El Racing recibió estopa de lo lindo y, claro está, fueron los locales los que le ponían a huevo perder tiempo cada tres minutos y medio. Es lo que tiene derribar a un contrario y a otro, y a otro... Que se van al suelo y si van ganando, a descansar. Todo está inventado. Por cierto, los cántabros tan solo hicieron 16 faltas. Y sí, la mayoría de ellas fueron tácticas, bien hechas y trabajadas en la cabeza.

Dentro de las precipitaciones también entraron los delanteros Chris Ramos y Carlos Fernández, enfrascados en pugnas dialécticas con los defensores rivales. Estuvieron tan atentos a chocar con ellos y a encararse que casi que no se dieron cuenta de que le estaban haciendo el trabajo. Hasta en diez fueras de juego cayeron los indisciplinados delanteros cadistas. De nuevo, es lo que tiene no estar a lo que hay que estar.

Por todo ello, y a la espera de que venga al vestuario una legión de psicólogos que arregle esos problemas que ya vieron y sufrieron Mauricio Pellegrino y Sergio González, lo que tampoco vendría del todo mal sería una 'au pair' de esas que enseñan buenos modales a los niños bien del Reino Unido. Porque a falta de juego bonito, este Cádiz CF ha abierto la puerta al juego sucio.

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