Cádiz CF

Vizcaíno, ante su segundo iceberg

La realidad es tozuda para todo el cadismo que vuelve a tirarse de los pelos ante la pasividad de una directiva que ya hizo descender al equipo la temporada pasada sin que nadie cogiera el volante

El presidente cadista no puede volver a negar una evidencia constante

Vizcaíno y Paco López. antonio vázquez

Alfonso Carbonell

Cádiz

Fue un soplo de aire fresco. Lo fue. En efecto que lo fue. Es más, hasta la mayoría de la afición aprobó la contratación de Paco López, un entrenador de ideas muy distintas a las que habían proliferado en los últimos años tras la llegada del mesías Álvaro Cervera. Pero ya. Ha pasado más que un tiempo prudencial y basta. Y basta porque lo conseguido en todos estos años desde la llegada conjunto de Quique Pina y Manuel Vizcaíno bajo el nombre de Locos por el Balón se puede ir al traste si se deja seguir llevando el timón de la nave a un técnico que no está haciendo nada para tapar las grietas que se le acumulan en el caso. Es más, incluso habiendo ganado el encuentro ante el Deportivo, la sensación que se tenía mientras se veía una segunda parte de locos es que el Cádiz CF seguía evidenciando los mismo problemas de siempre en una defensa muy vulnerable a la que constantemente desde el banquilllo se le está negando proteger. Y como la defensa, la portería, la otra línea bastante mejorable si lo que se quiere es pelear el ascenso a Primera, ahora quimérico. Ambas retaguardias siguen aflorando una falta inquietante de calidad, contundencia y seriedad y desde el banquillo parece que no se quiere mirar a ese problemón o que pretende arreglar mirando hacia otro lado. Es muy loable que Paco López quiera ser el protagonista del balón, que no lo es, pero lo realmente palpable es que el equipo se muere por detrás y según avanzan las jornadas no parece que se quiera arreglar una enfermedad que está siendo letal para un paciente que se asoma día tras día al abismo del descenso al fútbol semiprofesional.

Todo tiene un fin. Lo tuvo hasta el entrenador más idolatrado en los últimos años por sus logros, esos que llevaron al Cádiz CF salir de la Segunda División B y plantarse en Primera. Pues bien, en aquella ocasión el final del señor de las gafas fue bien leído por el mismo presidente que desde ese recambio exitoso por Sergio lleva apoltronado en un cargo donde no ha hecho más que despistarse con proyectos megalómanos para una ciudad donde no triunfará por mucho que se gane, si es que los gana, los apoyos de los políticos de la zona. Fue reunir a las más altas instituciones de la provincia, con Javier Tebas como invitado de honor y valedor definitivo de Sportech City, y entrar en barrena el equipo. Desde entonces, ni levanta cabeza en el terreno de juego ni levanta ladrillos en los terrenos de Delphi. Y así, con todo.

Se le llena la boca a Manuel Vizcaíno diciendo aún que el año pasado se precipitó al despedir a Sergio, pero lo cierto es que con el entrenador catalán, el mismo que reflotó dos temporadas atrás a un equipo muerto en manos de Cervera, el once amarillo hubiera bajado tarde o temprano igual que lo hizo con su sustituto, un Mauricio Pellegrino que sobre el papel no pintaba todo lo mal que después acabó siendo.

El golpe de timón realizado a principios de enero del 22 por Manuel Vizcaíno fue tan palmario como acertado. Y es que la banda de Cervera se había amotinado y el equipo iba por un lado cuando el entrenador iba por otro. Todo se rompió en septiembre del 21, cuando Vizcaíno perdonaba los deslices de siete jugadores que salieron por Madrid después de perder en Vallecas y sin el permiso de Cervera. De ahí en adelante el equipo se fue muriendo hasta que en el primer partido de aquel enero del 22 el Osasuna pasaba por encima de un Cádiz pasota y negligente, El propio Cala, en declaraciones a pie de campo recién concluido el partido, dejaba a su entrenador a los pies de los caballos y el lunes era despedido por Vizcaíno en lo que fue la última gran gestión técnica del director deportivo y presidente cadista. Llegó Sergio y todo el lodo lo convirtió en ilusión y permanencia.

Los parabienes con Sergio duraron un año más con otra salvación, pero se torció de nuevo todo con su renovación y la pretemporada de la 23/24. En aquel momento, el técnico catalán tragó con la plantilla que hoy sigue tragando Paco López, otro que cayó en la trampa.

El comienzo del declive

Todo era color de rosas pero en el horizonte comenzaba a vislumbrarse el iceberg con el que chocó el cadismo, con su presidente en la proa. La lesión de San Emeterio no fue cubierta y a Sergio se le cayó un equipo que no fue reforzado en enero dado que el presidente insistía en la valía de una plantilla que, cierto es, fue muy aplaudida al cierre del mercado de verano de aquel año. Sin embargo, todo resultó se atrezo. El once de Sergio solo se mantuvo en la clasificación gracias a la mediocridad de una categoría que ya por enero tenía a dos descendidos (Granada y Almería) mientras que Vizcaíno aguantaba la tormenta sin percatarse del serio problema que se le venía encima. Y así fue, el Celtas de Aspas terminó apareciendo dado que el conjunto gaditano se hundía cargado de paquetes y en cuanto puso los pies en descenso ya le fue imposible salir. El mandatario amarillo dejó crecer tanto el tumor que cuando cambió el médico el enfermo ya tenía la metástasis por todo el cuerpo. No vio, no quiso ver el iceberg y el submarino amarillo descendió por méritos propios.

Lógicamente, a Pellegrino se le dio boleto y la afición, anestesiada por un año soporífero, se ilusionó una mijita con la llegada de Paco López. No obstante, otra vez Vizcaíno sobrestimaba a su plantilla y se la entregaba a su nuevo entrenador después de ponerla en el mercado y que no se la comprase nadie. Paco cayó en el error de comulgar con dicho equipo y ahora está pagando con creces esa falta de responsabilidad.

El iceberg se lleva viendo desde hace muchas jornadas y de nuevo Vizcaíno no parece escuchar a la cantidad de grumetes que le chillan que esto va caminito de otro descenso si no se hace algo inmediatamente. La humillante derrota en casa ante el Dépor parece que le han abierto los ojos a un presidente que, ahora sí, ya comienza a comprobar que los que desde dentro del club ya dudaban del trabajo del cuerpo técnico no estaban equivocados. El equipo se autodestruye y cada vez coge mayor valocidad de crucero para estrellarse con el segundo iceberg que se chocaría un presidente ausente en el peor momento.

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