Cádiz CF
Sobrino se reencuentra con su mejor versión en el Cádiz CF
El atacante manchego liga dos partidos consecutivos marcando y vuelve a sonreír como en sus mejores tiempos de amarillo
Las notas del Cádiz - Mirandés
Rubén Sobrino vuelve a sonreír con el Cádiz. El manchego no lo ha estado pasando nada bien esta temporada y no precisamente por no jugar todo lo que un futbolista desea, sino por el equipo. Renovado tras el descenso el verano pasado, el extremo ha estado pasando un mal momento del que está saliendo gracias a la salida de Iván Alejo y a la confianza que le está mostrando Gaizka Garitano.
Su honestidad sobre el campo le hace estar salvado de las despiadadas críticas que sí pudo recibir su excompañero Alejo, quien estaba siendo más utilizado tanto por Paco López como por Garitano pero que nunca obtuvo la aprobación mayoritaria de la grada. Ojo, tampoco cuenta con ella el de Daimiel, sin embargo, su labor en el campo se aproxima a lo que más le gusta ver al aficionado cadista. No se cansa de correr y sus errores se sobrellevan mejor cuando no hay comportamientos airados ni pugnas absurdas con un rival o protestas al árbitro. Sobrino es lo que es y siendo lo que ha sido le ha dado mucho al escudo que sigue defendiendo desde que llegase procedente del Valencia con Cervera en el banquillo, entrenador que lo definió como un Fernando Torres de marca blanca.
Cervera lo pidió y le sacó brillo en aquella media temporada que jugó como cedido y como delantero. Fue ahí, de ariete, donde se ganó su continuidad. Artífice del gol que amarraba la permanencia matemática en Los Cármenes de Granada, firmó en propiedad con el Cádiz CF en la temporada que empezó Cervera y acabó Sergio. Curiosamente, comenzó a destapar las críticas con el de las gafas en el banquillo, que se emperró en colocarlo como segundo delantero jornada tras jornada y error tras error. Tantos tuvo que acabó siendo pitado por la afición. Fueron sus primeros días negros como amarillo.
Tuvo que venir Sergio para volverle a recetarle la píldora de la felicidad, esa que tomaba escorado en la banda derecha, donde resucitó. Fue por ese flanco donde consiguió goles tan importantes como el que metió en Carranza al Villarreal para sacar tres puntos de vital importancia para una permanencia que se firmaría en Mendizorroza. Sobrino fue pieza importante.
Al año siguiente siguió dando frutos para el cadismo, aunque cada vez más se veía relegado a la suplencia por Alejo o circunstancias del guion. Eso no quitó para dejar gratos recuerdos como sus gol ante el Atlético en una victoria agónica o galopadas por Mestalla con marchamo de gol. Peor se pondrían las cosas en la siguiente, que fue la del descenso a Segunda tras un año que fue de mal en peor y que acabó con un vestuario deprimido.
Sobrino es uno de esos jugadores que como se suele decir 'hacen vestuario'. Y del bueno, de los que aportan. Por eso al club le fue muy fácil renovarlo pese al descenso y al hastío que despertaba en la afición jugadores ya caducos como Fali, Álex, Alcaraz y el propio Sobrino. Esa losa no le ha sido fácil quitársela a ninguno de ellos, y menos con Paco López, que se empeñó en pintar coloretes a futbolistas que seguían yendo de luto.
Por todo ello, que ahora con Garitano vuelvan las mejores armas de los hombres comprometidos no debe sorprender a nadie. Y Sobrino está fuera de toda duda que lo es. Por eso es titular y por eso, desde el trabajo, vuelve a estar contento. Lleva tres goles, el primero lo hizo en Ipurúa en una derrota para olvidar. Más pesan sus dos últimos tantos, dos obras que lo representan. El primero de ellos lo hizo en Elda para encarrilar la victoria ante el Eldense. Ocampo robaba un balón sobre la misma línea de fondo por la que hizo equilibrio para buscar un pase que se convirtió en de la muerte al golpear en un defensa y dirigir la pelota a un segundo palo por el que aparecía, fiel a la cita de los fieles, Rubén Sobrino.
La suerte del trabajador
Ese gol le dio la confianza y la esperanza que andaba buscando sin suerte, esa que se trabaja. Y por eso, por seguir picando piedra, le volvió a llegar otra a la semana siguiente y ante esa hinchada a la que le volvió a regalar flechas en recuerdo a Kiko, un colchonero cadista del que se prendó siendo niño. Y como un niño vuelve a estar Sobrino, que ante el Mirandés volvía a aparecer acompañando el ataque de un compañero, en este caso, el de Carlos Fernández, que vio como el rechace del arquero Raúl Fernández era machacado por el extremo manchego, que ya marca con la importancia que merece.
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