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Sergio, el libro que no pudo tener un final feliz

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A pesar de la destitución, el balance del entrenador en Cádiz es tan positivo que ha logrado dos permanencias, un estilo reconocible dentro y fuera del campo, y un récord histórico

Sergio en su despedida como entrenador del Cádiz l.v.
Rubén López

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Hace poco más de dos años Sergio González comenzaba a escribir su libro, tal y como él mismo describía lo que iba a ser su etapa en el Cádiz. Por entonces, el técnico se había encontrado con un 'best seller' firmado por Álvaro Cervera que había tenido un final imprevisto, uno no esperado en las mejores novelas. El técnico catalán tenía que cerrar el anterior en el que se relataban dos ascensos, una permanencia en Primera y el mayor número de partidos visto por un entrenador hasta entonces desde el banquillo de Carranza.

Pero Sergio, con respeto a ese libro escrito por Cervera, entendía que tenía que comenzar su propio guión, su propio relato. Cogiendo las mejores páginas de la novela anterior, el entrenador añadió sus palabras, su texto, su manera de escribir para comenzar a crear otro libro de esos que vuelan en Navidad en cualquier libreria. Una nueva novela en versión cadista que ha tenido otro final imprevisto, otro no soñado por el autor, ni por el club y aficionados. Dos libros, uno más largo que el otro, pero ambos exitosos pero en el que los autores no acabaron comiendo perdices.

Del famoso y surrealista 'de qué te ries' de la rueda de prensa de su presentación, al «he sido muy feliz». Entre esos dos años y dos comparecencias públicas, Sergio ha escrito un libro en el que fue Vitoria el lugar que encumbró al barcelonés y fue el mismo lugar el que dos años después se convirtió en el último escenario en el que el entrenador se sentara en un banquillo como entrenador cadista. Hasta llegar a esa permanencia el Cádiz logró victorias épicas como aquella en el Camp Nou, primera en la historia, o el empate en Sevilla con un golazo de falta de Lucas Pérez. El Cádiz se salvaba sobre la bocina gracias a fallos de los rivales pero se salvaba que era lo realmente importante.

Desde un primer momento Sergio se mostró como un entrenador conciliador, con los pies en el suelo y consiguiendo una unanimidad en el vestuario en torno a su figura. Jugadores que no creían en Álvaro Cervera se sumaron al carro del nuevo técnico, aportando a un Cádiz que en aquella segunda vuelta mágica siguió sufriendo pero sumando puntos en plazas y momentos clave. Llegó en un momento delicado, peor que el actual, pero logró enderezar el rumbo de un equipo que además encontró en ese mercado invernal refuerzos importantes como Rubén Alcaraz, Fede San Emeterio, Lucas Pérez o Luis Hernández, entre otros. Casi nada. La plantilla dio un paso adelante pero también mejoró muchísimo con mimbres que Cervera no tenía anteriormente.

Tras esa permanencia, llegó la segunda. Una temporada de menos a más que casi acabó con el entrenador pero que encontró a Negredo para salvar los muebles en Valladolid tras un inicio de campaña horrible con cinco derrotas en cinco partidos. A partir de ahí el equipo cadista comenzó a crecer, yendo a más y siendo un equipo basado en la solidez defensiva y en la alegría cuando tenía el balón en los pies.

Casi siempre fuera de los puestos de descenso, el equipo estuvo pelando siempre sabiendo que el mercado de invierno debía ser de nuevo un bálsamo importante y lo fue con la llegada de Roger, Guardiola y Chris Ramos, entre otros. Un sprint final con una fortaleza envidiable en casa permitió una salvación más tranquila pero firmada en la última jornada. Para el recuerdo victorias como la de Valencia, Valladolid y Celta, tres triunfos increíbles basados en el apoyo del cadismo y la fortaleza del equipo.

Con su 4-4-2 inquebrantable, una personalidad serena y un buen dominio del vestuario, Sergio comenzaba una tercera campaña, segunda desde el comienzo, con en teoría un equipo mejor que se fue diluyendo con el paso de las jornadas. Una racha de 17 partidos sin ganar le ha condenado, a pesar de que el equipo dio signos de recuperación en diciembre pero no logró sumar de tres. Una plantilla, que ha dado un rendimiento muy pobre, ha sido el fin de un entrenador que deja su sello en Cádiz siendo el técnico con más partidos en la historia cadista en Primera, 77.

Sergio ha destacado siempre por ser un hombre tranquilo, un entrenador de club. Tuvo que lidiar con el debate de la salida de Lucas Pérez hasta que en diciembre el gallego ponía rumbo a La Coruña. Nunca tuvo una mala palabra sobre el delantero, como tampoco la tuvo sobre su plantilla. Sergio siempre ha sido un conciliador nato, defensor a ultranza de los suyos, sin alzar la voz, respetuoso siempre y sobre todo un hombre de fútbol, que ama este deporte y entiende a la perfección sus códigos, incluso aquellos que dicen que tras una racha de tantos partidos sin ganar el final de un entrenador está cerca.

Cuando más involucrado y cómodo se le veía en una tierra como Cádiz ha tenido que cerrar el libro, cuyo final se veía venir. Han sido dos años de «aprendizaje porque para vivir lo bueno también hay que vivir lo malo». Deja muchas frases en este tiempo en sus ruedas de prensa, como sus eternas referencias a la mirada del tigre de Rocky Balboa. Sus chascarrillos antes y después de las comparecencias, la mirada siempre atenta de su segundo Diego Ribera y el choque de manos de ambos cada vez que acababa una atención a los medios. No se le conoce una discusión, ni una mala palabra con nadie. Se va un señor del fútbol, un hombre que ama este deporte y que tiene ya tiene su nombre guardado en la historia del Cádiz CF.

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