arandina - cádiz
Ridículo impresentable (2-1)
El Cádiz cae eliminado en mitad de una charca ante el Arandina, colista en su grupo de Segunda RFEF
Una ciénaga, una charca, un partido de waterpolo, un desastre, un auténtico ridículo para una competición en la que vale más el calendario que la rigurosidad de las reglas. Qué más da, el espectáculo debe continuar. Habrá que preguntar si el Cádiz dio el visto bueno o se resignó a jugar un partido de risa, de chiste, pero que los locales se lo tomaron tan en serio que se merendaron a un once gaditano que nunca supo jugar a lo que se dijo que había que jugarse. Que se jugase es inaceptable, que se perdiese, simplemente impresentable.
El despropósito de un encuentro que nunca se tuvo que jugar no quita para que al Cádiz le haya sacado los colores un colista de tres categorías inferiores. Ahí es nada. Nunca se adaptó al barrizal y sería conveniente saber si estos hombres de Sergio nunca han sido niños porque hasta el más pintado ha disfrutado jugando bajo la lluvia y sobre el barro. Pero no, desde que las botitas de colores enterraron a las míticas negras y de toda la vida, parece que todo lo que no sea jugar en una alfombra ya no vale. Pero vaya que si ha valido. Ha valido tanto este penoso encuentro que el Cádiz ya es historia en esta edición de la Copa del Rey.
Compuso un once medianamente atractivo Sergio para volver a la Copa, pero en cuanto el balón comenzó a rodar, es un decir, poco importaron los cambios porque todo lo que se habría ensayado quedaba en agua de borrajas, nunca mejor dicho. Eso sí, uno de las novedades, el arquero canterano hispano-brasileño Víctor Aznar fue el primero en tomar nota de lo que se le presentaba tras una cesión de Víctor Chust que se envenenaba en el rápida área amarilla y que hubiera se convertido en gol de no ser porque no cogió dirección.
Fue el primer aviso antes del gol, que llegaba en el 4' de partido y tras la empanada de la defensa cadista, que tras un saque de banda dejaba peinar el balón a Sergio Santa para que el lateral zurdo Haji legase completamente solo al borde del área para disparar con el interior a la cepa del palo para adelantar a la Arandina.
Si complicado ya estaba de por sí el encuentro, más se le puso en contra a un Cádiz que parece no salir centrado ni en un día con más amenazas que jugadores rivales como consecuencias de las circunstancias del campo, que eran las que eran y si así lo eran de mejor forma debían tomarse.
Visto lo visto, el Cádiz optó por el juego británico de toda la vida. El fútbol directo y los patadones hacia delante fue la marca de la casa en vista de que el balón ni botaba ni corría a ras de césped. El partido era un auténtico despropósito, un ridículo mayúsculo, una vergüenza, un chiste. Ver a los jugadores enfangados en la mitad de un charco con la pelota en medio era todo un cuadro.
A pesar de ello, el reloj corría y tuvo que ser un saque de banda de Pires recogido por Guardiola con el que el Cádiz avisara al meta Adrián Álvarez, que tapaba el palo corto y enviaba a córner.
Arruinado como estaba ya su plan, el Cádiz no tuvo otra que instar a los viejos valores de la virilidad para levantar un encuentro en el que, como era normal, las refriegas en mitad del agua agigantaban las patadas al aire o al cuerpo de rival o las posibilidades de lesiones. Por tanto, se complicaba que imperase la deportividad dado que en cada lance se ofrecía una invitación a la fricción.
Al 23' de partido, pudo llegar el segundo, pero en esta ocasión Aznar repelía con agilidad un disparo cruzado de Ayub. Con ridículo o sin él, lo cierto es que hasta ese momento era la Arandina el que dominaba y el que con más inteligencia intuía cada extraño del ingobernable balón. Además, desaparecía la lluvia pero hacía acto de presencia el viento, que se aliaba con los locales.
A pesar de ese mayor empuje, el Cádiz empató el encuentro pasada la media hora y tras un centro sin control al área de la Arandina que recogí José Mari para empalar el balón al poste con tan buena suerte para San Emeterio que el rechace le llegaba a él y metía la pierna con acierto para conseguir el 1-1.
Más tranquilo, el Cádiz volvió a sus fueros, lo que aprovechó de nuevo la Arandina para despedirse de los primeros 45 minutos con dos nuevas ocasiones; la primera, tras la primera jugada trenzada del partido que finalizó Haji con un disparo desde el vértice del área que ahora sí atrapaba Aznar; y la segunda tras una falta botada desde el centro del campo y prolongada de cabeza por un delantero local que casi acaba en el fondo de la portería gaditana.
Sergio, prudente, dejaba en el vestuario a San Emeterio para sacar al canterano Moussa Diakité, que ya debutó el pasado lunes en Vigo. La reanudación fue por los mismos y penosos derroteros que la primera mitad y como consecuencia era de nuevo la Arandina, por mediación de un gran centro de Santa, el que lleva la voz cantante, pero al balón colgado al área de Aznar no llegaba rematador para alivio gaditano.
Poco a poco, y como temeroso de llegar a una agónica prórroga, el Cádiz se fue hacia arriba y pudo tener Negredo en sus botas el gol, pero el balón se le fue en la conducción al adentrarse en el área de la Arandina, donde más rápido se deslizaba el cuero. Acto seguido, era José Mari quien lo intentaba con un lanzamiento desde el pico del área que se le fue alta. Seguía insistiendo el Cádiz, esta vez con un balón colgado que no llegó a mayores.
Segundo de la Arandina
Y si el empate del Cádiz llegó cuando menos dominaba, el segundo de la Arandina le llovió cuando más insistía. Una falta botada maravillosamente bien por Daiby Ochoa era cabeceada a gol por Jorge González en el 65' ante la inútil estirada de Aznar.
Movía el banquillo Sergio sentando a Ocampo y Robert Navarro y dando entrada a Maxi Gómez y Momo Mbaye, dos rematadores natos de cabeza. La idea era clara, pero quizás tardía. A falta de quince minutos, la última bala de Sergio era la de Sobrino por José Mari.
Definitivamente, eran los locales los que mejor sabían jugar por la tierra encharcada y tras una gran internada de Raly Cabral cerca estuvo Otu de sorprender con un disparo desviado a Aznar, que no ganaba para sustos. La réplica, por aire, la dio el Cádiz con un centro que le llegaba a Negredo para que el vallecano rematase de primeras con su derecha pero perdiéndose el balón por encima de la escuadra. La siguiente, tras un nueva falta botada a la olla, la tuvo Momo Mbaye, pero su cabezazo se iba a las manos del meta burgalés.
Faltaban dos minutos para el 90' cuando Lucas Pires tenía otra en sus botas tras el enésimo lío en el área rival pero su disparo a la desesperada acababa muerto en las manos de Adrián Álvarez, Se repuso la Arandina, que hasta pudo marcar dos antes del pitido final que enviaba a todo un pueblo burgalés a las nubes de sus éxitos. Historia para la Arandina, vergüenza para el Cádiz.
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