Cádiz - Racing de Santander
¿Cómo responderá la grada?
El ambiente en Carranza ha pasado de estar enrarecido a la desconexión absoluta
Los constantes reveses de mal juego y peores resultados han terminado de acunar al respetable
La afición anda tan dormida como sus propios jugadores, esos a los que no se les puede ni toser desde la grada no vayan a descomponerse. A saber, Paco López ha exteriorizado los temores de sus muchachos, que se vienen abajo cuando se escuchan los primeros murmullos venidos del cemento. Ese run run que se va convirtiendo en sonido de viento a medida que los jugadores locales comienzan a errar pases y a no conectar buenas jugadas hacen que la vulnerabilidad de este Cádiz CF se manifiesta de forma rotunda. Y eso lo huelen los rivales.
Solo hubo que ver como el débil Málaga, tras empatar a dos un encuentro que comenzó perdiendo 2-0, no se dedicaba a perder el tiempo para amarrar el punto sino que eran varios los jugadores malacitanos los que apremiaban a un compañero para que se levantara del césped y sacase rápido para ir a por el tercero.
Todo esto está viendo la grada de Carranza, que comenzó la temporada embravecida contra la directiva por culpa del descenso y una pésima campaña de fichajes. Para colmo, aquel 0-4 fue la gota que colmó el vaso de una paciencia que sigue estando instalada en el respetable. Pero, ¿es paciencia o pasotismo? Hay quien piensa que es más de los segundo. Desde que el Cádiz CF se ha acostumbrado desde el año pasado a la derrota y a los tropiezos, la sensación que da su entorno es que ya no duele lo que pase en el césped.
Las protestas, cuando las hay, se centran en la gestión de Manuel Vizcaíno, pero hasta el momento no se exceden al rectángulo de juego para alivio del propio presidente, que no se cansa de decir que mientras que no se pite al equipo no tiene problemas en recibir todas las críticas desde el respeto, sobra decir.
Lo cierto es que la grada está anestesiada. La bronca de otros años donde se hacía ver al equipo que no estaba jugando bien ha dado paso a un merendero de pipas y lectores de móviles que en nada favorecen la exigencia de un club que acaba de descender a Segunda tras cuatro años en Primera. El cadismo parece acomodado y acostumbrado a la derrota, pero el mero hecho de asomarse al precipicio de la Primera RFEF debería ser suficiente para despertar.