cádiz - getafe
Primer bolo derribado (1-0)
Los de Pellegrino cumplen por la mínima ante un Getafe que jugando a medio gas cerca estuvo de poder empatar
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Alcaraz adelantó al Cádiz de penalti.
Primero de los cuatro bolos, derribado. Bueno, más que derribado, este vino ya casi vencido a tenor de la poca intensidad con la que el Getafe se tomó un partido que incluso cerca estuvo de empatar tras una segunda parte en la que los amarillos se vinieron abajo. Porque el simulacro de encuentro que disputó el once getafense le brindó la oportunidad a los sufridos jugadores cadistas para poder seguir soñando con una permanencia que este miércoles pasa por el Sánchez Pizjuán, donde mucho tiene que mejorar el Cádiz para sumar una nueva victoria por mucho que el Sevilla juegue haciendo el paripé.
Pellegrino solo introdujo una novedad en su once respecto al que experimentó en el Bernabéu, donde jugó de inicio Álex y al que sentó ante el Getafe con la esperanza de que Roger se convirtiera en el revulsivo que no ha tenido este equipo en todo el año. Una vez más, el que estaba siendo el mejor de los tres fichajes de invierno, Juanmi, se quedaba sentandito en el banquillo no fuese a destacar más de lo poco que lo estaba siendo.
Muchos cadistas de la provincia comenzaron el partido en el coche, en mitad de un atasco originado en el segundo puente por el que la Liga de Tebas ni se inmutó a diferencia de en otros países donde aún impera aquello del cliente siempre lleva razón. Mientras la soporífera y estridente megafonía ponía a todo lo que daba la mítica canción disco 'Freed from Desire' de Gala el fondo sur se desgañitaba a los sones de 'Vizcaíno dimisión' y 'Contreras vete ya'. De hecho, cuando lo habitual es bajar el volumen del himno de los Pepperoni para que lo cante la afición, en esta ocasión la grada en su conjunto silbaba al equipo en su salida al campo
A los sones del 'Vete pa Sevilla' y 'Vizcaíno dimisión' iba a comenzar un partido donde solo cesó el ruido gracias a la banda sonora de 'Platoon' -gran alegoría para retratar a este Cádiz- que completaba el minuto de silencio por el fallecimiento de Higinio Vilches, exfutbolista de los años 80 del conjunto amarillo.
Rebajada la tensión con el pitido inicial, pronto muchos aficionados perdían la poca paciencia que habían llevado por fin a su estadio y abroncaban a las primeras de cambio un despeje sin sentido de Víctor Chust. A pesar de ello, la primera del partido fue gracias a un balón centrado por Alcaraz que acabó en la cabeza de Roger, que veía como su testarazo bombeado se iba por encima del larguero en el 3' de partido.
Tras ocho minutos de desconexión con el palco, nuevamente volvía al 8' de partido su carguita a Vizcaíno y Contreras, que se extendió poco después a la grada de fondo norte, donde saltaba la noticia y la indignación de una hinchada que casi ve a Roger robarle el balón al meta visitante David Soria. Como estaba cantado, el Getafe se movía a medio gas, lo que aprovechaban los de amarillo, «los nuestros», dixit Vizcaíno, para venirse arriba más por inercia que por fútbol.
Irremediablemente, lo que pasaba en la grada no podía pasar desapercibido para ningún cronista que estuviera escribiendo. Sin embargo, a favor de los hombres de Pellegrino, este caldo de cultivo no parecía enturbiarlos. Un error garrafal en un remate de Sobrino volvía a calentar a la grada, que se desesperaba viendo como pese a las facilidades defensivas dadas por el rival los suyos no eran capaces de adelantarse en el marcador. Y no solo eso, una contra de los de Bordalás casi acaba en gol de no ser por la falta de acierto en el remate de Jaime Mata, que llegó tarde a un centro desde la derecha.
No se había llegado aún al 20' de partido cuando el Cádiz seguía a lo suyo, que no otra cosa que buscar con mayor descaro lo que el Getafe dejaba hacerse. Así, llegó un gran centro de Zaldua que no encontró rematador o un mano a mano de Roger contra David Soria, que repelió el disparo al muñeco del ex del Levante, titular meses después de su lesión en Las Palmas.
Seguía el asedio cadista ante un Getafe que se defendía como podía dentro de su área, donde se formó un lío gordo del que no pudo sacar rédito el Cádiz en una jugada en la que acabaron hasta tres futbolistas en el suelo. Todo hacía indicar que el gol gaditano estaba más cerca pero jugada tras jugada se confirmaba la falta de ideas en los últimos metros. Lo mejor de todo era que el Getafe seguía viendo el crono pasar sin darle mucha importancia a lo que estaba pasando. Por no pegar, los de Bordalás no pegaban ni patadas. La nueva llegada estuvo en botas de Chris Ramos, que controló bien orientado para colocarse el balón y disparar centrado para que Soria enviase el balón a córner.
Le restaba un cuarto de hora al primer tiempo cuando el árbitro ordenaba beber agua a ambos equipos después de ver como el Getafe construía una contra con solo dos jugadores con menos peligro que el Cádiz en una guerra. Eso sí, sirvió para ver una delicatesen de Greenwood solo detenido bruscamente por Escalante.
Gol de Alcaraz, de penalti
A la reanudación, llegó lo que se intuía, un penalti por manos y rachote del amigo Djené sobre Chris Ramos tras un nuevo centro de Zaldua. Desde los once metros, Alcaraz no fallaba y adelantaba justamente a los de amarillo, «los nuestros», recuerden, eh.
Sobra decir que la calidad del partido era la que era con uno de los equipos jugando al tran tran y el otro con la vergüenza necesaria para no liarla más del todo. Se llegaba al descanso de este amago de partido para alivio de una grada que bien podría ver más intensidad en un encuentro de alevines que en el simulacro que se estaba perpetrando sobre el terreno de juego por parte de un Geta ya de vacaciones.
Entre bostezos, bocatas y pipas se llegó al segundo tiempo de una final donde solo parecía jugarla uno. Y claro, eso pierde una mijita de chispa, de pasión, de tensión, todo lo que debe atraer este deporte. Salían los primeros al verde los madrileños como locos por regresar a casa cuanto antes; eso sí lo hacían ya sin Djené y Angileri y con Alderete y Óscar.
Lo peor de todo estaba siendo que a pesar de la falta de ganas del Getafe, los de Bordalás seguían a un gol de poder amargar el caramelo a una hinchada que no puede descartar en ningún momento salvarse debido al calendario tan cuesta abajo como el que se le ha presentado. Pues con todo y con eso, los de Pellegrino seguían jugando con fuego. Bueno, en realidad, no saben hacer otra cosa que jugar con fuego.
Era tal la desafección grada-club que en mitad de lo que debía ser una final, para nada creíble, el público se aglutinaba en torno al cántico de 'Vizcaíno dimisión' mientras el balón rodaba por el césped. Pero todo este panorama no iba felizmente con Javi Hernández, que casi sorprende de lejos a un Soria adelantado.
Asombroso dominio getafense
Al 57' de partido el Getafe hacía otro doble cambio para meter a Aleñá y Latasa en detrimendo de Yellu y Mata. Y lo cierto es que estos cambios le dieron, al menos por momentos, mayor control del balón a los azulones, este domingo de rojo. Ese arranque de dominio getafense alertó a la grada, que ni se podía explicar como un rival a medio gas comenzaba a pisar el área de Ledesma con cierta facilidad.
Se percató de ello Pellegrino, que refrescaba al equipo con la entrada de Iza, Alejo y Juanmi en detrimento Sobrino, Roger y Zaldua. Pero ni por esas, bastó que el Getafe apretase un poquito para ver a los de amarillo, «los nuestros», ya embotellados. Ver para creer.
Visto el agobio por el que pasaban los suyos, esta vez sí, la afición a una se unió de forma definitiva para sufrir con su equipo y tratar de que no se le cayera sobre la lona. Era el 66' de partido cuando la comunión grada - equipo regresaba a Carranza, que despedía con aplausos a Chris Ramos, que dejaba su sitio al pitado Maxi Gómez. Se dejaba acercarse el peligro y en el 68' se hizo presente con un gol de Latasa en fuera de juego.
Por un suspiro no se salía del guion el Getafe, que tras el parón para beber agüita, volvía a hacerse con la pelota, pero sus balas seguían pareciendo de fogueo a medida que se acercaba al arco de Ledesma.
Finiquitaban sus cambios Bordalás y Pellegrino en el 81' y ya solo quedaba esperar que nada pasara por el bien de un Cádiz que temblaba como un flan cada vez que el Getafe circulaba la pelota cerca de su área. Hasta el final sufrieron los corazones cadistas, que sintieron hasta el último momento un zurdazo lejano de Diego Rico que tuvo que detener en dos veces Ledesma.
El final del encuentro ponía fin al sufrimiento del aficionado cadista, ni que decir del aficionado neutro, y alargaba el chicle a la espera de derrotas y con la esperanza de que al Sevilla aún le dure la resaca de su feria. O alguna fiesta. O lo que sea siempre y cuando los de Quique Sánchez Flores emulen a los de Bordalás.
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