Elche - Cádiz
(Previa) El cautivo hace parada en Elche
Solo un milagro en forma de convincente victoria en el Martínez Valero salvaría a un técnico sin fe ya en nada más que en su final
Cómo y cuándo ver el partido
Paco López, en el centro del rondo, da una charla antes del entrenamiento que el equipo celebró en la ciudad deportiva del Elche.
Cautivo, desarmado y camino del patíbulo. Así acude Paco López a Elche para, según las escrituras, capitular de una vez por todas como entrenador del Cádiz en lo que puede ser una de sus peores experiencias profesional que ha tenido el hasta hace no mucho afamado entrenador de Silla. A un milagro, a eso se encuentra el actual inquilino del banquillo cadista para poder seguir siéndolo una semana. Bueno, a un milagro y a la billetera de su presidente, el único que lo defiende en un club donde el temor a sobrevivir en la categoría anterior al abismo de la Primera RFEF comienza a ser de lo más patente entre sus empleados, que no son pocos.
Precisamente, esa gran estructura que Manuel Vizcaíno ha logrado levantar se comienza a tambalear por mucho que se ufane el presidente cadista desde hace unos años que hay que marcar goles también fuera de los estadios, algo que de momento no se aprecia en los terrenos de Delphi, donde apenas hay metros y metros de tierra sin edificar.
El fútbol, se ponga como se pongan sus dirigentes, son goles y sin ellos resulta una utopía construir lo que se quiera construir. Y en estos momentos los únicos goles que está viendo la sufrida parroquia amarilla son los que tiene que recoger de dentro de la portería un David Gil al que se le viene grande la responsabilidad de cubrir el enorme vacío que dejó Conan.
Pero no, sería errar en el tiro si se culpa de algo al vulnerable portero de Getafe. No. Aquí, más allá de apuntar al palco, donde hay que enfocar bien es en el banquillo irresponsable. Paco López tan sólo se preocupó de estampar su firma en el contrato que le hacía entrenador de un recién descendido y ni se preocupó de interesarse por la nómina de jugadores que se iba a tener que comer. Con tan solo una llamadita a cualquier abonado del equipo que iba a entrenar se hubiera evitado el espectáculo que está dando semana tras semana.
Pero no, al valenciano le pesó más el prurito de entrenar a todo un Cádiz con vitola de campeón que la responsabilidad de hacerle ver a su nuevo jefe que antes de él poner un pie en El Rosal debería limpiar una plantilla que hedía a fracaso desde hace más de un año.
Por eso, a Paco López solo le puede salvar este sábado un milagro. Porque eso es lo que sucedería si uno se atiene a lo poco que ha podido hacer en una semana de lo más corta e interrumpida por un nuevo adefesio, este en Copa.
Las sensaciones no puede ser peores. Y lo más preocupante, no parece que Paco López vaya a cambiar al filo del abismo. Una señal de su empeño en su estilo es ver como se le abren las puertas del equipo a un jugador que no ha empatado con nadie a pesar de que hay gente que endiosa su fútbol sin apenas haber hecho más que pelearse enemistarse con sus compañeros, pelearse en un entrenamiento y ponerse en rebeldía el pasado verano para forzar una salida que no se dio y que ahora sufre el clima de un vestuario que no puede estar más dividido ante la inoperancia de un cuerpo técnico que está en Babia desde que llegó a esta parte del sur.
No parece que vaya a ver reacción. No la hubo hace una semana con la grada empujando, el rival en inferioridad y los ánimos por las nubes después de que el VAR echara su cablecito. Nada. Este equipo, ante la eterna pasividad de un presidente ausente en la toma de decisiones, sigue dirigiéndose frenéticamente hacia un iceberg que puede partir en dos la masa social de un club ya perfectamente confrontado entre unos y otros.
Puede que Paco López confeccione en el Martínez Valero el que sería su último once como entrenador del Cádiz. Lo hará con una legión de bajas, ocasionadas en su mayoría por una preparación física que está en entredicho. Por tanto, si ya de por sí el once cadista no ilusiona para nada dado que la base sigue siendo la misma que la del año pasado, ante el Elche esperar un halo de confianza viene a ser como pedir a Satanás que se santigüe.
Tras la nueva goleada en casa, es posible que se dé un cambio en la portería y que Caro, el mejor ante el Eldense en Copa, sustituya a David Gil bajo palos. Donde no hay ya tanta alternativa por las lesiones de Iza y Zaldua y la sanción a Víctor Chust es en la defensa. Así, Rubén Sobrino puede que actúe de lateral diestro dándole un suspiro a un Alejo desquiciado tal y como se comprobó con su pérdida de papeles del pasado miércoles cuando se encaró con un aficionado de tribuna. El manchego puede que no tenga la misma profundidad en el juego que el leonés, pero en defensa se faja mucho mejor. Junto al ex del Valencia se situarán en el eje de la zaga el serbio Kovacevic y Fali.
Aunque Paco López le haya levantado el castigo a Koaumé, no se espera que lo ponga de inicio, entre otras cosas porque durante el tiempo que ha pasado apartado del equipo ha estado lesionado con molestias musculares. Por ello mismo, lo más lógico es que Álex Fernández repita en el once tras su gran encuentro ante el Deportivo y comparta la medular con Fede San Emeterio.
Las bandas son innegociables con Brian Ocampo y Javier Ontiveros, que según vayan yendo las cosas se irán intercambiando los perfiles. Y arriba volverán a estar los delanteros preferidos de Paco López, Carlos Fernández y Roger Martí, aunque entre ambos solo lleven el gol marcado por el de Torrent, en claro contraste con los cinco que lleva Chris Ramos, reducido a la suplencia en pos de un juego que no ha aparecido en absoluto sin su presencia.
La afición nada espera más que la destitución de un entrenador al que se le nota ya desganado con la situación aunque no lo muestre en sus comparecencias, donde hasta él ya reconoce que poco a nada tiene sentido de lo que vaya o quiera decir a la audiencia. Impotente, Paco López no haya el camino y más de un mal pensado podría pensar que estaría como loco porque Vizcaíno encuentre el dinero para sustituirlo cuanto antes y poner así fin a sus preocupaciones.
El entrenador valenciano no ha dado con la solución, pero lo más grave es que no ha querido buscarla con la claridad que se puede ver desde la grada con un mero vistazo. Una vez tras otra, su equipo se retuerce en los mismos males para regalo de unos rivales que con nada hacen mucho daño. Desguarnecida la retaguardia, el Cádiz encaja goles como el jardinero riega sus flores. Pues bien, tan evidente es eso como que el que debe arreglar ese problema sigue empeñado en mirar a otro lado. Probablemente ya llegue tarde si lo que quiere es cambiar de la noche a la mañana de jugar. Tan tarde que es imposible pensar que su equipo se echará atrás de manera descarada, entre otras cosas, porque hasta lo más simple del fútbol se ha de trabajar. Y esta semana, por lo que sea, no ha habido tiempo. Ni ganas.
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