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La obsesión de Pellegrino
El entrenador cadista tiene una idea fija cuando en él está la decisión de cómo se tienen que jugar los partidos de casa
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Todos los entrenadores tienen su librillo, sus manías, sus creencias, sus forma de gestionar cada vestuario. A Mauricio Pellegrino eso último, lo de gestionar el vestuarios y sus egos, se le ha complicado tanto que casi que ya ha tirado la toalla en ese aspecto. El argentino no ha venido para hacer amigos y apenas conversa con sus jugadores más de lo necesario. La distancia entre el cuerpo técnico y el equipo es bárbara, sin embargo, ahí están todavía, con vida y con la ilusión, entre todos, de salvar una temporada que está siendo para olvidar. Porque, sobra decirlo, todos y cada uno de ellos quieren la permanencia del equipo. Tan solo hay que ver el derroche físico, que esté bien o mal invertido ya es otra cosa, que los futbolistas de amarillo, «los nuestros», recuerden, realizaron en el pasado encuentro ante el Getafe. Fue tan solo escuchar el silbato final y comprobar como hasta cuatro jugadores se desplomaban sobre el césped muertos de cansancio. Y es que es tanta la responsabilidad que asumen que bien podría decirse que cargan con ella desde los primeros días de la semana y explota cuando ya están en el terreno de juego, donde ya explotan.
Más allá de que Pellegrino no pueda o no sepa controlar esta ansiedad que persigue a todos y cada uno de sus jugadores, el entrenador argentino, a su manera, también está más que implicado en el objetivo de la salvación. Busca y busca cuál puede ser su mejor once para superar al rival de marras, cambia y cambia fichas con la idea de sorprender al contrario y estudia y estudia tanto al adversario que hasta hay veces que hace jugar a los suyos de la misma forma que el enemigo.
Todo lo quiere controlar Mauricio Pellegrino, al que le está costando un mundo conseguirlo si se ve a lo poco o nada que juega su equipo. No obstante, lo que está en sus manos sí que lo aprovecha. Solo hay que ver la sequedad del campo de juego del estadio Carranza para poder saber que esa característica que tan poco gusta a los equipos jugones se debe a una orden técnica como la que lleva dando prácticamente desde que llegó al banquillo de Carranza.
A sabiendas de que a los suyos le podría perjudicar un campo rápido dado la poca calidad que tiene, el entrenador argentino deja crecer el césped más de lo normal y ordena a los empleados del césped que lo rieguen solo lo necesario para no recibir multas de los controladores de la Liga, esos que deben recordar en cada descanso que activen los riegos ya que si fuera por el inquilino del banquillo local no se encenderían en un par de días.
El terreno de juego de Carranza es, dicho por muchos futbolistas y profesionales el sector, de los mejores de la Liga, pero con Pellegrino, por ahora, se hará parecer que no lo es tanto por el bien de un equipo al que, según él entiende, no le favorece que el balón corra más de lo preciso.
Pellegrino hace una pequeña salvedad con su portero en este apartado. Y es que Conan Ledesma exige a los técnicos del terreno de juego que al menos su área pequeña si esté rápida ya que teme no poder deslizarse o quedarse clavado en alguna acción. El meta argentino lo recuerda, y mucho, durante el calentamiento y el descanso.