Cádiz CF
Lo mejor de este triste Cádiz CF está en el banquillo, en el aire o en la enfermería
Jugadores con relativo calado en el mercado son suplentes, están lesionados o no muy implicados
La derrota, perdón, la humillación sufrida en el debut liguero ante un Zaragoza que se paseó por el patio herido de Carranza tiene muchas aristas y de ellas, la mayoría, se salgan hasta del plano deportivo. El ambiente creado por la dirección es irrespirable y todo indica que hasta que no desaparezcan de los despachos y los palcos al mismo tiempo que pongan dinero sobre la mesa para fichar y desmantelar una plantilla fracasada -algo utópico dadas las fechas- que aunque viniera el mismísimo Kylian Mbappé poco o nada cambiaría.
Para colmo de males, el entrenador que tiene la responsabilidad primera de que esto vaya bien lo primero que se le ocurre decir en rueda de prensa tras semejante vapuleo es que «son los que son» mientras su oponente vencedor y con 0-4 en el banquillo pide más fichajes. Esos balones fuera que está echando públicamente Paco López es la peor noticia de un equipo en clara dinámica descendente y en mitad de una categoría que bien sabe el cadista de toda la vida que es muy traicionera. ¿O es que ya no recuerdan, almas de cántaro, cuando se descendió dos años consecutivos de Primera a Segunda B para emprender un camino de casi una década en el fango del fútbol nacional? Desgraciadamente, los que ahora están al mando del club, por esa época les preocupaba más otros equipos. Es lógico y respetable. No pasa nada. Faltaría más. Pero las lecciones... a otros.
Por todo ello, Paco López tiene el deber moral de, si no quiere afearle a su presidente en público el equipo que le ha dejado durante un verano tirado a la basura, sí al menos dirigirse a él en la intimidad de un despacho para enmendarle la plana y que en este medio mes que aún queda para fichar arme el equipo cuanto antes con jugadores contrastados, de calidad y que lo valgan. Debe decirle eso y mucho más en aras de devolver a la casa de todos esa paz siempre tan necesaria para que las cosas fluyan. El caso es que, según muchos trabajadores de esa propia casa, es complicado que se deje aconsejar más allá de sus adláteres más cercanos.
El caso es que en el campo las cosas parecen no ir mejor. Se despidió Primera encajado un set de la vergüenza ante otro descendido y se ha comenzado recibiendo cuatro en un partido desolador. Y no, los jugadores no se pueden ir de rositas, como tampoco el entrenador.
Pero dentro de los jugadores están los que al menos dan la cara pese a que debieron ya se pasado de este club. Hombres como Fali, Iza, Álex, Alejo, Sobrino, Chris Ramos y alguno más que podría apuntarse en la lista no están ni física ni mentalmente para seguir defendiendo esa camiseta. El tremendo aura de desolación que los acompaña a todos a la vista de un público harto y que no olvida el mal chiste de la pasada campaña les pesa un quintal y quitarse todo ese lodo no es cuestión sencilla. Son personas y sus miedos y sus dudas afloran en cada pase que dan o en cada carrera que sudan. Además, acciones antideportivas y que ya dan vergüenza ajena como las tan repetidas de Alejo o Fali siguen sin limarse después de tantos años y hasta el escudo comienza a taparse para no dar mayor pena.
Sin embargo, más tristeza y cabreo da ver la actitud de varios jugadores que deberían ser claves en esta remontada, que empieza a ser más espiritual que otra cosa. Porque lo más grave de esta situación es que los mejores jugadores de un equipo desfasado no están ni se les espera. El ejemplo es bien claro de lo desastroso que está siendo todo y lleva el nombre del joven de 20 años Moussa Diakité, catapultado a la fuerza al once titular por la desidia y falta de implicación de dos hombres a los que se le debería dar puerta cuanto antes pese a poder diferenciales. Y van por el segundo año por el mismo camino de la pereza.
Es del todo inaceptable la actitud de Rominigue Kouamé, un jugador de lo más ególatra tal y como se vio el año pasado al ni tan siquiera dar la mano a un compañero en el banquillo. Su profesionalidad está bajo sospecha y de ello bien lo saben en el club, donde no han sido pocas las broncas que ha tenido. Este pasado viernes, durante el descanso ante el Zaragoza, verlo calentar sobre el terreno de juego era todo un sinónimo de desgana y falta de amor propio. Ni qué decir de los colores que viste. Quiere irse y no hace falta que lo jure.
Todos estos problemas parecen concentrarse en el centro del campo, donde aparece uno de los máximos responsables de la última permanencia en Primera. La labor de aquel medio año de Gonzalo Escalante fue sobresaliente. Tan grata fue que no tardó en recibir la propuesta de contrato, pero fue firmarlo y el argentino comenzar a desinteresarse. Su ejercicio pasado, entre lesiones y malos partidos, fue todo un calvario para aquel que lo viera jugar en la campaña anterior. Este año ha vuelto a comenzar lesionado y por lo que transmite es otro que no quiere jugar en Segunda.
La única luz parpadea y es intermitente
De estos que están sin estar, solo Brian Ocampo parece intentarlo y sobre él, si atendiera al papel de líder, podría sostenerse una pizca de esperanza. Ha jugado poquísimo desde que llegó al Cádiz CF, pero es público y notorio que se trata del mejor con diferencia. Sin embargo, se acepta en el club que el chaval no está bien fuera de su país y de su zona de confort. Es feliz con el balón en los pies y se le nota pero por lo que sea su cabeza aún está en Montevideo, donde lo quieren y se deja querer. Convencerlo de que podría llegar a ser lo que él quisiera parece tarea fácil pero el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y en esa estamos.
Al margen de estos tres extranjeros se encuentran dos hombres que lo han dado y han sido todo en otras permanencias. Se trata de Fede San Emeterio y Luis Hernández, dos jugadores renovados a pesar de que sobre ellos baila la guadaña de las lesiones importantes. Sus ausencias el año pasado causaron un gran problema al equipo, sin embargo, volvieron a ser renovados para comenzar una nueva temporada en la enfermería. Qué cosas, eh.
Así está la cosa en un club donde ni la afición está por la labor, ni los jugadores ni los dirigentes. Muy feo todo.
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