Cádiz CF
Tiempos modernos
El fútbol actual se ha modernizado tanto que hay veces que parece otro deporte
Es lógico que el fútbol esté perdiendo tirón. Al menos, entre los aficionados más veteranos y puristas que han llegado al siglo XXI acostumbrados y fidelizados por un fútbol más ochentero y tirando a la escenas de lo que ‘El ojo no ve’ que a las encorsetadas imágenes que LaLiga y los clubes reparten con cuidado esmero de no salirse de lo oficialmente aburrido. O sea, un tostón.
Ya en el campo, la cosa también se ha puesto complicada. Al margen de un año ‘horribilis’ por la pandemia y el vacío en las gradas, lo cierto es que los que manejan el tinglado no contribuyen mucho a levantarlo . Las últimas novedades no hacen más que ahuyentar a esos aficionados que han dicho basta a muchos de los supuestos desarrollos que han ido aterrizando estos últimos años.
De entrada, en el fútbol primaveral y veraniego ya se ha aprobado el ‘tiempo muerto’ de baloncesto disfrazado de un momento para beber agua y refrescarse. Porque lo políticamente correcto también se ha impuesto en el fútbol, donde los dirigentes hacen como el que se preocupan por la integridad de los muchachos parando un tiempecito el partido para que se refresquen debido al calor en vez de poner los partidos más tarde aunque así no se pueda ver en China, que esa es otra, habrá que preguntar a los de los ojos rasgados si también les gusta todo este circo.
La irrupción del VAR, que tiene tanto defensores como detractores , también ha sido un elemento que ha cabreado más aún a los ya
hastiados aficionados al fútbol de siempre. Por no hablar de los árbitros, a los que se les ha dado mucho más poder con un aparatito que no lo usan más que para interpretar mucho peor lo que ya apreciaban en vivo para ratifificarse también en diferido.
El ego de los entrenadores, cada vez más protagonistas que los futbolistas pese a lo que vendan en sus entrevistas y demás, está haciendo el resto. Ya no sólo el hecho de colocar a los suyos como piezas de ajedrez y dentro de un sistema rígido y poco propenso a la improvisación, sino porque en su maquiavélica forma de ver el fútbol ordenan a los suyos a hacer sobre el campo acciones que hasta hace no mucho eran vistas como ridículas.
Da sonrojo observar a esos jugadores (Koke en el Atlético o José Mari en el Cádiz, por ejemplo) tumbados por debajo de la barrera, o ese trenecito que hay que ver de vez en cuando para atacar los
saques de esquina, o algunas jugadas de estrategias salidas más de la serie de dibujos animados 'Campeones' que de la pizarra de un profesional... En definitiva, se ven escenas que pueden ser ya asumidas pero que no hace mucho solían interpretar selecciones exóticas que llegaban a los Mundiales sin tener mucha calidad pero sí imaginación.
Y mientras esto ocurre, se aprecia a los jugadores dentro de una burbuja controlada por LaLiga y sus clubes. Como ese ivento de la ‘fancam’ a la que todos acuden con una celebración ya planificada y muy lejana de la pasional y la naturalidad. Luego pasa lo que pasa, que centrados en sus redes sociales, sus cascos, su música y demás, se olvidan hasta de saludar a aquellos que con su dinero mantienen un negocio en vías de extinción.
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