Cádiz CF

Llegó el descanso, llegó el control

Nueva lección táctica de Álvaro Cervera en el vestuario del Sardinero

Alfonso Carbonell

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Munitis y Cervera, durante el partido.

No puede decirse con rotundidad que el Cádiz CF lo pasase francamente mal en El Sardinero aunque sí que hubo veinte minutos de dominio rancinguista en los que el cadismo vivió con el corazón en un puño. Sucedieron en la primera parte y había un jugador que centraba buena parte de ese peligro, el senegalés Coulibaly.

El africano. que fue titular y debió salir como delantero pero partiendo desde la banda derecha, supo encontrar los espacios que la defensa cadista no terminaba de cerrar. Seguramente han sido los peores momentos que ha vivido Servando en todo el 'play off' actuando como lateral zurdo. Las ayudas no llegaban, el isleño era sobrepasado con cierta facilidad por Colibaly y el gol se mascaba en muchas cabezas. El daño que estaba haciendo el atacante racinguista era de dominio público, a la vista de todos, pero el remedio para solucionarlo tardó en encontrarse. Para colmo, Coulibaly enlazó varias jugadas individuales con las que espoleó a la ruidosa hinchada local y, por momentos, el Cádiz CF iba camino de la esquina del ring. El protagonismo de Couliblay fue amainando hasta que finalmente desapareció. En la segunda parte, tras el descanso.

Buena parte de culpa la tiene un entrenador que ha cambiado la mentalidad de sus jugadores a base de decisiones que, después, ya sobre el verde, se valoran en su justa medida porque suelen ser correctas. Y ayer, tras su clásica charla en la caseta, Álvaro Cervera volvió a sumar puntos de un grupo que lo acogió como un bicho extraño pero que ahora lo sigue como al líder de una secta.

Los descansos de Cervera son antológicos . No grita, no presiona a sus jugadores. Habla, habla mucho. Pero lo hace desde la empatía del que sabe que sus jugadores deben tomar aire, descansar. No incide en recordar que hay que jugar con intensidad, que hay que sudar la camiseta. Para nada. Con eso ya cuenta. Porque si sus jugadores le siguen a pies juntillas, él también pone la mano en el fuego por el sacrificio de todos y cada uno de los jugadores a los que ha elegido entre los 16 que se han vestido de corto.

Es un entrenador, según sus más allegados, que clava los análisis de cada partido que se está dando hasta la llegada del descanso. Hace un análisis pormenorizado de lo que está pasando en el campo y lo expone, una vez que todos han tomado tranquilamente asiento, al colectivo. Porque la primera charla es grupal, a todos, para todos. Es un tipo tranquilo y transmite calma en momentos tensos. La adrenalina la ponen los jugadores, él los frena a sabiendas de que están como una moto porque él sido el que la ha arrancado. Su resumen de la primera mitad, muy acertado según testigos presenciales, ya le vale para meterse a sus pupilos en el bolsillo. Ya los tiene, ahora solo queda explicarles en qué están fallando. Es ahí cuando les puede decir que se tiren por un barranco y lo hacen. Los ha abducido para la causa.

En su charla al equipo tira de pizarra y la emplea para explicar dónde está haciendo daño el rival y porqué. Ordena como mejorarlo. Es ahí donde se detuvo para frenar los avances de Coilibaly. Fue ese cambio táctico, subrayado especialmente por David Sánchez al término del partido, el que cambió el guion del partido. Pidió más ayuda a Álvaro en posiciones retrasadas y mayor atención en las coberturas de los mediocentros para colaborar con Servando y Migue, que también tuvo que multiplicarse en esa zona del campo. Tanta contención sirvió para ir apagando la llamarada africana hasta quedar extinguida.

Explicado debidamente el principal problema a los once, pasó a la acción de manera individual. Se cita con cada jugador y, pizarra en mano, indica donde deben moverse y qué aspectos del juego mejorar en la reanudación. Les recuerda fallos que se han dado y les advierte cómo no volver a cometerlos. Acabada la charlita individual con cada jugador vuelve a dirigirse a todos para mandar una orden general sobre qué zonas del campo son las que interesa al equipo que se juegue el partido, indica los territorios prohibidos por donde no debe pasar el balón y anuncia que otros lugares sí son aconsejables que ruede la pelota. Y todo, sin levantar el tono de voz, muy diferente a las enérgicas explicaciones de Claudio Barragán. Sabe que no debe pedir al personal nada que no sea estrategia táctica porque cuenta con que todos están concentrados debidamente. No hay que animar a nadie porque ya todos vienen animados y motivados de casa.

Cervera es muy tranquilo y en la caseta hace gala de ello. No se anda por las ramas y prefiere decir y recordar dos o tres cosillas antes que llenar al jugador de ideas en plena batalla. Como dijo en su primera rueda de prensa como entrenador del Cádiz CF, simplifica el mensaje al máximo. Tras decirlas, se asegura que el mensaje ha sido captado y deja seguir descansando a los suyos en el caso de que siga existiendo tiempo.

En El Sardinero, otro día más, volvió a dar una lección táctica a sus jugadores, que sobre el campo se van animando a medida que las cosas salen tal y como planifica ese bajito entrenador que llegó casi que sin hacer ruido y ahora se está convirtiendo en el auténtico líder de un vestuario que va a la guerra con él.

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