Cádiz CF
El día que el vestuario se puso en manos «de un loco»
Cervera recuerda el momento en que dio un radical giro de timón a un barco que iba a la deriva y ahora atraca en puertos de Primera
Defiende, bajo una filosofía cargada de razonamientos empíricos, un sistema amparado en los resultados
Álvaro Cervera es uno de los entrenadores que menos dice en el campo pero que más lo traduce fuera. Sus explicaciones, sus palabras son veneradas en Cádiz y escuchadas en Madrid, desde donde cada cierto tiempo le llaman para valorar el momento que vive su equipo.
Este martes era El País el que se ponía en contacto con el entrenador del Cádiz CF , al que lo primero que se le recuerda son sus épocas de jugador netamente ofensivo y con una zurda privilegiada. «Siempre quise ser futbolista porque siempre me gustó el fútbol. Pero cuando eres joven no sabes lo que es ser futbolista. Para ti ser futbolista es jugar al fútbol, salir por la tele. Pero no sabes lo que conlleva esta profesión. A mí me gustaba jugar y competir desde pequeño. Siempre que bajaba de casa lo hacía con un balón en los pies. El fútbol quizás me gustaba bastante más que ahora».
Por todo ello, por su forma de jugar, por su verticalidad, regate y por su fino estilo que maravillaba, le extraña al periodista (Diego Torres) que sus equipos jueguen bajo un patrón ultradefensivo, algo de lo que Cervera discrepa. «Creo que el juego sí lo he entendido siempre. Lo que no entendía era para qué y por qué se juega. Antes lo hacía por puro placer, y por ganar dinero, porque me gustaba la vida del futbolista, con mucho tiempo libre. Como jugador quizás no era consciente de lo importante que era el marcador. Pensaba que si perdía siempre habrá una posibilidad más en el siguiente partido. Como entrenador, no».
El periodista le enfrenta a una posible contradicción en la que puede caer al pasar de ser un extremo que jugaba con el riesgo a convertirse en un entrenador que huye del riesgo. La explicación de Cervera es antológica. «Un día fui a una charla sobre el deporte y la droga. Hablaron psicólogos, médicos, pero a mí el que me interesaba que hablase era el que había sido drogadicto, porque ese me iba a dar la verdad. Esto es un poco lo mismo. Yo he conocido el fútbol de ataque, el fútbol alegre. He jugado con Hiddink en el Valencia. Pero también he conocido que realmente con eso no ganábamos nada . En mi casa no tengo ningún trofeo. Quiero hacerle ver a los futbolistas que ese es el fútbol que hará que hablen bien de ti un día pero no es el que te hará ganar dineros y títulos. Es lo que le pasa a Simeone en el Atlético. Otro lo puede hacer jugar más bonito pero estoy convencido de que no lo tendría donde lo tiene él».
De su trabajo lo que más le enganha es «la posibilidad de ver a 25 chavales de entre 20 a 30 años, intentar hablarles en el mismo idioma que hablan ellos, e intentar que ellos entiendan el que hablo yo. Si tuviera que entrenar a gente de mi edad a lo mejor no me apasionaba tanto».
Recuerda sus primeros partidos con el Cádiz, poco antes del 'play off' de ascenso a Segunda y coincidiendo en el último partido de la temporada regular. «Estuve un año sin entrenar y me llamó el Cádiz. No es lo mismo que cuando te llama otro equipo. Cádiz era Mágico, los hermanos Mejías, la Tacita de Plata, el equipo simpático que gana 5-2 y pierde 3-4… Y realmente yo no soy eso. Yo soy una persona muy ordenada. El desorden me altera. Lo que no controlo no me deja trabajar. Pero me surge la posibilidad del Cádiz y vine pensando que tendría que dejar que el río fluya, y al final iría la cosa bien porque hay buenos jugadores. Y me doy cuenta de que no basta con eso. Que hay que dar un giro. Y llega ese partido de Jaén donde yo estaba más fuera que dentro, y recuero que me puse delante de los jugadores y en lugar de la charla del partido les conté un cuento. Le dije: “Señores a partir de esto tiene que cambiar hacia donde yo creo que tiene que cambiar. Tenemos que dejar de intentar hacer cosas bien y tenemos que empezar a dejar de hacer cosas mal”. En aquellos siete partidos se produjo un crecimiento por algo que yo creo en la vida . Hacer las cosas bien es muy bonito, me encanta ver los partidos del Manchester City, pero yo no soy capaz de hacer jugar a los equipos así. Yo soy capaz de hacer otra cosa. Los jugadores vieron que era una situación límite y dijeron: “Vamos a intentar hacerle caso al loco éste, a ver”. Y tuvimos la suerte máxima de ganar cinco partidos seguidos y recibir solo un gol en el 'play off'. Y a partir de ahí creo que logré el reconocimiento, sobre todo de los jugadores».
Para encontrar la clave del crecimiento del equipo tan sólo hace falta preguntárselo al artífice de esta bendita locura. «La clave no son las tácticas futbolísticas que yo les doy sino la forma de vida que llevamos. Futbolísticamente somos reconocibles por lo sencillo. Pero donde somos complicados es de puertas hacia adentro: nos llevamos demasiado bien entre nosotros , nos ayudamos demasiado. Descubrimos que no teníamos que hablar quizás tanto de fútbol y sí de compañerismo, de solidaridad, de amistad, para que esto funcionara».
«En Cádiz es difícil organizarse»
Hay veces, aunque parezca mentira, que Cervera define a su Cádiz como un equipo desordenado. ¿Qué quiere decir realmente?, le preguntan. Responde que en «España reconocemos a esos equipos y el Cádiz es uno de ellos. Puede estar un año en Primera, cinco en Segunda, luego bajar a Segunda B… Aquí en la misma provincia encuentras sol, sierra, mar… divertimento en el Carnaval, seriedad en la Semana Santa… En Cádiz puedes hacer todo lo que te dé la gana. Y cuando tienes de todo es difícil ordenarlo. Y llega una persona como yo, un tío ordenado, a una ciudad que espera el duende. Y lo sigue esperando... Cádiz sigue queriendo ver seguramente al que yo no pongo, porque es el jugador habilidoso, el desequilibrante y tal. A mí se me permite hacerlo porque he ganado. Peo el que ordena mucho acaba cansando. Como dije, estoy en el Cádiz por mi orden, y mi orden me echará del Cádiz».
Entiende que su equipo va «contra natura» con lo que siginifica el pasado del Cádiz con el Mago, los Pepe Mejías o sin irse tan lejos, los Lobos o Pavoni. Pero lo que siempre tendrá es corazón. Y dice decidido que «el día que perdamos eso el Cádiz volverá al sitio de donde lo cogí yo. Hemos conseguido crear un vínculo entre el vestuario, la afición que reconoce el esfuerzo de los jugadores, y los jugadores que se ven reconocidos no solo por lo que hagan con la pelota sino también por lo que hacen sin ella. Lo que buscamos es que el Cádiz pueda reconocerse por Mágico y los hermanos Mejías y por aquellos que juegan con coraje y ganas de defender con el sentimiento que tienen por este club. El sentimiento se ha perdido en el fútbol. El fútbol hoy en día es de cualquiera. Un equipo puede ser de un chino. Pero nosotros no podemos perder de vista que estamos defendiendo una ciudad. A este equipo no puede venir cualquiera. Ese es un error que hemos cometido: trajimos a jugadores porque jugaban bien al fútbol y realmente lo que hicieron es hacernos peores porque solo jugaban bien al fútbol, y solo con jugar bien al fútbol a nosotros no nos vale».
Hay un axioma que Cervera ha hecho suyo y que refleja fielmente su método. 'Los partidos que nos van bien son en los que no ocurre nada', viene a decir esa ley cerveriana. Y la defiende a capa y espada porque «nosotros muchas veces jugamos a que pasen pocas cosas. Yo entiendo a la gente que ve los partidos. Pero no deben olvidar que su divertimento es mi trabajo: es como ir al circo y decirle al trapecista que no se ponga la red debajo. “Oiga me la voy a poner porque si me caigo me mato”. Esto es lo mismo. En muchos partidos me gusta que no pase nada. En otros me gusta que pasen cosas, porque creo que puedo hacer más peligro que el contrario, o porque voy perdiendo, y entonces genero algo para que ocurran cosas».
Si algo tiene Cervera es que su concepto de fútbol es el que debe imperar en un grupo en el que también hay mucho jugador que le gusta tener el balón y que se ha hecho futbolista viendo a la España del tikitaka. su trabajo mental con los suyos debe ser ese, inculcarles esos valores conservadores, tan alejados de la teoría de los Menoti, Bielsa, Guardiola y compañía. Asume que no es fácil convencer a unos jóvenes que mientras estén vestidos de amarillo aquí lo que se hace es correr, bascular, presionar y poco más. «Eso ha sido un problema, porque tenemos jugadores que les gusta tener el balón, que son felices con la pelota. Y hemos tenido jugadores que les gusta tener el balón y que cuando no lo tengamos sean otros los que hagan el trabajo por ellos. Y eso no lo debemos permitir. Todos quieren tener la pelota pero todos también deben recuperarla. Todo está en el resultado. Yo no hubiese durado cinco años en Cádiz si las cosas que yo exijo no dan resultado. Al final el equipo está en Primera, los jugadores ganan mucho más dinero que antes, están más valorados, son más felices, y todo eso les lleva a correr detrás de la pelota si lo tenemos que hacer. El resultado me posibilita obligarles. El día que no haya resultados tendré un problema gordo.