Cádiz - Athletic

De la miel a la hiel (2-3)

El Cádiz paga los errores de su primera parte y se queda a un cabezazo o un poste del empate en una casi fantástica segunda mitad

LOzano volvió al once. Francis Jiménez

Alfonso Carbonell

Todo era felicidad antes del encuentro. Un speaker hablando en inglés, las gradas llenas antes de tiempo y un ambiente festivo nada propicio para la antesala de una guerra. Tan lógico era eso como lo que llegó después .

De lo dulce de la miel a lo amargo de la hiel. Con ese sabor se ha quedado el cadismo después de que el Athletic le devolviese a una dura realidad tres días después de subirse al nube de Barcelona. Pero tampoco hay que ponerse así. Y no hay que ponerse triste ni desanimado porque el equipo sigue dando razones de sobra para creer en él. La derrota ante el Athletic tiene sus lecturas, como la cantidad de grietas abiertas de buenas a primeras en la zaga, pero tiene otras positivas, como el corazón de un equipo capaz de salir de las ruinas y levantar una obra que se quedó a un cabezazo de Sobrino de ser maestra. No pudo sumarse, pero el equipo sigue fuera de descenso. Hay que agarrarse a eso a pesar de que la próxima visita es al Pizjuán. Pero más que a la tabla, hay que agarrarse al corazón y al fútbol de un equipo, el de Sergio, que tiene enamorada a su afición.

Sergio sabía el once que iba a sacar frente al Athletic desde hace doce días y aunque la jugada le salió maestra en Barcelona, donde los suplentes no solo se presentaron al examen sino que sacaron matrícula, el entrenador catalán no cambió un ápice su idea. Y en parte, con razón, ya que qué menos que aprovechar el descanso que le brindó a sus titulares, los únicos que no recibieron ese azúcar tan venenoso que acompaña siempre a una victoria ante un grande.

Por todo ello, los Negredo y compañía salían al campo con la responsabilidad de hacer mejor aún la victoria de sus compañeros que salieron de las sombras para llevarse todos los focos de atención de un Nou Camp que acabó deseándoles el descenso a Segunda que frente al Athletic seguía estando muy presente.

El estadio era un volcán en erupción casi antes de que el balón comenzara a rodar. El himno del añorado Manolito Santander sonaba con estruendo en cuatro gradas enganchadas desde que el pasado lunes los suplentes de los de este jueves le diera el alegrón del año. Y si enchufada estaba la grada, qué decir de Ledesma, en recarga desde el Nou Cam. No había pasado un minuto cuando los hermanos Williams combinaban por la banda de Espino para que el pequeño Nico se quedase solo ante el arquero argentino que, enorme, se hizo con el balón al salir tapando todo su palo.

Primer susto para los de Sergio, que no tardaron en recibir uno más grande, este de verdad. Al tercer minuto, un error en cadena de la defensa amarilla le dejaba a placer el balón en el punto de penalti a Raúl García para que el navarro, con su zurda, batiese a Ledesma, que esta vez convertía sus guantes en papilla para no atajar el primero de los leones, que habían salido arañando a un Cádiz aún en la nube de Barcelona.

Mal, muy mal se le ponían las cosas a un equipo que, vaya cosas, de no ganar en Barcelona, hubiera jugado este encuentro sobre un patíbulo.

No tuvo otra que levantarse el Cádiz, que a través de un saque de banda de Luis Hernández conseguía prolongar una jugada que terminó con un cabezazo desviado de Negredo tras centro de Alejo. Poco más tarde, cerca estuvo de salir una magnífica jugada de pizarra pero ni el disparo de Negredo rozando la escuadra acabó en gol ni el linier lo hubiera permitido.

Volvió a tenerla Negredo tras una buena presión de Lozano al portero, que despejaba mal robándola Alejo y entregándosela al vallecano para que este disparase forzado pidiendo penalti, que de no serlo, hubiera sido saque de esquina. Pero está comprobado que todo lo que dan en las Islas Baleares no llega a la Tacita.

Pasada la imperdonable caraja inicial , el Cádiz y su gente había conseguido levantar el vuelo en busca de meterse en el partido cuanto antes pero siempre con el riesgo latente que en un ataque vasco terminara de salirse. Como acto seguido ocurrió con un penalti cometido del Pacha sobre Nico Williams que Muniain convirtió en gol tras la primera estirada de Ledesma.

No se merecía tanto castigo el Cádiz, que intentó reponerse haciendo uso del balón y con posesiones largas mientras buscaba resquicios en una muralla bien trabajada por Marcelino, que como dijo en la previa del partido Sergio, constituye un referente para todos aquellos entrenadores que usan el 4-4-2.

Empática la grada con su equipo, entre ambos se ayudaron para tratar de meter mano a un Athletic que se salvaba del gol tras una buena parada de Unai Simón al cabezazo a bocajarro de Negredo tras un buen centro de Idrissi pasada la media hora de juego.

Y a la media hora, el zarpazo mortal

Y como antes, ahora. Cuando más se acercaba el Cádiz al león, más sacaba las garras este, que volvió a morder para rematar al cadismo en el 33’ con un zurdazo desde 20 metros de Vesga con el que apagaba el fuego de la ilusión amarilla.

Medio sedado después de tres pinchazos gordos, el Cádiz, más por la inercia del escenario que por las ganas, se movía al son de los tímidos ánimos de las Brigadas. Y así, reanimándose sin verdaderamente creérselo, volvió a colarse en las inmediaciones de Simón, pero la dejada de cabeza del Choco a Negredo no fue entendida por esté, que la tomó con el poste en clara señal de impotencia. Era el 42 de partido y los de amarillo pedían a gritos un descanso para reponer fuerzas y, sobre todo, fe. Esa que pusieron muchos cadistas para que el VAR confirmase que el gol de Raúl García de cabeza era en fuera de juego.

Sin cambios salía el Cádiz para tratar de enderezar un poco el rumbo y lo único que tenía que comenzar a echarle, se lo echó. Un centro de Alejo, el enésimo, era rematado en plancha por Alcaraz consiguiendo el refuerzo moral de volver a enganchar a la grada y el mítico 'vamos, Cádiz mete un gol' de comienzos de siglo.

Removía el banquillo Sergio en el 55' dando entrada a Fali, José Mari y Lucas Pérez para que fuera precisamente este último el que acortase distancias tras una melé en el área generada por una prolongación de Lozano. El balón no lo abrazó bien Unai Simón y Lucas Pérez, tan listo como en Barcelona, la empujaba a gol encendiendo la mecha de Carranza fantando más de media hora de juego.

La pócima estaba entregada y el plan era claro. Presión alta, a morir en el campo y todo lo que se tuviera en los pies había que mandarlo a la cabeza de las torres. Además, se contaba con Alejo de carrilero, que se multiplicaba por momentos para estar abajo salvando un balón y arriba para poner otro a Negredo, que casi consigue conectar para poner el segundo.

Intentaba por todos los medios el Cádiz de acelerar las pulsaciones del partido mientras los vascos atemperaban el ritmo para tratar de calmar un encuentro que no debía írsele de las manos. Para evitar eso, Sergio metía más brío. Sacaba a Lozano y daba entrada a Sobrino en el a veinte del final.

La expulsión de Vesga en el 70' daba más alas aún a las aspiraciones cadistas, que presenciaban el tremendo cabreo de Alcaraz al ver su número en la tablilla justo en el momento en el que iba a tirar la falta por la que fue expulsado el jugador bilbaíno. Por el catalán entró Álex, recuperado para la causa en Barcelona. Negredo chutó con fuerza a las duras manos de Simón.

Los equipos agotaban sus cambios y todo quedaba ya para el acto final. Y el primero que la tuvo fue Álex, que veía como su volea era despejada por el portero internacional del Athletic. En tromba el Cádiz, la siguiente sería para Luis Hernández, que de medio chilena enviaba por encima del larguero. Seguía el Cádiz. Otra vez Alejo se adentraba en el área visitante para meter un pase de la muerte a Espino que de no ser por Simónn hubiera acabado dentro tras el despeje de un defensa.

Las ocasiones no cesaban en el área vasca , si bien los cabezazos de Negredo no iban con la fuerza necesaria para batir a Simón. Tanto esfuerzo lo pagó el Cádiz que dejó pasar unos minutos en los que el Athletic pudo sentenciar. Eso lo aprovechó el Cádiz, que en el 86' volvía a marcar tras una jugada empezada por Álex, continuada, y de qué manera, por Alejo y finiquitada por Sobrino, que hizo espléndida la dejada de Negredo.

Cinco minutos daba solo el marcador del descuento para indignación de una afición indignada y que besó el empate con una rosca portentosa de Fali que se fue a la madera estrellándose en ella toda la rabia de una afición que despidió a los suyos con una sonora ovación. No era para menos. Tuvo el empate hasta el último suspiro en el que Sobrino no acertó a rematar un gran centro de Idrissi, tremendo en una recta final de partido que no premió como debiera al esfuerzo y al fútbol de un equipo que tiene que levantarse porque, entre otras cosas, ya lo ha hecho mil veces.

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