alavés - cádiz
Game over (1-0)
Sergio y su Cádiz firman la derrota anunciada y permitida por un presidente que ha dejado correr la bola hasta hacerla enorme para el que venga
Quiso el presidente una semana más y lo que volvió a hacer es darle a su equipo una semana menos. Más morfina para un muerto que se hizo presente a principios de noviembre en Getafe y al que se le ha dado vida por parte de quien más debe sufrirlo. Nunca hubo un ultimátum tan airado y evidente como el de Sergio en Vitoria, ahí donde escribió una página de oro del cadismo y ahí donde ha dejado su particular RIP.
La derrota estaba anunciada desde que Vizcaíno dejó seguir bajando una bola de nieve cada vez más gorda para el que venga a tirar de un carro repleto de jugadores que perdieron el alma y hasta la vergüenza. La imagen que llevan dando no es de recibo y aunque Sergio cargue con la culpa, y con su finiquito, son ellos a los que ahora habrá que mirar porque dependerá de ellos que esta temporada no sea lo que tiene toda la pinta de ser. Game over en Vitoria.
Era su última bala (de regalo) y esa la dispararía con sus ideas, firme a ellas. Por tanto, olvidó el triple pivote y se decantó por el 4-4-2 al que guarda respeto y admiración. Y claro, tenía que elegir un acompañante a Chris Ramos, su tumba de salvación. Y entonces, la respuesta era «Guardiola y diez más». Ese iba a ser el once de Sergio en Vitoria dicho por alguna que otra persona que ha estado esta semana en El Rosal. ¿Y por qué lo decía? Pues porque solo había que ver el trato que le dispensaba el entrenador cadista al delantero de Manacor desde el pasado martes. A la vista del paupérrimo nivel que no se cansa de dar Maxi Gómez, estaba cantado que en vez del uruguayo jugaría en la final de Mendizorroza Guardiola, Negredo o en última instancia el canterano Etta Eyong, al que Sergio citaba para viajar a Vitoria.
Sergio tenía las cosas claras desde que lo decidió a comienzos de semana porque a propios y extraños sorprendía cómo entrenador y delantero pasaban de una relación fría y ausente a casi ser uña y carne durante los últimos días de trabajo. Y efectivamente, en el once de Sergio aparecía como novedad Sergi Guardiola (por Kouamé) en justo detrimento de Maxi Gómez. También entraban como novedad Zaldu (por Iza), Pires (por Javi Hernández), Víctor Chust (por Luis Hernández), Escalante (por San Emeterio).
Y con esos cambios, muchos pero no muy notorios en la influencia, comenzó a jugársela Sergio, que a media hora de que rodase el balón comentaba que «en situaciones límites, lo que mejor conoces», refiriéndose al 4-4-2 que volvía a poner en liza tras sacar ante el Valencia un triple pivote con solo un delantero.
Ni tres minutos habían pasado y el Alavés ya sabía lo que era pisar el área del Cádiz hasta en tres ocasiones; primero, tras un control de Luis Rioja que fue frenado por Fali y segundo y tercero, tras un centro de Kike García mal despejado por Ledesma para que el balón le llegase a Guridi, que sin pensarlo dos veces voleaba al larguero.
Sin tiempo para tomar aire, el Glorioso siguió tanto por banda como por el centro haciendo trabajar a Conan antes de tiempo. Era la carta de presentación de un equipo que venía de ganar en el Pizjuán ante otro que venía de sucumbir en su casa ante el Valencia. La sangre se huele y el conjunto local la perseguía en unos primeros diez minutos donde los amarillos no sabían como salir de su esquina.
El guion era claro; el Cádiz a verlas venir y el Alavés a tratar de finiquitar cuanto antes. Y cuanto antes era buscando a Luis Rioja, que una y otra vez hacía lo que quería con Zaldua y en una de esas, tras zafarse del lateral vasco, centraba para que el veterano Kike García cabeceara para que Ledesma se luciera. No habían pasado ni diez minutos, pero poco antes del cuarto de hora aparecía Chris Ramos para peinar un centro de Pires que inquietaba a Sivera, que mandaba a córner.
Bastó esa ocasión para que los amarillos equilibrasen un poco el encuentro, lo que le vino bien a los atormentados corazones cadistas. Animados por esa acción, el once amarillo adelantó sus líneas para dificultar la salida de balón de un Alavés que bajó el ritmo. Eso sí, si los vitoriano tenían dificultad con esa bloque alto del Cádiz, ver a los gaditanos sacar el balón de su trinchera era un chiste, tal y como evidenció Ledesma quitándose el balón de encima para mandarlo a la grada en su búsqueda a Zaldua.
El caso es que los de Sergio respiraban y en una de sus salidas Alejo casi le complica la vida al meta Sivera en su despeje, que no encontró puerta después de que el extremo pucelano se la jugase solo contra el mundo.
Por enésima vez en lo que va de su pírrica Liga, el Cádiz conseguía aminorar el ritmo de partido a base de un juego anodino, insustancial, soso, insignificante. Y eso, se quiera o no, contagia. Esa fatiga cadista inyectada al partido lo pagaba el Alavés, que poco a poco y como anestesiado por ese veneno del aburrimiento fue de más a menos hasta el sopor.
Y ahí, entre los estertores del fútbol, es donde mejor se mueve un Cádiz que cerca estuvo del gol al borde del descanso tras un gran centro de Zaldua que fue recordando por el aire al que le metió a Negredo el curso pasado en Pucela; pero no, esta vez no, esta vez quien aparecía era Rafa Marín para enviar a córner no sin meter el miedo en el cuerpo a su parroquia, que suspiró al ver que el despeje no entrada en su propia portería.
No pudo empezar peor la segunda parte para el Cádiz, que veía como el Alavés se adelantaba en el marcador de penalti tras un pisotón de alejo a Kike García dentro del área durante una jugada sin peligro alguno. Desde los once metros, Rioja engañaba a Ledesma tras el regalito de Alejo, de los mejores de este Cádiz este año. Hagan una lectura de eso...
La respuesta de los de Sergio fue a balón parado, pero el remate de cabeza a la salida de un córner de Chris Ramos se iba alto; algo más cerca quedó el siguiente cabezazo a centro, en jugada de Pires. Ambas ocasiones fueron un espejismo porque el Alavés volvió a maniatar a un Cádiz que solo por vergüenza. De eso, de vergüenza, tiró Navarro para controlar de forma orientada para dejar atrás a dos rivales antes de asistir, en posición ilegal, a Chris Ramos, que de todas formas fallaría.
Muerto en vida, Sergio sacó del campo a Guardiola y Alejo y metía a Ocampo y al canterano Etta Eyong con la ilusión de creer en un deseo en el que de tener dinero, tampoco apostaría porque su equipo era y es tan sumamente malo que hasta un rival directo por la permanencia se gustaba con jugadas al toque con tan solo un 1-0 en el marcador; lo peor es que así, al toque y gustándose, los de Luis García Plaza podían acercarse sin excesivos problemas al área de Ledesma.
En el 75' entraba Álex por el fantasma de Escalante y por el Alavés también entraba Samu, que en su primer balón casi convierte el segundo de los suyos, que si no llegó fue porque no insistieron lo suficiente ante una defensa tan contemplativa como de atrezzo.
A falta de cinco para el 90', Sergio sacaba a Iza y Negredo por los laterales Pires y Zaldua pero el recorrido que tenía el partido no lo paró. Benavidez perdonó dentro del área amarilla como Samu lo hizo hasta en dos ocasiones durante un descuento de siete minutos en los que el once amarillo dejó una imagen preocupante ya no por lo que poco que ofreció, sino por lo poco que quiso ofrecer. Y eso ya no es culpa de entrenador, eso ya es culpa de la conciencia.
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