Cádiz CF

Un enésimo caso bajo sospecha

La llegada del lesionado Carlos Fernández inquieta a un cadismo que teme vivir experiencias pasadas con un jugador que no pueda dar su máximo rendimiento

El ex del Sevilla Atlético fue presentado en Carranza. nacho frade

Alfonso Carbonell

Ya se ha dicho por activa o por pasiva que Carlos Fernández está en el Cádiz CF por su mal estado físico actual porque de estar al cien por cien muy seguramente estaría bajo las órdenes del entrenador de la Real Sociedad, que en enero de 2021 se frotaba las manos con un fichaje por el que la entidad txuriurdin había desembolsado diez millones de euros. Sin embargo, a los pocos meses de llegar a San Sebastián, en el agosto de ese mismo año, el delantero sevillano se destrozaba la rodilla al sufrir una rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha. Y desde entonces, no volvió a ser el mismo que deslumbró en las categorías inferiores del Sevilla antes de recalar en el Deportivo de la Coruña, donde siguió con su progresión. Después llegaría el Granada y fue en la ciudad de La Alhambra donde comenzaría con su rosario de lesiones que tiempo después aún le hacen sufrir en silencio.

Porque si la cara es el espejo del alma, la de Carlos Fernández en su presentación como cadista hace pocos días no engañaba a nadie. Ni su rostro, ni su tono, ni sus palabras. Entre todos, lo primero será levantarle el ánimo para creerse de verdad que puede volver a recuperar toda su fuerza perdida en los quirófanos. Hace un par de semanas, durante la pretemporada de la Real, el ariete volvía a recaer con unas molestias en el menisco dañado y por el que se le esta realizando un tratamiento conservador que aplazará durante un tiempo que nadie osa poner su debut con el conjunto gaditano.

Queda claro con esto que la llegada de Carlos Fernández al Cádiz CF es una oportunidad baratísima de mercado y que igual puede salir mal, que es lo probable, que bien, que sería lo deseable por todos.

Dejando a un lado, recuperándose, al jugador de Castilleja de Guzmán, lo cierto es que el genial futbolista sevillano no ha sido ni el primero ni el último jugador que un club ha firmado a bajo precio y entre algodones. No, y en el Cádiz CF, tampoco.

Sin salir de Segunda, el Cádiz CF 03/04, entonces presidido por Antonio Muñoz, se acababa de pegar la solera de nueve años ininterrumpidos en la Segunda División B, se decantaba en su vuelta al fútbol profesional por una vieja gloria del cadismo como Mami Quevedo por delante de otra como Moisés Arteaga. El primero se encontraba ultimando su contrato con el Rayo mientras que el segundo hacía lo propio en el Espanyol. Finalmente, Muñoz se decidió por Quevedo sin importarle demasiado los problemas de rodilla con los que llegaba y que, a la postre, le harían retirarse esa misma campaña en Carranza sin aportar prácticamente nada más que unos primeros y desilusionantes partidos. La baja federativa ponía el finiquito a una brillante trayectoria comparada a la de su coetáneo Arteaga, que alargaría su vida profesional hasta 2007 jugando en el Chiclana de Tercera.

Aquel pufo no lastró en absoluto a un Cádiz CF de Jose González que venía del bronce con la flechita hacia arriba y que seguiría siendo la columna vertebral del equipo con el que Víctor Espárrago se metió en Primera dos años después al ascender en Chapín de manos de otras glorias como Oli que, en este caso, fue un acierto total como otros como los más recientes Juan Cala, José Mari y Álvaro Negredo, veteranos con fecha de caducidad como el asturiano, pero que contribuyeron al máximo en sus últimos coletazos profesionales vestidos de amarillo.

Por eso mismo hay que diferenciar entre apuestas por veteranos que no estarían en el Cádiz CF de haber sido más jóvenes que otras que se hicieron por descartes de otros equipos como es el reciente caso de Carlos Fernández o el ya histórico error del Mami Quevedo. Pero la lista sigue, es incalculable.

Más recientes son otros capítulos que aún sangran por la herida de una afición decepcionada. Bajo el mandato de Vizcaíno se recuerda, cómo no, la llegada con todos los honores del internacional argentino Augusto Fernández y su propia despedida a los pocos meses en un capítulo muy similar al del espantapájaros de la mítica Top Secret. En este caso se unían los dos casos, veterano y lesionado. El ex del Atlético o Celta llegó a Carranza en junio del 20 para embarcarse en el final de la temporada del ascenso más triste que se recuerda a Primera a causa del coronavirus. Se mantuvo en la plantilla en Primera, pero apenas formó parte en doce partidos para retirarse en mayo del 21 en una rueda de prensa insólita en la ciudad deportiva del Rosal con su cartelería y todo.

También fue en Segunda otro fichaje mediático que se produjo con la venida de otro excolchonero como Jurado en julio del 19. En efecto, sobre el blanco del papel se trataba de un talentoso jugador, pero sobre el verde del césped resultó un bluf de marca mayor para confirmación de los peores temores de Álvaro Cervera. El sanluqueño formó parte de la plantilla del ascenso a Primera pero sus gotas de calidad apenas se dejaron ver en un par de entrenamientos en la ciudad deportiva y poco más. Firmó hasta el 22, pero rescindió en octubre del 20 y colgó las botas.

Otro jugador que no obró el milagro de recuperarse fue Jorge Meré, un central que llegó en Primera para reforzar una defensa que nunca pudo reforzar debido a sus recaídas y no poco peso. Antes de recalar en Carranza tras cinco años jugando en el extranjero (Alemania y México) su carrera prometía desde que saliera del Sporting de Gijón, pero su marcha al otro continente la acabó pagando a su vuelta a la competición española, donde lo intentó sin suerte.

También en Primera, la temporada pasada llegaba otro hombre a escena y bajo sospecha. Se trataba del jugador cedido por el Betis, Juanmi, que a sus 30 años, y tras un paso de puntillas por la floja liga de Arabia, se convertía en un refuerzo que a pesar de sacar a valer su instinto con el gol no tuvo la continuidad deseada debido a continuas molestias que aún le siguen apareciendo tal y como demuestra su actual lesión en el tobillo en el cuadro bético. De hecho, el ya excadista, terminó la temporada de amarillo en la enfermería a pesar de ser un refuerzo de invierno.

A grandes rasgos, estos han sido algunos de los últimos y más recientes fichajes bajo sospecha que desgraciadamente estuvieron bien alertados. También se recuerda algunos de menos calado como Luismi Quezada, que no tuvo suerte desde el principio y que cuando le llegó tuvo la desgraciada fortuna de lesionarse a las primeras de cambio en el encuentro ante el Rayo que se jugó en un Carranza a puerta cerrada puesto que fue el primero de la reanudación de la temporada frenada por la pandemia, o Aleksandar Pantic, un serbio procedente del Dinamo de Kieve que llegó en el mercado invernal del 19 y que no debutó puesto que en marzo tuvo que operarse de un menisco que venía dañado. Muy distinto a este caso es el de Brian Ocampo, que aunque llegó tocado en agosto del 22 en una rodilla que terminó dando la cara en febrero del 23 en el Nou Camp, entre lesiones y problemas personales, sigue siendo la joya de la corona de un club que reza porque la rodilla de Carlos Fernández pueda burlarse de todo este artículo.

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