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Crónica de una noche para el olvido: ¿y ahora qué?

El Zaragoza hurgó en la herida y obliga a Paco López a dar un giro radical en lo anímico y en lo deportivo de una plantilla que todo apunta a que no va a sufrir modificaciones

Jugadores del Cádiz y del Zaragoza se saludan antes del comienzo del encuentro CCF

P.V.

Anda que no había planes para disfrutar de un viernes noche en pleno agosto en Cádiz. Hombres G y DJ Nano actuaron en Chiclana de la Frontera, el legendario Robe colgó el cartel de no hay billetes en San Fernando y Niña Pastori deslumbró en el Puerto de Santa María. En la capital gaditana, el grupo de música y teatro infantil Pica Pica sacaba una sonrisa a los más pequeños. Sin embargo, hubo 16.970 valientes que decidieron ir a disfrutar del debut del «nuevo» Cádiz CF de Paco López ante el Real Zaragoza.

Una cifra considerable de asistentes que, lejos de asistir a un espectáculo – a excepción de ser zaragocista desde la cuna -, fueron testigos directos de una vergüenza histórica. Una noche para el olvido que certificó oficialmente las carencias de la plantilla en lo deportivo y la brutal división existente entre grada y club en lo extradeportivo. Cuatro goles que se sintieron como cuatro guantazos. Soberón, otra vez Soberón, Aketxe y Luna. Éste último aprovechándose de una actuación defensiva digna de un partido de benjamines mientras el público que aún quedaba en el estadio desistía y se apuntaba a animar los tantos del Zaragoza.

En una categoría como la de plata, comenzar el curso ante el abuelo de la misma no es lo más recomendable. El conjunto maño daba el pistoletazo de salida a su duodécima temporada consecutiva en Segunda, y lo hacía ante un Cádiz que parecía noqueado antes de saltar al césped. Ni el recibimiento fue capaz de sacudir el estado de nerviosismo en el que se encuentra instalado el vestuario. Abstraerse del ruido en un entorno como el gaditano es prácticamente imposible.

Sin orden, sin táctica y sin peligro

La primera jugada del partido ya daba muestras de lo que iba a suceder. Una presión tras pérdidas a medias, Iza Carcelén fuera de posición, Fali abandonando la suya y favoreciendo la verticalidad del Zaragoza y un repliegue a medio gas de la mayoría del equipo cuando el electrónico tan solo marcaba un minuto de partido. Mala pinta. Efectivamente, porque el partido estuvo repleto de errores groseros a nivel táctico. Desajustes que se trataban de solventar con más desajustes que, adivinen, provocaban más desajustes. Los de Víctor Fernández dieron una clase magistral de que en el fútbol lo práctico siempre va a superar a una posesión estéril.

Porque eso es otra. Es irritante comprobar como, a excepción de pocos futbolistas, el Cádiz no genera peligro en absoluto. Constantes pases horizontales que constataban la incapacidad de ser profundos y la evidencia de que, a falta de jugadores como Ontiveros, de tres cuartos hacia adelante no hay clarividencia. Todo esto sumado al mal estado de forma que atraviesan los delanteros.

Solo Brian Ocampo dio esperanzas en este aspecto. El uruguayo, si quiere, será el mejor jugador de la temporada en Segunda División. Porque ante el Zaragoza volvió a demostrar que posee una calidad exquisita. Controles orientados en forma de regates, superando a los rivales con suma facilidad y con una sensación permanente de peligro cuando el balón entraba en contacto con sus botas. El charrúa ayudó a ver los mejores minutos de un Cádiz desquiciado que al final tuvo que tragar con dos tantos más del Zaragoza para provocar el enfado mayor de la afición amarilla.

El primer reto está en lo anímico

En lo deportivo, Paco López debe recuperar la fortaleza mental de un bloque que está por los suelos. «El vestuario está muy mal. Ha habido errores espectaculares y de ahí la derrota tan contundente», explicaba Álex Fernández tras el encuentro. Y es que, más allá de planteamientos, tácticas, sistemas, jugadores o fichajes, el verdadero reto del técnico valenciano está en hacer creer a unos futbolistas que han competido y han logrado permanencias en Primera División que están más que capacitados de volver a rendir como un día rindieron. Y, al mismo tiempo, introducir la calidad que debe ser diferencial de Ontiveros y la de Brian Ocampo.

Tal y como está confeccionada la plantilla (tres delanteros y siete centrocampistas), abandonar el dibujo 1-4-4-2 parece una solución viable. Eliminar a un delantero del once – ni Roger ni Chris están en un buen momento – y reforzar así el centro del campo para minimizar los desajustes tácticos y favorecer la cohesión entre líneas, además de poder así usar la superpoblación en la medular existente actualmente y que, aunque saliera alguno de dicha demarcación, continuaría produciéndose.

Paco López tiene por delante una semana muy dura de trabajo emocional. En lo deportivo, la confianza de la afición en el técnico es ciega, aunque echan de menos alguna reprimenda pública a un club que alabó en su presentación. Dos meses más tarde, el gesto del preparador cuando es preguntado por la confección de plantilla es de que ni el mismo entiende muchas cosas. Por eso, mejor mentalizarse cuanto antes de que lo hay es lo que hay. «Somos los que estamos. Quedan dos semanas, tenemos jugadores para recuperar y futbolistas con la suficiente carisma y calidad para ofrecer mucha mejor versión de la que hemos ofrecido». En manos de Paco López.

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