Cádiz CF

La Copa ahonda en la marca de los ausentes

El pésimo partido disputado en Vic deja patente los motivos por los que algunos jugadores no están contando en la competición liguera

José Mari fue el capitán en Vic. l. v.

Alfonso Carbonell

A veces, las primeras eliminatorias de la Copa del Rey suelen verse en el vestuario de un equipo de Primera como la oportunidad para abrir puertas y ventanas para que entre aire nuevo, fresco. Especialmente, para aquellos jugadores que no suelen estar jugando muchos minutos en la competición doméstica. Es la hora de los suplentes y es la oportunidad para demostrar dos cosas: justicia o injusticia.

Pues bien, una vez visto el paupérrimo encuentro desarrollado por los suplentes ante un equipo de Segunda Federación hay que darle la razón por completo a Sergio, que tampoco es que se encuentre en estos momentos tirando cohetes por lo bien que están sus más habituales. Sin embargo, había cierta curiosidad por ver sobre el terreno de juego a futbolistas que apenas están aportando en la Liga dado que se encuentran en el ostracismo.

Es más, gracias al fútbol post pandemia, las oportunidades han aumentado ya que con la entrada de los cinco cambios son muchas más las opciones de poder aportar saliendo desde el banquillo. No es el caso de lo jugadores del Cádiz CF, ya que los cambios suelen ir a peor más que a mejor tal y como demuestra una clasificación en la que contando únicamente los primeros 45 minutos los amarillos serían equipo de Champions y por el contrario, es decir, contabilizando únicamente las segundas partes el Cádiz CF estaría en puestos de descenso.

Pero más allá de cargar las tintas con el equipo en una eliminatoria donde no han sido pocos y no importantes los equipos que alguna vez la han pifiado visitando campos extraños, pequeños, de césped artificial y a horas intempestivas, lo cierto es que sería un error no apreciar qué jugadores dieron lo que tuvieron y quienes no. Porque sí, puede ser una excusa notable el hecho de jugar en un campo estrecho, incómodo y con un césped sintético en donde el balón corre y bota igual que un conejo. Vale, se puede comprar ese motivo para que un cuadro de Primera no se encuentre en su mejor escenario para poder quedar evaluado. Por eso, sacar conclusiones acerca del estado técnico de los jugadores bien podría ser un pelín injusto. Hasta ahí, ok. Distinta es la actitud.

No se trata de dudar de la profesionalidad de nadie porque todo trabajador tiene un día malo. Más aún si a un bombero lo ponen a trabajar en un desierto con botellines de agua en vez de mangueras. Perfecto. Pero lo que pasó en Vic ante el Badalona Futur fue a más si uno se acerca con lupa al rendimiento de unos y de otros. Porque las ganas, las ganas hay que mostrarlas hasta en una bolera, muchachos. Esas mismas que sí exhibieron los canteranos Julio Cabrera -que no se cansó de subir la banda y de bajarla para defenderla- o su compañero el central Adrián Miranda -atento al cruce y siempre expeditivo cuando la situación no acompañaba al deleite-.

Salvando a los dos canteranos, que si no le ponen ganas mejor sería que cogiesen cuanto antes los libros, el resto de profesionales se diferenciaron bastante a la hora de competir. Y la verdad es que en el saco de los salvables aparecen pocos, pero solo por eso valdrá la pena enumerar.

David Gil volvió a erigirse en el salvador de la Copa del Rey, y no solo desde el punto de penalti. Y es que el portero madrileño salvó en un par de ocasiones al equipo de encajar un gol durante los 90 minutos de juego. Junto al arquero, que siempre está para un roto o un descosido, hay que destacar el papel del veterano Zaldua, al que le hicieron un penalti claro que el árbitro mandó al limbo y a punto estuvo de marcar llegando desde atrás en el segundo palo en otro lance. Al donostiarra se le vio con hambre y con ganas de volver a combatirle el puesto en Liga a Iza. Y de lateral a lateral, porque sin tampoco hacer nada del otro jueves, el brasileño Lucas Pires estuvo muy activo en los minutos que estuvo sobre el campo y de sus botas salieron varios centros que cerca estuvieron de convertirse en gol. A estos se le unen tres hombres que en los pocos minutos que estuvieron sobre el césped artificial demostraron que no habían ido a Cataluña a pasearse. Fueron los casos de Chris Ramos, su esfuerzo es innegociable, Robert Navarro, al que le faltó puntería en un mano a mano que él se había obrado y Kouamé, que cuando estuvo en la medular hizo más que el resto que estuvieron durante todo el partido. El resto, salvo contadas excepciones como Sergi Guardiola (muy participativo pero sin acierto), Negredo (activo aunque sin puntería), Víctor Chust (que no jugaba desde hace varios meses y acaba de salir de una lesión) y Alcaraz y Meré (que cumplieron) al cajón.

Sin duda, los más señalados fueron cuatro jugadores que viven una situación distinta pero similar. Por un lado, dos que están llamados a ser titulares indiscutibles pero que han perdido su plaza debido a encuentros como el de este miércoles en Vic, y de otro, dos que están en el ostracismo y que no tienen mucha pinta de salir de él. Ahora mismo, los cuatro están más que ausentes en Liga. Realmente preocupante fue el partido de Gonzalo Escalante, sin chispa alguna y sin ganas. Del todo intolerable. Decía Sergio que el argentino necesitaba minutos para estar cuanto antes a pleno rendimiento pero está pareciendo todo lo contrario porque a más minutos, mayor decepción. Hablar de José Mari y Álex ya es casi prescindible, como lo son en Liga. Ninguno está a la altura de lo que fueron y ahora mismo sus fichas en la plantilla son una carga para el entrenador. También fue grave el encuentro de Maxi Gómez, por su falta de actitud. Sangrante incluso fue ver en sus redes sociales alardeando de la clasificación tras un encuentro deplorable a pesar de su penalti bien ejecutado. No fue el único en hacerlo, comenzando por el propio club que según se veía en sus publicaciones casi que trataron al encuentro como lo que era, un trámite, sí, pero qué menos que darle algo de seriedad porque si la entidad se lo toma así, es de esperar que el vestuario juegue al trote cochinero, como se pasó de ronda.

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