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El cadismo sueña con su 89/90

Hace tres décadas y media, el once amarillo consiguió la proeza de eludir el descenso al ganar sus últimos cuatro partidos ligueros

Hugo Vaca, secretario técnico entonces, repasa una temporada «mala y en la que el equipo estaba muerto» igual que lo está ahora

El Cádiz 89/90 hizo historia.

Alfonso Carbonell

Eran otros tiempos, otro fútbol, tan distinto que los actuales jugadores del Cádiz CF ni siquiera habían nacido. Sin embargo, el cadista medio y con una edad ya madura lo tendrá tan fresco en su memoria que de solo recordarlo se le dibujaría una sonrisa en su rostro. Corría la temporada 89/90 y a la Liga le quedaban cuatro jornadas por disputarse. Era un época en la que las victorias sumaban dos puntos y había positivos y negativos para detectar lo bueno, lo malo o lo normal que era un equipo jugando como visitante o local. Entonces, también había 20 equipos en Primera, pero descendían de manera directa los dos últimos clasificados y promocionaban para descender los clasificados en la decimoctava y decimoséptima posición. Además, en vez de euros había duros, que eran cinco pesetas. Como en el fútbol, aquí también se ha perdido con el cambio.

Manuel de Irigoyen era el presidente de un Cádiz CF que a finales de la década de los 80 comenzaría a ganarse el apellido 'de los milagros' por eso de salvarse en las últimas jornadas cuando muy pocos daban un duro por su permanencia. Y la 89/90 fue la primera de ellas hasta que en la 92/93 se cayó irremisiblemente a un pozo del que no se saldría en diez años. Años antes, en la 86/87, Irigoyen obró la liguilla de la muerte con la que se salvaba la categoría y el Cádiz CF ponía a funcionar el apodo cariñoso que se ganó en el territorio nacional, a excepción de Santander, claro.

Pero aquella y gloriosa temporada 89/90 el Cádiz CF no solo eludió la promoción sino que incluso llegó a las semifinales de la Copa del Rey ante el Real Madrid, toda una gesta para un club humilde que acabaría el curso anclado en la decimoquinta posición. Suena airosa la salvación, pero no lo hubiera sido en absoluto de no ser por una recta final histórica de los hombres del británico Colin Addison, que tuvo la ayuda principal del añorado Ramón Blanco. Pero no sería este tándem el que comenzó la Liga ya que fue David Vidal el que la empezó dando a lugar a un divorcio entrenador-grada a cuenta de los castigos que imponía el técnico gallego al ídolo de la afición, Mágico González, que ya estaba dando sus últimos coletazos como astro. Al salvadoreño había que sumar promesas del momento como Jose, Cortijo, Quevedo o Arteaga, a los que se sumaban hombres consolidados como Juan José, Montero, Chico Linares o Carmelo y una extensa lista de diferenciales como los Barla, Szendrei, Bermell, Sánchez Pose, Oliva, Poli y tantos otros.

La cosa no pintaba nada bien en la jornada 34, la misma en la que se encuentra ahora mismo en presente Liga 23/24. Los amarillos se encontraban en la decimoctava posición, plaza de promoción, con solo dos puntos por encima del descenso directo, donde estaba el Celta con y a tres de la salvación, que la marca el Tenerife con 25 puntos. Los de Addison y Blanco, para colmo, acababan de recibir en dicha fecha una dura goleada en Carranza a manos del Barcelona (0-4), que esos años andaba a la sombra del Madrid de las cinco ligas.

Hugo Vaca, secretario técnico del Cádiz CF entre las fechas de 1987 y 1993, recuerda aquellos momentos y manda un mensaje esperanzador al actual cadismo. «En aquel momento el equipo estaba tan muerto como ahora nos parece que está» el de Pellegrino. El directivo y comunicador argentino afincado en Cádiz contextualiza aquella temporada. «Vino Colin (Addison) por David Vidal después de que el gallego ganase un partido al Valladolid (1-2) y dijera de Irigoyen que 'a ver si ahora tiene lo que hay que tener para echarme'. Y lo echó. Restaban nueve partidos para el final y el Cádiz CF se encontraba decimoséptimo a un punto de la permanencia directa.

Pero tras ese vital triunfo en Pucela el equipo se estancó tras empatar sin goles en casa ante el Osasuna, perder 4-3 en Oviedo, ganar 1-0 al Castellón, caer goleado 5-1 en Mallorca y volver a perder 0-4 ante el Barça. La cosa no pintaba nada bien antes de visitar al Rayo, cuando se jugaba en la matinal de Vallecas para no coincidir con los partidos del Atlético ni del Real. Un gol en el 88' de Mario Armando Husillos le dio la victoria a los amarillos, que a la jornada siguiente volvían a ganar por la mínima en Carranza a la Real Sociedad con otro tanto del delantero oriundo. Esa victoria le daba al Cádiz CF el derecho de depender de sus resultados. Y no defraudaría porque a continuación llegó la victoria en el Heliodoro Rodríguez López en los que los amarillos sumaron los dos puntos pese a no tirar a puerta y agradecer el gol en propia meta de Manolo Hierro. Ya en Carranza, Manolito puso la guinda al campeonato con un gol de cabeza al Celta con el que el Cádiz CF rubricaba su permanencia directa en una categoría en la que lograba consolidarse a pesar del continuo debilitamiento de la plantilla por parte de Irigoyen tal y como narra el creador de aquel Cádiz CF dorado.

Testigo directo

«Aquel fue un año malo», rememora Hugo Vaca, que subraya la importancia de ganar los partidos que se han de ganar. «Las victorias ante Madrid o Barcelona dan prestigio, pero las que dan la vida son las que se consiguen ante rivales directos», dice con razón un secretario técnico al que le tocaba hacer malabares cada verano. «Una vez que conseguimos en la 87/88 la mejor clasificación de la historia del club con Espárrago, el club vendió a Francis al Espanyol por 40 millones de pesetas más IVA; más tarde también nos desprendimos de Calderón, que se vendió al Mallorca, o de Villa, que lo compró el Málaga. La plantilla se iba debilitando poco a poco, pero las temporadas se iban sacando gracias al espíritu de unidad que había en el vestuario y a los canteranos, que influían bastante en la identidad».

A diferencia de este año, en aquella recta final de la 89/90 los rivales sí que se jugaban algo más que los actuales. O sea, «que fueron partidos sufridos», tal y como se palpa si se aprecian los marcadores tan ajustados que se dieron. En cuanto a la presión que había entonces, Hugo Vaca la diferencia en alto grado. «Era diferente; no había tanta prensa, ni redes sociales, ni sentíamos esa necesidad aunque por supuesto que también nos incordiaban por la calle. Recuerdo que los viernes dejé de salir a cenar con mi mujer para que no me recordasen que si los fichajes eran malos o cualquier otra cosa; además, por entonces, todos los futbolistas vivían en Cádiz, no como ahora». Hablando de fichajes, el que fuera secretario técnico cadista asegura que el único jugador que vino traspasado de la época fue Indio Vázquez, «todos los demás, venían cedidos o libres», cuenta quien aún tiene una lista con todas las altas y bajas que tuvo que dar aquellos años.

Lo que sin duda era un fuerte de aquel Cádiz CF de los milagros fue «la familia que formaba el equipo; la presión o la responsabilidad por salvarse era una cuestión del grupo, no de la grada. Estoy hablando de tiempos en los que el fútbol aún se estaba profesionalizando. Cuando nos caían broncas del público o gritos por la calle, nosotros nos recabreábamos más todavía que el propio aficionado».

Donde no ha cambiado el panorama a la hora de enjuiciar el apartado técnico es en la base de la crítica. «Todo esto es cíclico; cuando no funcionan los canteranos piden fichajes y al revés», manifiesta este argentino gaditanizado.

También destaca algo que este año puede compartirse a la hora de afrontar las últimas jornadas. «La ventaja que teníamos en estas jornadas es que estábamos acostumbrados a jugarlas después de muchas vicisitudes que se habían dado en temporadas anteriores».

Cree que el problema del actual Cádiz CF ha sido «igual ponerse objetivos muy altos antes de lograr el de más corto alcance, esto es, el de la salvación. Cuando se pone una cota muy alta esa presión va para el futbolista cuando en realidad debería ir para quien lo ha puesto. Una va consiguiendo metas según se van alcanzando», aconseja.

Y sí, claro que se puede. «Por experiencia no puedo tirar la toalla. Ni yo ni nadie que haya vivido estos tiempos. Somos lo que somos». Eso sí, no puede callarse que el entorno actual no ayuda todo lo que sí favorecía el de antaño. Y, ojo, no culpa al cadista porque este mal lo ve aflorando por todos lados. «Ahora se ve más acritud, pero no pasa en el Cádiz CF, se ve en toda la sociedad en general, donde a nada que digas algo ya te están insultando». Y a diferencia del cadismo actual, el de hace varias décadas «asumía la situación (de un posible descenso); en todo caso nos alertaban, pero desde la unidad», zanja.

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