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Antonio Calderón: «Mi Cádiz era un equipo humilde, pero que jugaba bien»
El primer entrenador que fichó Vizcaíno para su Cádiz CF trabaja en la actualidad en Torremolinos y recuerda en una entrevista su interesante y dilatada carrera
Antonio Claderón.
Para muchos anda perdida una zurda de oro, pero sus vecinos saben bien dónde encontrarlo. Antonio Calderón deja verse por los alrededores de la plaza Asdrúbal o, más suelto de ropa, disfrutando de la mejor playa gaditana, la de Santa maría del Mar. Este lunes este exfutbolista y actual entrenador del Juventud Torremolinos, con el que acaba de ascender a Segunda RFEF, también se dejaba ver en la sección deportiva de la prestigiosa Jot Down, donde en una extensa entrevista ha dejado el recuerdo de un fútbol donde todo era más pausado, más real, más natural, más bonito, mejor.
Con pasado, además de cadista, en el Mallorca, Rayo, Lleida y en el fútbol escocés, donde fue entrenador-jugador, Antonio Calderón es uno de los futbolistas gaditanos que más calidad ha demostrado sobre el césped de Carranza.
Antes de convertirse en un ídolo en Carranza o Vallecas, Calderón repasa su niñez formando parte de una familia numerosa. «Somos cuatro hermanos y, desde muy pequeños, los niños siempre estábamos jugando al fútbol dentro de la casa. Mis padres, médicos ambos, eran bastante exigentes con nosotros en el tema de los estudios y la educación, pero a mí me gustaba mucho el fútbol y siempre que podía estaba jugando: en los recreos del colegio, cuando salíamos, en la Plaza de San Antonio que estaba al lado de nuestra casa…», recuerda.
También cuenta cómo comenzó a jugar al fútbol sin que se percataran sus padres, que se enteraron que estaba jugando en la cantera del Cádiz CF porque unos amigos le comentaron que habían visto jugar a su hijo y que «lo hacía muy bien». Es más, Calderón, para hacer esa primera prueba con el Cádiz CF, tuvo que decir que no al Gayro, un equipo de fútbol base que su patrocinador era la conocida tienda de muebles.
«Mi padre era bastante aficionado al fútbol. De hecho, nosotros éramos socios del Cádiz CF y mis hermanos, mi padre y yo íbamos a todos los partidos desde el año setenta y tantos, ya fuera en Primera o en Segunda. A partir del momento en que se enteró comenzó a venir a verme y ya se convirtió en un aficionado no sólo del Cádiz, sino mío.
Tras ir ascendiendo en la base del Cádiz CF, le llegó el año de debutar con el primer equipo (junio de 1987), que coincide con el de la liguilla de la muerte que se sacó de la manga Irigoyen. «Se hizo una liguilla en la que nosotros, que prácticamente estábamos descendidos ya a mitad de temporada, tuvimos la fortuna de tener una bola extra que aprovechamos muy bien. Durante esa campaña yo había estado entrenando con el primer equipo, aunque jugaba con el filial de Tercera División. El entrenador durante prácticamente todo el año fue Manolo Cardo y no tuve ninguna oportunidad de jugar, al igual que sucedió con Milosevic. Sin embargo, cuando ya pensaba que no iba a debutar, hubo un último cambio y pusieron de primer técnico a nuestro entrenador en el filial, David Vidal, quien no se asustó y me puso. Además lo hizo de lateral izquierdo», rememora.
Y habló del gallego. «Con Vidal ya había coincidido durante tres años cuando él llega al primer equipo: uno en el División de Honor y dos en el filial. Además, mientras era nuestro entrenador en el Cádiz B era el segundo entrenador en el primer equipo, una figura que antes se estilaba mucho más que ahora. Yo de joven era muy, digamos, sinvergüenza. Era un muy descarado, con mucha confianza en mí mismo. Él era una persona muy autoritaria con nosotros, pero teníamos una edad en la que tampoco nos dejábamos amilanar… o por lo menos, yo.
En un primer momento, te podía achicar un poco por su figura, esa voz grave y ser muy tajante, pero después cuando lo fui conociendo más de cerca veo que eso es un poco más de fachada y se le podían decir las cosas, por lo que hay un momento en el que ya tenía mucha confianza y ya sabía cuándo me estaba diciendo las cosas un poco más en broma, de cara a la galería para el resto de compañeros, o más a mí.
Por eso, cuando me hace debutar, tengo una confianza brutal y en ningún momento me pongo nervioso. De hecho, en cada uno de los dos partidos de la liguilla de la muerte había una tanda de penaltis para evitar empates y yo tiro el primero en ambas. Con él, me sentía muy confiado porque veía que él tenía mucha fe en mí»
Pasa ese año y viene Víctor Espárrago, que es con quien se hace profesional y partiendo desde el lateral zurdo puesto que los veteranos estaban lesionado. Pero la cabra tira al monte, claro. «Yo jugaba de lateral, a mí me daba igual, y me ponía a regatear. En mi época, cuando los defensas tenían un balón un poco comprometido: ¡pum!, pegaban un pelotazo. Yo no. Yo recortaba, eso a Espárrago no le gustaba nada y en cuanto se recuperó el lateral izquierdo veterano, Amarillo, salí del equipo». No se queda ahí hablando del charrúa. «Era un entrenador súper educado, muy recto y justo, aunque es verdad que a mí… (duda), iba a decir que me puteó, pero realmente me endureció. Yo entrenaba bien, duro, pero me costaba entrar en el equipo. Es verdad que me tuvo muchos partidos sin entrar, pero siempre me trató muy bien, me exigió al máximo y llegó el momento en el que yo ya entré en el equipo y ya no me sacó. A mí, en esa época, me pareció un entrenador muy bueno. Tenía otra cosa distinta».
Y cómo no, Mágico tiene un capítulo aparte. «El Mago es un tío súper sencillo. Me fui a comprar un apartamento con mi primer sueldo, él vino conmigo y se compró uno al lado del mío. Aunque yo no vivía allí, hemos estado mucho juntos. Siempre ha sido una persona muy cercana, tranquila y a la que le gustaba pasárselo bien, ya fuera jugando al fútbol, en una buena comida o saliendo por la noche a tomar algo. Él no quería agobios y era un tío que lo que deseaba era disfrutar sin líos de su fútbol y la vida.
Hubo un año que en el vestuario amarillo coincidieron Onésimo y Mágico con Calderón como testigo. Los entrenamientos deberían ser un espectáculo. Habla de otro ídolo de Vallecas. «Onésimo tiene un año menos que yo, y es cierto que en esa época en la que todavía era un chaval de veinte años, se cuidaba poco. Pero el regate que tenía, era… Y, sobre todo, su caradura. Le vacilaba a los veteranos de una manera brutal. Allí, en Cádiz, que teníamos veteranos ilustres, el tío les hablaba como si fuera él el veterano. Onésimo tenía mucha cara. Era un personaje. ¡Es un personaje!».
Anda ahora de uñas la afición con su directiva, a la que conoce de primera mano Calderón puesto que se convirtió en el primer entrenador fichado por Vizcaíno. Como gaditano, Antonio tiene claro que «lo que tiene el Cádiz es su afición. Estamos hablando de una afición muy caliente, divertida y nosotros éramos un equipo humilde pero que jugábamos bien. Allí siempre se jugaba bien. Antes hablábamos de Onésimo, Mágico González, Zalazar o el propio Enrique Montero. Siempre teníamos jugadores de calidad. Y eso es algo que yo ahora, con este fútbol tan físico, echo un poco en falta».
Y del Cádiz marchó con 21 años al Mallorca, donde chocó con Serra Ferrer y motiva que se vaya al Rayo Vallecano, donde encuentra de nuevo la felicidad aunque fuera en Segunda. Entre medias, fue convocado por la selección sub'21, que la recuerda de la mejor manera porque la concentración fue en Cádiz. «Compartí equipo con algunos futbolistas que luego fueron internacionales absolutos. Jugué en casa, disputé media horita, la afición, lógicamente, me pidió coreando mi nombre para que Luis Suárez me sacara porque el partido estaba bastante encarrilado, y él me sacó. Por ahí estaban Txiki Begiristain, Martín Vázquez, Ferreira, Roberto…». Admite que nunca se vio en la Absoluta debido a los jugadores que había y en los equipos en los que él jugaba.
Estuvo cinco años en el Rayo de Ruiz Mateos y sus buenas actuaciones le llegaron a poner en el foco del Barcelona. «Eso es verdad. Llevaba un par de años buenos en Madrid y mi agente me comentó que le había llamado Alexanco, había posibilidad de ir al FC Barcelona, Cruyff le había dicho acerca de la opción de firmarme y que estaban hablando. ¿Qué pasa? Creo que al final no se deciden porque yo no termino bien esa temporada y toman otra opción. Recuerdo una ocasión en la que fui a jugar un partido contra la droga a Barcelona y después tuvimos una comida. En esa época ya se estaba hablando de mi posible fichaje y Cruyff antes de irse pasó por mi mesa, me tocó el hombro y me dijo: «Ya hablaremos». Es decir, yo lo vi cerca. ¡Me cago en la mar!».
Tras dejar en una promoción de infarto frente al Mallorca al Rayo en Primera hace las maletas y se va al Lleida que entrenaba Txetxu Rojo; más adelante coincide con Juande Ramos, que tras una buena temporada firmó por el Rayo Vallecano. Causa sorpresa que al ser preguntado por si Juande ya se veía como el gran entrenador que iba a ser. «Qué va. En absoluto. Con lo de Juande me quedo flipado. La carrera que ha hecho Juande, yo, alucino. Que Juande haya entrenado al Real Madrid, te digo que si me lo dicen en esa época te respondo: «¿qué? A Juande Ramos lo hacemos triunfar nosotros. La habilidad que yo le veía es que nosotros llegábamos a la competición muy frescos. Eso sí lo notaba».
Y de Cataluña a Escocia, a un club donde estaba como directivo el exazulgrana Steve Archibald. «Tenía un entrenador que era muy escocés, le gustaba mucho jugar en largo y yo ahí no jugaba mucho. Miraba y balón para arriba, balón para abajo. Él me decía: «Es que el ritmo no lo aguantas». «¿Pero tú para que me has fichado a mí? Si yo no juego a esto», bromea.
Y del campo al banquillo, compaginándolo. Como entrenador-jugador consiguió un ascenso a Primera y fue elegido el entrenador del año.
Y de Escocia regresa ya como entrenador a las escalas inferiores del Cádiz CF. «Cuando llego a Cádiz iba como un tiro porque había estado bien en Escocia, llegué a División de Honor e iba muy bien, cogí al filial cuando estaba a ocho puntos de la salvación a falta de diez jornadas y logramos mantenernos, después hicimos la mejor clasificación en Tercera… y de repente hay un año en el que hay un caos en el Cádiz, que se vende el club y a mi llega la oportunidad en el primer equipo. Pero era un Cádiz en el que de repente el propietario nuevo se va (Arturo Baldasano), vuelve el antiguo (Antonio Muñoz), ve que hay un problema económico y tiene que vender al mejor jugador, que es Lucas Lobos. Es como si al FC Barcelona le quitan a Messi, salvando las distancias. El objetivo no lo cambian, a mí me cesan estando en la mitad de la tabla y el equipo al final baja. Y el problema que creo que he tenido es que he decidido mal después».
Antonio Calderón entrena en la actualidad en Torremolinos, en un equipo propiedad de un grupo que tiene clubes por Europa. Vamos, que igual está en Málaga que se va a entrenar a Bélgica. Nostálgico del fútbol de antes, este gaditano sigue viendo el futuro con un optimismo relativo pero feliz.
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