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Desilusión en la afición del Cádiz CF tras el descenso a Segunda división

Muchos aficionados abandonaron las gradas del Nuevo Mirandilla antes del pitido final, una imagen muy distinta a la que se produjo con la llegada del equipo al estadio

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Recibimiento de la afición del Cádiz CF a su equipo Francis Jiménez
Jesús Mejías

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Indiferencia. Esa fue la respuesta de la afición del Cádiz Club de Fútbol tras el descenso matemático de su equipo a Segunda división. Solo el colectivo de animación Brigadas Amarillas permaneció en sus asientos con el pitido final de Soto Grado. Una indiferencia provocada por la imagen del equipo, que llegaba a la final en Carranza tras haber ganado dos bolos de verano ante Getafe y Sevilla, pero que en el momento en el que volvió a medirse contra un equipo que se jugaba algo, fue incapaz de ganar.

Algunos tímidos aplausos, y también pitos, de los pocos aficionados que permanecieron mientras se retiraban los gaditanos del terreno de juego, una despedida muy diferente al recibimiento. Horas antes del inicio del choque, la afición volvía a responder con un gran recibimiento al autobús del equipo, como se dice en el argot futbolero, marcando el primer gol antes del inicio del partido, ese gol que el Cádiz fue incapaz de marcar. El colectivo Brigadas Amarillas informaba que el club había tomado la decisión de prohibir el acceso del megáfono y bombo habitual desde el curso pasado.

Esta vez, a diferencia del partido ante el Getafe, el club sí cortó el himno para que los aficionaros cantaran a capela el cántico más famoso del cadismo, pero rápidamente llegaron los gritos contra la directiva, que prácticamente fueron una constante durante los 99 minutos que duró el choque. Ante la continuidad de los cánticos, el club volvía a poner música. El 'Freed From Desire' tan habitual en la previa de los partidos chocaba con la estampa de los cánticos contra Manuel Vizcaíno.

Gritos habituales en los últimos encuentros contra el presidente: «Vizcaíno dimisión» o «Vete para Sevilla». Los 18.950 espectadores apretaban, pero los cánticos contra la directiva eran una constante, solo durante un pequeño tramo de la primera mitad el resto del estadio se posicionaba en contra de los cánticos contra el presidente.

Las poquísimas ocasiones del Cádiz volvían a meter en el partido a la afición, cansada de animar y de recibir tan poco a cambio. Los pitos dejaron de ser contra la directiva para tener varios objetivos: Rubén Sobrino, Pellegrino, Soto Grado… el enfado cada vez era mayor. La afición ínclito celebró el cambio de Sobrino cuando era sustituido.

Los dos goles del Celta ante el Granada en apenas 3 minutos congelaron el graderío, pero la remontaba del Almería ante el Mallorca volvía a encender al respetable de Carranza, que por unos minutos, solo por unos minutos, volvió a creer en la victoria y la salvación, solo hasta que Chust se auto expulsaba. En los últimos minutos, más resignación. Apenas había gritos, solo nervios. El pitido final mandó a Segunda división a una afición, que a diferencia de su equipo, sí demostró un año más estar en la élite.

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