Unos peces de frágil memoria pero enorme corazón
Se atribuye una leyenda al mar, una de tantas, que recoge la frágil memoria de los peces. Apenas pueden recordar unos 30 segundos. Un mito sin más, una historia que contar a los niños. Pero estos peces, los de Quirós, si no guardan memoria tienen conciencia, si les falta dimensión les sobra corazón.
Fernando es un pintor jerezano afincado en El Puerto que colorea la vida en sus días grises. Un artista que en poco más de un lustro ha pasado de tomar sus primeros pinceles a convertirse en referencia en la provincia. Al talento innato le suma originalidad, y su desarrollo artístico descansa sobre tres dimensiones:
El mar y sus invertebrados habitantes, los seres de escamas y espinas que son símbolo de una tierra y un modo de vida; el color que recorre su obra de manera transversal; y el cariz solidario de esa poesía visual que se desprende de sus manos. Fernando Quirós y su asociación Coloreando vidas son los pilares de Discatunes, el proyecto solidario de inclusión finalista de los Premios 'Inocente, Inocente' (apadrinado por Ángel León) y con el que ha apoyado a distintas instituciones: entre ellas, el Instituto de rehabilitación Neurológica, Charbel (Jerez).
Tras haber llenado de peces el mural de la primera escuela para personas con discapacidad de Annantapur, en la India (con la Fundación Vicente Ferrer), en este mes inaugura su último proyecto en el hospital de Jerez para llenar de luz el hogar de esos pequeños que han sufrido un ictus o algún tipo de problema neurológico. Todo ello gracias al ronqueo solidario celebrado en Puerto Sherry el pasado verano y las donaciones de empresas y particulares, con los que se ha podido recaudar hasta 48.000 euros para cubrir esos gastos.
El protagonista asegura que sólo lleva pintando "cinco años. Pero la pintura me ha dado todo y esto es una forma de devolverle lo que pueda", reconoce. Llegaba a este mundo "de casualidad". Recuerda que fue a casa de una amiga "con la que tengo mucha confianza, y vi que en la pared tenía dos cuadros horrorosos. Le dije que si le pintaba algo, seguro que sería más bonito. Aceptó el reto y dibujé dos peces muy coloridos justo detrás de los cuadros. Le encantó y me regaló un lienzo grande... y así vendiendo y comprando material, empecé a aficionarme...".
"En la pandemia me acostaba y me levantaba pintando"
... entonces "llegó la pandemia. Me levantaba y me acostaba pintando. Vendía un cuadro al día. Era una época oscura y la gente buscara el color. Creo que esa ha sido la clave del éxito", reflexiona Fernando. "Estudié Turismo, trabajé en una bodega, luego en una empresa de mascotas, en la plaza de toros y en una sastrería taurina. Nada que ver. Pero siempre me ha gustado la moda. Le compraba la ropa a mi mujer, le combinaba colores, una mezcla en principio estrambótica... pero que gustaba". También ha influido "el motivo. La presencia del atún", tan reverenciado a nivel mundial. "Y la pandemia. Es que se alinearon los planetas".
Y, sin discusión, influye el lado más humano del pintor solidario. "Remueve muchos corazones. Y sin buscarlo, se me ha reconocido así. Esa faceta me hace más feliz incluso que la pintura". Asegura que sus obras "no son caras. Para el formato, calidad, material, son económicas. No me gustaría que alguien se quedara sin un cuadro mío por una cuestión de dinero".
Fernando quería ayudar y fue el carril de la vida el que le fue guiando. "Una amiga me pidió un dibujo para una camiseta de un atún en silla de ruedas. Le gustó y así nació Discatunes. Me centro principalmente en la inclusión y en mejorar la vida de las personas con discapacidad. Siempre ofrezco mis discatunes para ayudar a quien quiera, a quien lo necesite".
En cuanto a su labor en el hospital, "parte de mi amistad con una de las trabajadoras del centro sanitario. 'Quiero ayudar', le dije. Y me dirigió a esa área de Pediatría dedicada a los niños que han sufrido ictus u otros problemas neurológicos. La habitación tiene muchas necesidades, muchas carencias. Así que hemos acondicionado el lugar e invertido en un mobiliario especial. Siempre he buscado la comodidad de esos chicos y chicas. Lo útil que lo ponga el SAS, yo quiero dar color a sus vidas".
Ya sea con la Fundación Vicente Ferrer, con el hospital, con el instituto Charbel... "tengo esa gran suerte, de trabajar en algo tan bonito y ayudar con algo tan universal. Porque el color lo dice todo", es la máxima expresión. También organiza talleres de pintura, con niños y ancianos. "Me he encontrado con personas mayores que jamás habían pintado nada. Ser la primera persona que les da un color es un hecho maravilloso. Gastar tanto tiempo en ellos es a su vez una inmensa fortuna. Tanta, que no tiene precio".