Hogar Lázaro El Puerto, lo extraordinario de poder vivir una vida normal
Los hogares de la Fundación Lázaro no son un refugio de emergencia para personas que viven en la calle. Son hogares donde se convive, donde se rompen las barreras sociales. Por eso, sus alojamientos compartidos entre personas sin hogar y jóvenes trabajadores son tan especiales.
«Un gesto tan cotidiano como servirte un café en casa por la mañanas y compartirlo con tu compañero de piso que antes estaba viviendo en la calle... eso es extraordinario porque consigue acercar la dignidad de las personas sin hogar a la sociedad; permite tomar conciencia de que no tener casa no cambia nada y que es posible pasar un rato juntos y disfrutar como también es posible convivir con libertad y confianza en un piso», explica Bernabé, miembro de la Fundación y uno de los jóvenes que da testimonio de que esta experiencia como voluntario es transformadora.
Lázaro nace en 2006 cuando tres jóvenes decidieron compartir su casa con personas sin hogar en Francia y formaron la Asociación por la Amistad en París. Este fue el germen de la actual Fundación Lázaro que sigue creciendo y tiene presencia en Francia, Bélgica, Suiza y México.
Este proyecto de convivencia, amistad y reinserción aterrizó en Madrid en 2017 y poco después siguió creciendo en Barcelona. Su próximo objetivo: El Puerto de Santa María donde están trabajando para conseguir un terreno para construir estos pisos solidarios donde jóvenes trabajadores de entre 23 y 35 años compartirán piso con personas sin hogar. A estos voluntarios no se les exige ser personas con dotes increíbles, se les pide ser respetuosos y ser ellos mismos en el hogar para ver a la persona sin el filtro de la calle. Es un aprendizaje bidireccional.
«En Cádiz somos un grupito formado por una docena de voluntarios que estamos trabajando en tres líneas a corto, medio y largo plazo», avanza Damien Labrunie, responsable del futuro Hogar Lázaro en El Puerto.
El proyecto más ambicioso es construir un hogar y para ello ya han solicitado la concesión del terreno al Ayuntamiento portuense mientras siguen buscando fondos y donativos para poder financiar la obra.
El paso previo a tener un edificio propio de la fundación, es establecerse en un piso compartido para seis personas (tres jóvenes y tres personas sin hogar) ya construido con ayuda de una asociación parroquial. Labrunie confía en que «en 2025» puedan ya acoger a los primeros beneficiarios en esta vivienda provisional ya que «hay muy buenas voluntades y todo el mundo está por la labor».
En Lázaro hay hogares de chicas y hogares para chicos pero en ambos casos las personas participantes en el proyecto disponen de habitación propia y compartirán el salón y la cocina. Todos tienen que cuidar de la limpieza, todos tienen que respetar las normas básicas de convivencia y todos tienen que pagar un alquiler por su habitación.
Los voluntarios se comprometen por un año, renovable, mientras que para las personas que vienen de la calle la duración de su estancia no está limitada «porque necesitan –además de un techo–, relaciones sociales para reconstruirse; necesitan sentir la amistad y la confianza para superar la soledad».
En definitiva necesitan normalidad y compartir una vida ordinaria y por eso, en estos pisos autogestionados hay una norma inquebrantable: asistir a la cena fraterna que se organiza una vez a la semana.
En El Puerto, Lázaro aún no cuenta con un hogar físico pero esta situación no es óbice para que el primer sábado de cada mes se realice un encuentro entre voluntarios y personas sin hogar en el patio de la Basílica Menor (Iglesia Prioral) de El Puerto.
Celebrando la amistad
«Nos reunimos a las dos de la tarde y estamos compartiendo y charlando hasta las cinco de la tarde. Es una cita sin prejuicios, abierta a todo el mundo que quiera acercarse o que quiera saber lo que hacemos y conocer el equipo. Se accede directamente por la calle Postigo», apunta Labrunie.
El objetivo de esta ‘Comida de la amistad’ es establecer lazos e invitar a personas sin hogar a pasar un momento distinto en sus vidas «para que lo disfruten como cualquiera de nosotros y socializando entre iguales, con todo el respeto que se debe a cualquier persona».