“Hemos becado niños y ahora vamos a construir un colegio en Camerún”

Felisa Castellanos ha luchado durante toda su vida en Prodean para dotar de dignidad a las personas con menos recursos; la educación es ahora su obsesión

Felisa Castellanos es el rostro de la esperanza para muchos habitantes de Yaundé, la capital de Camerún. A través de la fundación Prodean, lidera un proyecto para construir un colegio en el barrio africano. Sin educación no hay futuro, una convicción personal que ha podido desarrollar sobre el terreno en estos últimos cuatro años de experiencia en tierra camerunesa.

Esta semana, con la colaboración de numerosos voluntarios y el apoyo de comercios locales y entidades financieras, han organizado la novena edición del mercarrastro solidario en Cádiz capital. Ropa, complementos, sorteos, actuaciones musicales... un evento para recaudar 15.000 euros con el fin de levantar el mencionado centro escolar. La propia Felisa reconoce no la dificultad (imposibilidad) de cambiar el mundo, sino de cambiar siquiera la estructura de una comunidad. Pero sí la posibilidad de ayudar a personas a mejorar su vida.

Aquí lo cuenta en primera persona.

-Viene de una experiencia muy interesante en Camerún. ¿Cómo decidió marcharse a África y qué le ha parecido?

-He ido fundamentalmente a formar a personas para que desde allí puedan contribuir al desarrollo del país. Ha sido mi tarea en estos cuatro años. Y la experiencia ha sido increíble. Yo trabajaba en la fundación Prodean hasta que me he jubilado, curiosamente allí en Camerún, y es una satisfacción ver el proyecto en el terreno. No podía imaginar esa diferencia entre ir a visitar un proyecto y vivir allí, no tiene nada que ver. Aprendes muchísimo. Ha sido un enriquecimiento personal.

-Un proyecto educativo.

-Exacto. Se podían hacer muchas cosas, hay mucho que hacer, pero la fundación ha optado por la vía de la educación. Con la profunda convicción de que es la vía eficaz para contribuir al verdadero desarrollo de un país. Porque si no hay educación no van a salir adelante nunca.

Es una apuesta no llamativa, no vistosa, pero es una apuesta de fondo. A la larga, niños educados desde pequeñitos, con formación, el día de mañana serán capas de vivir con mejor dignidad, saldrán por sí mismos y podrán contribuir al desarrollo de un país. Ellos, sin depender de nadie, sin que les ayuden desde fuera.

-Habla de cambiar la mentalidad como clave para afrontar el futuro.

-Sí. Ahora estamos en deuda. Pero, aunque aquí haya pobreza, no nos podemos imaginar lo que hay allí. No hay sanidad, infraestructuras... no hay nada. Lo más pobre de aquí es un lujo allí. No os imagináis la diferencia en el modo de vivir.

-¿Desde cuándo lleva Prodean con este proyecto en Camerún? 

-El primer proyecto en Camerún fue en torno a 2015. Presentamos un proyecto que nos aprobó la Junta y allí empezamos a trabajar.

-Empezó desde España y ¿Cuándo se marchó a África?

-Me fui en 2019. Sí, me cogió la pandemia, plenamente.

-Si aquí resultó un drama, no quiero imaginar allí.

-No fue tanto, se vivió de otra manera. Tienen un sistema inmunológico más preparado para combatir el covid, porque la malaria es la principal causa de muerte en Camerún y son enfermedades parecidas. Están más preparados. Es una población joven, hay pocas personas mayores, resisten más. Y tienen una capacidad de soportar el dolor muy distinta a la nuestra.

-¿Qué se encontró allí al llegar que no se esperaba?

-La diferencia es enorme. Cuando vas para unos días es una cosa bien diferente. Cuando vives allí, has de hacerte a unas rutinas, a unos hábitos, a un contexto, y eso es lo más difícil. Pero la gente te cautiva. Las personas son encantadoras. Súper agradecidas.

-¿En qué idioma se relacionaban?

-Pues estudié muchísimo. Tuve que aprender francés. Otro reto.

-¿Cuál es la situación actual de l proyecto?

-El proyecto ha terminado una fase. Hemos estado becando niños, y ahora queremos construir un colegio. Hemos dado el salto cualitativo. El colegio funciona, las familias tienen interés en recibir una educación reglada, de calidad. Se ha formado a funcionarios, a profesores, y ahora se está construyendo un nuevo edificio porque en el antiguo no caben. No es que esté en malas condiciones, es que no caben.

-¿Lo más difícil es convencer a los niños de que vayan al colegio a estudiar?

-Se lo tienen que tomar en serio, sobre todo, los padres. Un día van al colegio, pero otro día se lo llevan al mercado a vender zanahorias. Otros años no tienen dinero para pagar la escuela y están ese curso sin darlo... Y eso les frena mucho.

La vida va por otro lado. La supervivencia es al día. No te puedes poner enfermo, porque es muy complicado, pero te acostumbras. Empiezas a valorar muchas cosas. Como el agua, que abras un grito y salga agua transparente y que te la puedas beber. O la luz. Allí se va y la vida sigue. A eso te acostumbras. A mí me costó más internet, pero porque a mí me permitía estar en contacto con mi familia y amistades. Era una persona dependiente de internet. Tenía necesidad de comunicación.

-¿Qué se necesita para levantar ese colegio?

-Se necesita dinero. Nuestro objetivo en este rastrillo es 15.000 euros. Es una pequeña parte para alcanzar los más de dos millones de euros del proyecto completo. Esta es la novena edición. Empezó hace nueve años. Prodean comenzó a organizar eventos en las ciudades, a hacer un voluntariado en la ciudad de Cádiz. Se compone de tiendas que dejan un tanto por ciento, y puestos de voluntarios nuestros.

Cuando vaya a Camerún traeré muchas telas africanas y vamos a producir muchos productos para el año que viene, que venderemos en el rastrillo.

-¿Que otras labores realiza Prodean en Cádiz?

-El voluntariado, con los ancianos en San Juan de Dios. Y reparto de alimentos.

-¿Para cuándo creen que tendrán listo ese complejo escolar?

-Si aquí es difícil adivinar cuándo terminará una obra, imagina aquí. En teoría deben ser dos años, pero será más. En poco tiempo me voy con un amplio grupo de voluntarios para colaborar allí, a ver cómo se desarrollo. Vamos a rehabilitar y pintar el centro y vamos a hacer hasta tres campamentos de niños para hacer talleres y tareas de formación.

-¿Hay esperanza en Camerún?

-Sí. Estoy convencida. Pero no hay otra que invertir en educación. Tengo una experiencia bonita, porque en unos programas de la fundación de la mujer, me contó cómo su vida cambió a raíz de esa formación. Esa mujer joven aprendió a vivir de otra manera. Es muy gratificante.

Yo no puedo cambiar Camerún, pero sí puedo contribuir a que personas mejoren sus condiciones de vida. Poquito a poquito lo podemos hacer. Y merece la pena, por supuesto que sí. Me siento una afortunada.

Comentarios