Cádiz pide ayuda para comer: “No podemos más”
“No podemos más”. Es el grito de desesperación de Pepe Gaviño, presidente de la Asociación de Vecinos de los Antiguos Terrenos de Astilleros. Pero podría ser el de tantas personas que cada día se baten el cobre en los barrios de Cádiz y se chocan con un muro de lamento y frustración. La situación es desesperante para muchas familias gaditanas que no pueden acceder al suministro necesario de productos básicos, especialmente alimentación pero también de higiene o limpieza.
Personas en situación de vulnerabilidad que han quedado al margen en estos meses por una gestión cuanto menos discutible del dinero de los servicios sociales gestionado por el Gobierno de España. Ya se manifestaron en contra durante el año pasado los presidentes de los bancos de alimentos de toda la nación con la puesta en marcha de las tarjetas monedero, que flaqueaban en dos apartados: se olvidaban de familias sin menores a su cargo pero en situación de pobreza y se unificaba la entrega a través de una única vía.
Ahora, las asociaciones y los colectivos no dan abasto. “Hay muchas perjudicadas porque no todas las personas tienen acceso a la tarjeta de monedero, que ha resultado ser un fracaso”, lamenta Gaviño. “Ni nos mandan alimentos, ni podemos contar con el banco de alimentos porque tampoco tienen, y las personas que estaban en situación de vulnerabilidad ya se han gastado lo que tenían. No era para tanto y no tienen más ayuda”, denuncia el presidente, con muchísima experiencia en el apoyo social.
Asegura que el anterior sistema funcionaba perfectamente, que lograban atender las demandas, pero ahora con el cambio ha fallado. “Es un problema de organización porque el dinero está ahí”, asegura. “Según el Gobierno, esa inversión económica se depositó en Cruz Roja y ha ido saliendo, se ha ido depositando hasta que ha llegado a su tope. Ya no tienen más” en la mencionada asociación. Con el anterior programa europeo recibían 4.000 kilos de alimentos cada dos meses, y “ahora no tenemos nada. No sé qué pasará, pero esto va a reventar”.
El gaditano destaca que ya el plan arrancaba con demasiadas fisuras. No se podía sólo apoyar a familias con menores, porque la desgracia engloba muchos más colectivos. “Hay familias sin hijos que están en situación de vulnerabilidad, y familias con hijos mayores de 18 años, y ya no tienen los ingresos de antes. Vienen aquí pidiendo ayuda y no podemos atender tanta demanda. El Banco de Alimentos hace tiempo que no recibe tampoco nada”. Y hay un serio problema en este Cádiz bien adentrado el siglo XXI: hay personas que no tienen que echarse a la boca, que no tienen ni para comer.
“No estamos en contra de las tarjetas monedero, pues se pueden adquirir así productos que no son sólo alimentos, pero son fundamentales para la higiene y la limpieza. El problema es de gestión, de entrega”, insiste Gaviño. “En Astilleros no se pueden atender a 450 personas. En toda la ciudad se deben superar las 2.000”.
Los únicos respiros se producen en mayo y noviembre, “con las campañas de recogidas de alimentos, con las peticiones en supermercados, pero ya no llega con eso”, adelanta. “Ha sido un fracaso, así no se puede, no se ha programado bien. Y ya no se le da la tarjeta monedero a nadie más”.
Definitvamente, “lo han hecho mal, es un problema porque nunca nos faltó comida para las familias. Pedíamos si hacía falta a la Fundación Pascual, se cubría con los recursos propios de las cuotas de los socios y la recogida de alimentos en los supermercados. Con el apoyo del Banco, que funcionaba muy bien. Ahora nos siguen ayudando muchísimo las cofradías. Acabo de recibir 180 litros de leche del Nazareno. Ese poco es mucho, pero no es suficiente”.
“Hemos podido abastecer todos estos años, pero ya no nos da, no es posible”. Cada jornada es un sinvivir. Tener que mirar al rostro de personas que suplican para poder comer, y decirles que no. Que no, que no queda nada en la despensa, que llamen a otra puerta.
La asociación cuenta con “muchos voluntarios, con alumnos en prácticas de institutos y la Universidad. Muchas personas que ayudan de diferentes maneras, como en la elaboración de la declaración de la renta, la demanda de ayudas sociales, la organización de talleres educativos… pero nos quitaron los alimentos, que engloba al grupo que tiene mayor vulnerabilidad, y no le veo ninguna solución”.
Entre los lamentos y la desesperación, siempre busca un atisbo de esperanza. Hasta el final. “Esas familias sin menores, ¿qué hacen? Pues yo los voy a defender porque tienen el mismo derecho que cualquier otra persona. Nos estamos organizando para ayudarles de la manera que podamos. Hemos pensado incluso en tirar la toalla. Pero vamos a seguir luchando”.