“No es sólo darles un café o un desayuno, es darles dignidad”
Álvaro Castilla y María Carmona son dos jóvenes gaditanos voluntarios de Calor en la Noche, una asociación que lleva más de dos décadas velando por aquellas personas con falta de recursos, especialmente en situación de calle. Ellos colaboran activamente cada semana, sirviendo desayunos en la sede del colectivo, situada junto al Campo del Sur (Regimiento de Infantería), en pleno centro de la ciudad. Como afirman con rotundidad, su labor no se limita a poner un café o una tostada en la mesa, sino a brindarles a los usuarios un espacio cómodo donde se sientan seguros y tranquilos, puedan hablar de su vida y sus problemas y, por un momento, olviden la complicada situación que atraviesan, la cual afecta cada vez a más personas. En definitiva, su propósito es ofrecerles respeto y dignidad.
Sobre las 8:30, llegan al local para preparar lo que se utilizará ese día: “el pan, la mantequilla, los patés, la leche, el café. Abrimos a las nueve y empieza todo”. Es un ajetreo continuo porque, en un breve periodo de tiempo, acuden una media de 100 usuarios al día. “Empezamos a servir, pero sobre todo a hablar con ellos”, comenta María. “Creo que también es parte del trabajo que hacemos como voluntarios. No se trata solo de poner un café o una tostada, sino de preocuparse por el usuario, preguntarles cómo están, intentar recordar sus nombres, hacerles sentir que son seres humanos y que merecen dignidad, respeto y atención”.
Álvaro reconoce que trabajan con un colectivo muy estigmatizado y confiesa que le ha sorprendido mucho la relación con ellos y el buen trato. “Nunca había tenido contacto con este colectivo, ya no solo con personas sin hogar, sino con gente en situaciones complicadas. Es verdad que al principio tienes muchos prejuicios, piensas que va a haber problemas o mal ambiente. Pero desde el primer momento, cuando les sirves el café o el pan, empiezan a abrirse contigo, a contarte sus cosas. Al final, rompes esos prejuicios, porque también son personas, con su propia manera de ser, que se relacionan contigo como cualquier otra persona”.
“Si hay prejuicios dentro del mismo colectivo de personas con falta de recursos, imagínate cómo lo percibe la gente desde fuera y cómo pueden llegar a tratarlos”, reflexiona María. “Además, ocurre lo mismo que en todas las mesas de España. La gente se queda charlando; es su momento de estar tranquilos, de tener también su espacio de ocio, de poder conversar y olvidarse de todos los problemas que hay fuera”, añade Álvaro.
“A veces llega gente que dice: ‘no, yo no quiero plato, no quiero cubierto’. Es más por el ambiente que se genera aquí. Es como un bar”, comenta María.
Álvaro cree que la situación "ha empeorado" en los últimos años. “Ahora viene mucha más gente. Hoy hemos tenido 96 personas, o quizá alguna más, en general más de 100, mientras que antes podíamos estar entre 70 y 80. Al final, esto se vuelve insostenible, porque a veces no alcanza el café para la última persona”.
María empieza a coleccionar historias. Como la de su vecino. “Una de las cosas que le ayudó a salir de esta situación fue el arte. Es un señor que pinta, que se va a la Caleta, recoge piedras y las pinta... Me parece un gran ejemplo de superación”. También señala que a veces tenemos una idea equivocada de los usuarios, ya que no siempre responden al mismo perfil. “Hay personas que vienen enchaquetadas porque luego se van a trabajar. Hay gente que uno no pensaría que necesita este tipo de recursos y, sin embargo, sí los necesita”.
Ahora llega el invierno, una temporada dura. “Viene mucha gente a pedir abrigo, mantas... Quizá haya, quizá no. Y ahora que se acerca la Navidad, la gente se solidariza mucho, pero claro, el hambre y el frío no se limitan a la Navidad”, señala.
Álvaro agradece el apoyo de muchas personas, especialmente de asociaciones, parroquias y cofradías, que donan alimentos. “Vivimos de la ayuda de la gente. Sin eso, esto no funcionaría”.
Para María, participar como voluntaria le enriquece personalmente. “Te conectas emocionalmente con personas con las que normalmente no te relacionas. Aquí hay mucha gente mayor, de otras generaciones, y puedes aprender mucho de ellos”. Frente a la excusa de la falta de tiempo, señala: “Una persona que quiera colaborar puede hacerlo de cualquier forma. ¿Cómo? Pues saludando e interesándose por el señor que pide en la puerta del súper, conversando con él. O, si haces una olla de lentejas y te sobra un tupper, dárselo al que está en la puerta de la iglesia. Si no tienes tiempo para dedicarte físicamente, también puedes involucrarte de una manera más social y humana”.
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